El viernes 3 de junio, a la una y quince de la tarde, en un hospital de Washington, DC, falleció Mev Porter: mi ex esposa, mi amiga, y, fundamentalmente, la madre de mi único hijo.
La primera vez que la vi fue en las afueras de la UP-9, una prisión de La Plata, en la provincia de Buenos Aires.
Mev había llegado a Argentina pocos días antes y estaba acompañando a mi madre Dora, en esa mañana del invierno argentino de 1979, cuando inesperadamente se enteraron que ese sería el día en que la dictadura militar finalmente me liberaría después de cuatro años de prisión política.
Después de abrazos y lágrimas, mi madre se dio vuelta hacia esta mujer de cabellos cortos, ojos dulces y una gran sonrisa y me dijo: “¿No vas a saludar a tu prima?”
No era mi prima, por cierto, pero la peligrosidad de los tiempos que se vivían hacía necesario ocultar que se trataba de nada menos que Mev. La misma Mev que era miembro de Amnistía Internacional y lideraba el grupo de Austin, Texas, que había estado trabajando por mi liberación desde que, en 1977, me habían adoptado como prisionero de conciencia. La misma con quien durante los últimos dos años, a través de cartas clandestinas que enviaba a mi hermana Sandra, se había mantenido en contacto indirecto conmigo y habíamos desarrollado una hermosa amistad.
Parados frente a los muros de la UP-9. Me preguntaron qué era lo primero que quería hacer y les dije que era algo simple: quería comer una milanesa. Y los tres nos fuimos a Buenos Aires en donde, en un restaurante del centro porteño, tuve mi primer comida decente en años.
Esa misma tarde, después de una sonrisa y palabras de aliento, nos tomamos de la mano y comenzó una relación que determinó un nuevo destino en mi vida. Un destino lejos de la tortura del Departamento de Informaciones D-2 de Córdoba; las ejecuciones en la UP-1; y los interminables años en las prisiones políticas de Sierra Chica y La Plata.
El viaje a Argentina de Mary Evelyn Porter, o Mev para los amigos, una estudiante del doctorado en la Universidad de Texas, en Austin, y activa miembro de Amnistía Internacional, era extremadamente riesgoso. En 1979, tiempo del terrorismo de estado, todavía continuaban los secuestros, los campos clandestinos de detención y la tortura.
Era especialmente riesgoso teniendo en cuenta que, como documentos desclasificados lo confirmarían con el tiempo, Amnistía Internacional era considerada una organización que, con su labor en pro de la defensa de los derechos humanos, facilitaba la estrategia política de los sectores que el gobierno militar caracterizaba como subversivos.
Dentro de la embajada estadounidense en Buenos Aires había un sector que compartía los principios de la doctrina de seguridad nacional que los militares utilizaban para explicar la neutralización de la oposición política extrainstitucional. El mismo embajador Raúl Castro era parte de esa facción.
Pero dentro de la misma embajada había otros funcionarios que apoyaban los esfuerzos de la Administración de Jimmy Carter que promovía la defensa global de los derechos humanos. Su subsecretaria de Estado Patricia Derian criticó duramente al gobierno del General Rafael Videla y se decidió que no se apoyarían los pedidos de préstamos internacionales que desesperadamente Argentina necesitaba. Y, en un golpe moral a la dictadura, se reduzco la asistencia militar.
Uno de estos diplomáticos estadounidenses que estaba horrorizado por los secuestros y desapariciones se llamaba Tex Harris quien, desde hacía tiempo, venía desarrollando contactos con las Madres de Plaza de Mayo.
Durante su estadía en Argentina, Mev recibió el apoyo y protección de Harris. Mantuvo contactos con familiares de personas desaparecidas y de presos políticos, al igual que con algunos líderes políticos y miembros de las organizaciones de derechos humanos como Remy Vensentini y Pipo Westerkamp.
Djanita, que era su nombre en ese tiempo de clandestinidad obligatoria, en agosto de 1979 partió y para evitar el estricto control en aeropuertos viajó como una simple turista hasta Paso de los Libres. Allí cruzó la frontera con Brasil cargando documentos sobre los desaparecidos y testimonios de las atrocidades que los grupos de tarea del estado terrorista argentino venían perpetrando. Una semana después, iría personalmente a Londres a entregar la documentación a Pat Feeney, en el secretariado internacional de Amnistía Internacional.
A pesar de los riesgos, Djanita retornó a Argentina en diciembre de ese mismo año a continuar con su trabajo y a prestarme el apoyo moral que tanto necesitaba. Si bien me habían liberado, no se me permitía salir del país. Estaba bajo un régimen de libertad vigilada que los militares habían introducido y que solo me autorizaba a residir y movilizarme dentro de los límites de una ciudad. En mi caso, Buenos Aires.
En abril de 1980, tras la firma de un decreto presidencial, me permitieron salir del país. Mev estaba en el Aeropuerto Internacional de Toronto esperando con esa sonrisa y esa dulzura que hacía olvidar el dolor de dejar atrás la patria y entrar en un mundo desconocido.
Así es que comenzó para nosotros un nuevo capítulo de nuestras vidas que, antes que nos separáramos, nos llevaría a Toronto, Tottenham, Bradford y San Diego. Una historia de una década en la que Mev se dedicó a la educación, tuvo un hijo y continuó su trabajo en derechos humanos que la llevó, en esos años, a ser elegida miembro del Consejo Directivo de Amnesty International Canada.
Su labor en Amnistía sería reconocida, años más tarde, en un video que fue encomendado por el Secretariado Internacional de Amnistía Internacional, que envió a Fabio Basone a que lo filmara en Washington, DC, en 2019. “Life, Love, and Liberty” es un homenaje a la valiente voluntaria de Amnistía, a la mujer que llevó esperanza a una Argentina inmersa en el terror.
Más tarde, con Chad Evans Wyatt, se enfocaría en la marginalization de los roma, escribiría tres libros, pero probablemente su pasión siempre fue la educación. Un área en la que se destacó por el constante apoyo que brindaba a todos sus estudiantes, pero especialmente a aquellos de orígenes menos privilegiados y que llevó a muchos a que, bajo su guía, consiguieran concretar sus sueños profesionales.
Entre los innumerables reconocimientos, uno de sus ex estudiantes, Rubén VP, escribió: «Fue una defensora incansable de los derechos humanos, defendiendo a los presos políticos de Argentina, a las comunidades marginadas en Europa Central y a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México… Cambió la vida de innumerables personas, incluso la mía. Ella me enseñó el significado completo de amar al prójimo. Y a luchar por la justicia, la rectitud y el amor, incluso en las circunstancias más difíciles».
Ese es el mismo sentimiento que comparto. Todo lo que soy, en gran medida, fue gracias a Mev, mi querida Djanita.
Cuando las memorias del horror de los años del terrorismo de estado me doblegaban, ella me dio la tranquilidad que desesperadamente necesitaba. Cuando hubo que planificar para el futuro, ella me apoyó para que completara mis estudios. Y lo más importante, cuando todo no tenía mucho sentido, ella me dio un hijo, que se transformó en la razón de nuestras vidas.
Ese mismo hijo que, cuando Mev dulcemente se durmió por última vez, estaba a su lado sosteniendo su mano.
Mi querida amiga, hermana de la luna llena, hermana de John, hija de Eric y Elizabeth, compañera de Chad, madre de tu amado Jonathan, mujer valiente, mujer buena, ¡hasta la victoria siempre!