El incendio forestal que quemó y arrasó el centro turístico y económico de Lahaina, en la isla de Maui, estado de Hawaii, ya es, con 93 víctimas, el más mortífero de los últimos 100 años en Estados Unidos. Hay un millar de personas con paradero desconocido. El número indudablemente subirá.
El fuego dañó o destruyó más de 2200 estructuras, en su mayoría casas y edificios de apartamentos. El costo de reconstrucción superará los 5,500 millones de dólares.
Unas 2,000 personas viven en refugios en iglesias y centros comunitarios, número que podría llegar a 5,000, según FEMA, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias.
Los sobrevivientes – refugiados y heridos – relatan terribles historias de desesperación y abandono. Muchos se salvaron tirándose al mar, su única vía disponible de escape. Según la policía, numerosas víctimas murieron en sus vehículos tratando de huir.
Parte de la tragedia radica en que las autoridades estatales, locales o federales no activaron el sistema de alerta de emergencia. Por los tifones y tsunamis, Hawaii tiene uno de los mejores sistemas del mundo, con 400 sirenas.
Pero el gobierno prefirió enviar mensajes de texto y anuncios de evacuación por TV, lo cual no sirvió de mucho ya que muchas torres de repetición de los celulares se incendiaron y el sistema de suministro eléctrico cayó.
Para miles de residentes la verdadera advertencia fueron las enormes columnas de humo negro. Tuvieron que decidir por sí solos evacuar sus casas, lo que en muchos casos resultó ser demasiado tarde.
Adicionalmente, el martes 8, pocas horas después de iniciarse el incendio, las autoridades dijeron erróneamente que el fuego estaba “100% contenido”. Bajaron la guardia. Pero el incendio hizo caso omiso de ese error y se agravó al día siguiente, cuando los vientos del huracán de categoría 4 Dora, a cientos de millas al suroeste de las islas, avivaron las llamas. Esto era parte del pronóstico conocido del servicio meteorológico, que no se comunicó a tiempo a las autoridades pertinentes.
A pesar de declaraciones públicas del gobierno federal incluyendo al presidente Biden, los que se quedaron cerca del foco dicen que los voluntarios han ayudado mucho más que las agencias federales y locales. Han suministrado gasolina, cobertura telefónica y comida caliente, además de refugio y atención médica básica. Grupos de iglesias, organizaciones comunitarias y voluntarios individuales localizan a familiares desaparecidos, consiguen transporte a refugios y proveen suministros traídos en barcos y aviones privados.”
Faltó también información necesaria para sobrevivir. “¿Dónde están los funcionarios del condado?”, dijo un desplazado. “Nadie tiene internet. Me acabo de enterar de que no puedes beber el agua”.
Este caos no era inevitable. Se sabía que el cambio climático aumenta la frecuencia de incendios forestales. El de Maui indica que los gobiernos no están listos.
Eso está costando vidas humanas.
Ahora, es momento de rescatar a los sobrevivientes, cuidar a los heridos, proveer a los necesitados, enterrar a los muertos. Pero la rendición de cuentas ulterior es indispensable y no debemos dejar que se olvide. Y debe asegurar que los descuidos y errores de Lahaina no se repitan.