En su familia creen que su gusto por los golpes sobre el ring le viene en la sangre: Su abuelo paterno, a quien no conoció, peleó en “los Guantes de Oro”, en la Ciudad de México.
Sandy Flores de los Santos tiene ahora 31 años y no recuerda su vida sin el box: cuando se le pregunta cuándo empezó a tomarle el gusto a este deporte responde “desde siempre”. Veía las peleas en la televisión, de campeonato y no, rodeada de sus amigos o familiares.
Pero fue hace unos seis años, en Tijuana, Baja California, cuando vivió la experiencia de ver encuentros en vivo y su pasión por ese deporte creció. Su novio era periodista de deportes y ella lo acompañaba a los encuentros que había en la ciudad. Era tan frecuente su presencia en peleas y torneos que de la Comisión de Boxeo local la invitaron a participar de una manera formal en ese ambiente deportivo.
Tomó cursos de capacitación para ser jueza y a partir de entonces ya era ella y no su pareja quien cada semana tenía que asistir a torneos.
Y luego llegó a la ciudad una máquina de puntuación, como las que se utilizan en los Juegos Olímpicos. “¿Sabes usarla?”, le preguntaron. “No, pero puedo aprender”.
Este nuevo conocimiento le abriría las puertas a otros niveles, más tarde.
No le tenían fe
Su debut en un torneo regional, fue en Culiacán, Sinaloa. El Presidente de la Asociación Estatal de Baja California de Box Profesional no le tenía fe, recuerda.
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“Yo sentía la mala vibra… pero dije ‘no me importa, yo seguiré luchando”. En ese tiempo, sólo había otra mujer en el Estado involucrada en el boxeo.
Sandy tiene un recuerdo muy especial de la primera función de relevancia mediática en que fue jueza. Fueron 10 peleas y todas las victorias fueron por decisión, no por knock-out.
En esa ocasión la primera recomendación que le hicieron fue ignorar las cámaras de televisión, al público y concentrarse en su trabajo. Y así lo hizo. Esa, explica después, es tal vez la mayor diferencia entre los boxeadores hombres y mujeres: la concentración.
Y algo debe saber, pues estudió Psicología en la Ciudad de México y un diplomado en Psicología Deportiva en el Centro de Alto Rendimiento de Baja California, en Tijuana. Fue cuando terminó este diplomado que su instructor le recomendó dar asesoría a boxeadores del estado, de manera que ahora estaba con los muchachos en las concentraciones previas a los torneos.
Gracias a que aprendió a manejar la Máquina de Puntuación, cada vez asistiría a más Torneos Regionales y Nacionales.
Fue en Monterrey cuando acompañó al equipo de Baja California, como manejadora de máquina, psicóloga y jueza. Para entonces, el funcionario que antes no creía en ella, era quien la recomendaba para tal y cual evento.
“Fueron muchas malas caras, obstáculos, pero eso me daba más fuerzas”.
Alegre y decidida
Siempre con la sonrisa a flor de piel y un brillo en los ojos. Su energía es también la de una persona con carácter decidido. No le gusta la gente que se queja y no se ocupa en ser feliz. “Sólo se tiene una vida”, afirma, “y es la única oportunidad que se tiene de vivirla”.
Ni siquiera la reciente separación de sus padres, tras 38 años de matrimonio, le causa aflicción. Estima que cada quien tiene su vida y elige lo que quiere para sí y que no vale la pena malgastarla en lamentos.
“Bueno o malo, todo siempre te deja una enseñanza, la realidad ahí está y no puedes cambiarla, pero no debes sufrir”.
Y se va al Mundial
Gracias a su empeño y ya invitada por la Federación Mexicana de Boxeo Amateur, en el año 2008 participó como Manejadora de Máquina en el Mundial Juvenil de Boxeo en Guadalajara, Jalisco. Fue un evento de ocho días en el que compitieron 67 países.
“Me siento privilegiada que de tanta gente que hay en la República, se hayan fijado en mí”. Había pocas mujeres en el staff, sólo la secretaria, y la Coordinadora de los Juegos Panamericanos. “Es un ambiente masculino… por el momento”, advierte con una sonrisa. En ese Mundial, “sólo había una mujer jueza, que además es referí”. Es de República Dominicana.
El año pasado tuvo un logro más: participó en la Olimpiada Nacional, siguió asistiendo a torneos nacionales y binacionales. También asistió al Panamericano de Primera Fuerza de Boxeo Femenil en Ecuador, ya como delegada del equipo mexicano. Eso implicó procurar por el equipo representativo, los entrenadores, estar presente durante el pesaje, en el sorteo y hasta revisar los menús de lo que comerían las boxeadoras, a quienes cariñosamente llama “las niñas”, a pesar de tener entre 18 y 23 años.
Fue en Ecuador donde pudo constatar el apoyo que se le da a las boxeadoras en otros países, como Brasil, Argentina, Estados Unidos y Canadá, a diferencia de México. “Aquí por cultura, machismo, la mujer no es para pelear, dicen”.
Pero no hay nada más alejado de la verdad.
Muchas satisfacciones
“La mujer se concentra en su entrenador, tiene otra visión, en su minuto en la esquina… El hombre se puede distraer más, si está la familia presente, por ejemplo. La mujer es más disciplinada, más entregada, porque le cuesta más trabajo llegar que a los hombres”, explica Sandy. “Culturalmente, socialmente, se nos hace difícil la actividad del boxeo”.
El box le ha dejado muchas satisfacciones y también una que otra frustración, reconoce.
Como uno de los mejores momentos, cuenta el reencuentro con uno de “sus” muchachos.
“Es un niño seleccionado estatal, a quien le di asesoría psicológica. Fue emocionante verlo seis meses después en el Comité Olímpico. Ahora es parte de la selección olímpica de México”.
Su mayor frustración fue que cuando tuvo la oportunidad de probarse en un Nacional, en Toluca, Estado de México, no fue porque en su trabajo no la dejaron salir, a pesar de que le tocaban sus vacaciones. “Si te vas a ir, mejor renuncia”, le dijo su jefe. “¡Para agarrarlo de costal al ‘jijo’!”, agrega.
Se quedó y al mes la despidieron.
Fue en ese momento que decidió que sería ella quien controlaría su tiempo y sus decisiones: “Tus ideales hay que defenderlos con las garras”.
Superados tantos obstáculos y ahora viendo hacia delante, una de sus grandes aspiraciones es pertenecer oficialmente al selectivo nacional como psicóloga y proponer a la Federación Mexicana un proyecto psicológico para los deportistas.
Y en su mirada se lee que sabe que puede lograrlo.
Recientemente Sandy dejó su vida en Tijuana para regresar al DF.