Tras dirigir el país de hecho como Comandante en Jefe del Ejército Rebelde desde el derrocamiento de Fulgencio Batista el primero de enero de 1959, un mes y medio después Fidel Castro decidió asumir ya sin medias tintas el cargo de Primer Ministro, que según una modificación a la Constitución redactada por él mismo el 7 de febrero –llamada Ley Fundamental— sería el nuevo jefe del gobierno, por encima del Presidente de la República.
‘No soy aspirante’
Pero para evitar suspicacias, al tomar posesión en el Palacio Presidencial como nuevo jefe del “provisional” Gobierno Revolucionario, el 16 de febrero de 1959, el vitoreado comandante declaró: “Yo no soy un aspirante a Presidente de la República…no me importa ningún cargo público, no me interesa el poder”.
Aquel desinterés conmovió a la nación. Se trataba de un líder diferente, un patriota legítimo ungido celestialmente con un altruísmo inédito en la historia del país. Despojado de la ambición personal de los políticos tradicionales, Fidel estaba anunciando que no participaría en las elecciones presidenciales que se iban a celebrar pronto según él había prometido desde la Sierra Maestra.
De su sinceridad hablan dos hechos: 1) semanas después de aquella toma de posesión lanzó la consigna de ¿elecciones para qué?, y nunca las hubo. 2) en 2009 sigue siendo el dictador de Cuba y el único “hombre fuerte” en la historia humana que sin ser rey, emperador o príncipe ha estado medio siglo en el poder.
Y digo dictador, porque aunque en febrero de 2008 su hermano Raúl pasó a ocupar el cargo de presidente, la Constitución socialista de 1976 establece que la máxima instancia de poder en la isla es el Partido Comunista, del cual el enfermo comandante es su Primer Secretario. Además, es muy evidente que no es Raúl, sino Fidel, quien maneja el país por teléfono y mediante sus “reflexiones”.
Gobierna con papelitos
El propio canciller Bruno Rodríguez admitió este martes (8 de diciembre) en Tokio, Japón, que Fidel lo llama por teléfono constantemente para darle instrucciones.
El también dictador cubano general Gerardo Machado, poco antes de ser derrocado el 12 de agosto de 1933, decía: “A mi no me tumban con papelitos”, al referirse a las proclamas en su contra. Fidel puede jactarse de lo contrario y afirmar: “Yo gobierno con papelitos”, que huelen a caprichos de un procónsul romano con fuerza de ley.
Lo cierto es que Castro II se encarga de las labores administrativas y las nimiedades, y Castro I toma las decisiones importantes y le ha impedido a su hermano realizar las tímidas iniciativas económicas que prometió en julio de 2007, cuando totalmente despistado creyó que era él quien dirigía la nación.
Fidel le arrebató el campeonato mundial de los tiranos al norcoreano Kim Il Sung el 1 de junio de 2007. El “Invencible Comandante de Acero” de Pyongyang fue instalado por Stalin el 8 de febrero de 1946, cuando las tropas de ocupación soviéticas lo nombraron Presidente del Comité Popular Provisional de Corea del Norte, y murió como una deidad terrenal el 7 de Julio de 1994, a los 82 años de edad. O sea, su reinado duró 48 años, 4 meses y 29 días.
Imaginémonos a Dwight Eisenhower, y no a Barack Obama, abogando por la aprobación de la reforma del sistema de salud en EEUU. Veamos después a los dictadores de República Dominicana y de Haití, Rafael Leónidas Trujillo y Francois Duvalier, reunidos para limar asperezas entre ambos países. Y que el presidente argentino, Arturo Frondizi saluda la compra de bonos de la deuda argentina por parte del gobierno venezolano presidido por Rómulo Betancourt.
Historia antigua
Gamal Abdel Nasser de Egipto y Jawaharlal Nehru, de India, proponen en la ONU que EEUU se retire ya de Iraq. Francisco Franco, y no Zapatero, anuncia que subirá los impuestos; el gobernador blanco de Sudáfrica, Ernest Jansen, felicita a Nelson Mandela en su cumpleaños, y Adolfo López Mateo pide al PRD y al PRI que aprueben en el Congreso la reforma energética mexicana.
El canciller alemán Konrad Adenauer asiste al acto por el XX aniversario de la caída del Muro de Berlín (que fue levantado en 1961); en Israel, el primer ministro David Ben-Gurion denuncia que con su plan nuclear Teherán quiere borrar al estado hebreo del mapa, cosa que niega el Sha de Persia, Reza Pahlevi.
Mao Tse Tung asegura que la crisis económica china ha concluido, Nikita Kruschev insiste en los coqueteos militares y políticos de Rusia con Venezuela, mientras el presidente de Colombia, Alberto Lleras Camargo, se queja ante la OEA por las amenazas de Venezuela. Y el tirano paraguayo, Alfredo Stroessner, ataca verbalmente al presidente de Chile, Jorge Alessandri.
No, no es ésta una crónica de ciencia ficción. Estos son algunos colegas jefes de Estado que tenía Fidel en 1959. Con excepción del cubano, todos estos Caín y Abel hace rato se fueron al infierno o al cielo y sólo los historiadores se acuerdan de ellos.
Quienes les siguen en longevidad dictatorial a Fidel y a Kim son el albanés Enver Hoxha (1945-1985) y el libio Moammar El Gadhafi, (desde 1969) con 40 años cada uno.
Los peores dictadores del mundo
Luego hay un doble un empate del gallego Francisco Franco y el portugués Oliveira Salazar, con 36 años; y del paraguayo Alfredo Stroessner con el mariscal Josip Broz Tito de Yugoslavia, que suman 35 años per cápita.
Después vienen el húngaro Janos Kadar (33 años); el congolés Mobutu Sese Seko (32); Trujillo (31); así como Hafiz El Assad, de Siria, Habib Bourgiba, de Túnez, y Jose E. Dos Santos –sigue en el poder–, de Angola, con 30 años cada uno; seguidos por el soviético José Stalin, Julius Nyerere de Tanzania y Robert Mugabe –en el poder aún– de Zimbabwe, con 29 años. Y empatados con 27 años aparecen Mao Tse Tung, el venezolano Juan Vicente Gómez y el mexicano Porfirio Díaz.
Hay otros 12 dictadores con más de 20 años, incluyendo al argentino Juan Manuel Rosas (1829-1852) y Benito Mussolini (1923-1945). Otros 21 acumularon entre 11 y 19 años, entre ellos los dos más famosos: Napoleón Bonaparte (1799-1815) y Adolfo Hitler (1933-1945).
En el siglo XX, los cinco peores dictadores por sus efectos devastadores no sólo para sus pueblos, sino para el mundo, fueron Hitler, Mussolini, Stalin, Mao y Castro.
Sin embargo, sólo el caribeño tuvo la astucia para hacerse reconocer y aplaudir internacionalmente como paladín de los pobres, y para perpetuarse en el poder engañando a media humanidad, en particular a Hallgeir Langeland, el miembro del parlamento noruego que increíblemente lo acaba de nominar para el Premio Nobel de la Paz.