Apuntes sobre el boicot a Florida
Desde hace unos meses ya miles de personas latinas y afroamericanas vienen ganando las calles y plazas de varias ciudades del país. Desde Chicago a Houston y de San José a Fresno. Algunas de estas manifestaciones son para expresar su apoyo al boicot contra Florida y su gobernador Ron DeSantis, entre otras cosas, por la aprobación de la nueva ley antiinmigración; una de las más restrictivas y racistas del país.
De hecho, la SB 1718 tiene como objetivo criminalizar la estancia de las personas indocumentadas en el estado, así como castigar duramente a quienes les brinden cualquier tipo de ayuda.
Incluso, a partir del 1 de julio (día en que empezó a regir la ley) los empleadores con más de 25 empleados deben utilizar el sistema E-Verify para confirmar la elegibilidad laboral de sus trabajadores, a riesgo de tener que pagar una multa de $1,000 dólares diarios en caso de negarse. Y, por cierto, aquellos que ayuden a un menor, o a cinco o más inmigrantes, a cruzar la frontera, se exponen a una multa de $10,000 dólares y hasta 15 años de prisión.
Este control absoluto sobre una población que fue (y que sigue siendo) la mano de obra peor paga y más necesaria del estado, también impacta fuertemente en la salud. Y es que los hospitales están obligados a enviar al gobierno los datos y el costo de cada persona indocumentada que llega y realiza una consulta. Esto significa que, ley mediante, estas personas verán muy resentida su atención esencial.
“La gente morirá por esto; y por eso es que no hay que viajar a Florida», comentó Lydia Guzmán, presidente del Comité de Migración de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC). “Esto no es cristiano… Esto no es estadounidense”.
Sin jugos anaranjados ni la blanca arena de Miami
¿En qué consiste el boicot, entonces? Básicamente en no consumir nada proveniente de Florida; ni sus famosos jugos de naranja ni sus playas (las más soleadas y visitadas del país), como tampoco sus parques de diversiones, con Disney a la cabeza.
Y confirmando este rechazo, allá por mayo y en el otro extremo del país, más específicamente en las rutas de San José, California, se pudo ver a activistas con pancartas con dibujos de botellitas de jugo de Florida que estaban tachadas; como si se tratara de un veneno que está prohibido ingerir.
Pero el pedido de LULAC de que no se viaje a Florida, no sólo tiene que ver con un llamado a la solidaridad nacional. Y es que, según su presidente Domingo García, “Florida es un entorno peligroso y hostil para los estadounidenses respetuosos de la ley. Por eso estamos emitiendo alertas para quienes viajen allí”. Se trata de una advertencia de lo que pueden sufrir. Y recomienda, a otros latinos, no pisar el estado.
De hecho, los líderes de LULAC comparan la nueva ley antiinmigración de Ron DeSantis con el proyecto de Ley 1070 del Senado de Arizona, que años atrás había convertido en delito estatal el estar ilegalmente en los Estados Unidos. Según el periódico “Arizona Republic”, la ley le costó a las empresas de aquel estado $141 millones en ingresos perdidos. Y Guzmán dijo que “Florida podría sufrir un impacto económico similar tras el boicot”.
Cabe recordar que el turismo es una de las industrias más importantes de Florida, y más de 137.5 millones de personas la visitaron en 2022, según Visit Florida, la agencia de promoción turística del estado. Además, el turismo respalda 1.6 millones de empleos; y (siempre según la agencia) los turistas gastaron $98.8 mil millones de dólares en 2019, último año del que hay cifras disponibles.
Mientras tanto, los líderes de LULAC están considerando presentar una demanda en un tribunal federal, ya que creen que las leyes de inmigración “sólo deben promulgarse a nivel nacional y no estatal”.
Más que un ataque a latinos… a los afroamericanos también
Por cierto que no todo se termina en el consabido desprecio de algunos republicanos de Florida por la comunidad latina. Y es que, desde la asunción del gobernador DeSantis, otras comunidades minoritarias e históricamente vulnerables fueron brutalmente avasalladas.
