Llegamos a este extraordinario Día de Gracias con numerosos desafíos. Más de un cuarto de millón de quienes vivimos en este Estados Unidos de América de grandes proezas y grandes errores han sucumbido en esta guerra contra el COVID-19 y millones más han perdido su empleo en una recesión económica que bate récords en el universo de la incertidumbre y las penurias personales.
Sin embargo, hay luz al final del túnel. Las vacunas, contradiciendo a los que relativizan la importancia de la ciencia, están en camino. El autoritarismo, a pesar de los que no confiaban en la capacidad de sobrevivencia de nuestras instituciones, está en retroceso. En retroceso, por cierto, después de una reñida consulta electoral. Una elección histórica que, al imponer a Joe Biden y Kamala Harris, fue un rechazo implícito a la infamia de la mentira, la imposición del fundamentalismo, la arrogancia de la supremacía racial, la indecencia.
Siguen los desafíos, sin duda. En vez de familias envueltas en animadas charlas mientras se prepara el pavo tradicional, muchos prenderán los zooms de este nuevo mundo de tecnologías revolucionarias para conectarse en esa red cibernética en la que se pierde mucho del protocolo social de otras generaciones, pero se mantiene esa esencial esperanza humana.
Este es el inusual Día de Gracias de 2020 en el que no bajaremos los brazos, en el que seguiremos peleando esta guerra existencial. No existe la posibilidad de claudicar. Feliz día, feliz Día de Gracias, queridos lectores, queridos amigos; sea lo que sea, historia, religión, familia, sea lo que sea que signifique para cada uno.