Un claro ejemplo fue la afroamericana. De hecho, la Alpha Phi Alpha Fraternity, la fraternidad más antigua de los Estados Unidos, acaba de anunciar que trasladará su convención, que debía realizarse en Orlando en 2025, a otra ciudad fuera de Florida.
“Esta reunión atrae de 4,000 a 6,000 personas y tiene un impacto económico de $4.6 millones”, explicaron en un comunicado.
Esta decisión se produjo luego de que la NAACP (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color), junto a otras organizaciones de derechos civiles, emitieran un alerta sobre Florida; advirtiendo que las leyes y políticas aprobadas recientemente son abiertamente hostiles para los afroamericanos y miembros de la comunidad LGBTQ+.
“Aunque estamos trasladando nuestra convención de Florida, Alpha Phi Alpha continuará apoyando la fuerte defensa de Alpha Brothers y otros que luchan contra el continuo ataque a nuestras comunidades por parte del gobernador Ron DeSantis”, declaró Willis Lonzer, presidente general de la fraternidad.
En concordancia con la decisión de Lonzer, al menos otras nueve organizaciones o asociaciones cancelaron la celebración de convenciones en Orlando y Fort Lauderdale, dos de las ciudades más populares del estado, debido al clima político de Florida, según informaron medios locales.
Lonzer se refirió, además, a los ataques de DeSantis a los estándares educativos de Florida, donde mediante la ley “Stop Woke” se restringieron análisis y conversaciones basados en la raza. Y eso pasó tanto en las escuelas como en las empresas.
Por si esto fuera poco, se prohíbe a todas las universidades estatales tener programas sobre diversidad, equidad e inclusión; medida que afectó tremendamente a la comunidad LGBTQ+, que vieron desaparecer su literatura de los estantes escolares.
En respuesta a las acusaciones de homofobia y racismo, DeSantis dijo que estaba “defendiendo” a Florida “contra las falsas acusaciones y las mentiras. Y vamos a seguir diciendo la verdad”.
Sin embargo, es muy claro el impacto de sus políticas en sus aspiraciones a la presidencia de 2024. Y es que en los últimos meses, DeSantis ha perdido una gran cantidad de intencionalidad de votos en detrimento de su principal rival republicano y otrora padrino político, el expresidente Donald Trump.
De las uvas de la ira a las naranjas del odio
Mujeres latinas levantaban las pancartas con los jugos de naranjas tachados, en su protesta de meses atrás, en aquellos lejanos caminos de San José.
De haber tenido esa visibilidad mediática, acaso las chicas de Las uvas de la ira hubieran hecho lo mismo; levantar pancartas denunciando las condiciones inhumanas en los viñedos de California durante la Gran Depresión. Y aunque aquel “sueño americano” devenido en pesadilla no se escribió en pancarta alguna sino en una maravillosa novela de John Steinbeck, hoy las mujeres latinas que protestan son la continuidad humana y sindical de aquellas.
Y 90 años después, en este verano marcado por las protestas, ellas caminan por la ruta levantando carteles. Se parecen a las porristas que marcan el próximo “round” de un combate. Y aunque las palabras que más se escuchan no son “fight” sino “unión” y “solidaridad”, ellas están invitando a una pelea. No a un combate de box ni a la guerra con armas sino a la otra; a esa “guerra” por los derechos humanos de la cual Estados Unidos supo ser faro mundial en tiempos del Dr. Martin Luther King, Jr. y John y Bobbie Kennedy.
Esa guerra que cantaba Bob Marley en “War”: “Hasta que no deje de haber ciudadanos de primera clase/ y ciudadanos de segunda en cualquier nación del mundo/ hasta que el color de la piel de un hombre/ no tenga más importancia que el color de sus ojos/ yo digo “guerra”/ Hasta que los derechos humanos básicos sean iguales/ para todos sin tener en cuenta la raza/ habrá guerra/ Guerra en el este, guerra en el oeste/ Guerra al norte, guerra al sur”
Una guerra de reclamos y sin armas. Una guerra sin sangre ni homicidios, en pos de una humanidad que merezca ese título.
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