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Izquierdas blandas y capitalismos: la amenaza de la extrema derecha

El fascismo es bien tolerado en la democracia de los capitales; un sistema que también es auspiciado por los gobiernos que se dicen progresistas. Graffiti en El Toscal, Santa Cruz de Tenerife. Foto: Jose Mesa

Mientras exista el capitalismo, existirá la extrema derecha. Se trata de una postura cultural anclada en una ideología de explotación, según la cual, unos valen más que otros. De modo que ningún pueblo o gobierno por más progresista que se diga puede presumir que ha eliminado la amenaza de la regresión, si continúa valiéndose de eso, del capitalismo, o de algunos de sus elementos

Las democracias occidentales

No basta contar con la mayoría de los votos en unas elecciones. Eso es como tomar aspirinas para el cáncer. Uno de los máximos errores de las mal llamadas democracias occidentales es que, en aras de la pluralidad, se toleran manifestaciones detestables de discriminación. Y, como en el caso de prácticamente toda Europa y Estados Unidos, el odio saca de sus cloacas a la ideología fascista. Pero claro, como se deben respetar todas las ideas, dicen «venga», pues la institucionalización de quienes en público claman por la libertad y en privado lo consultan con Mein Kampf

Y esto ocurre porque el proyecto cultural del capitalismo se propone alienar las conciencias. Por ejemplo, el Vox español no tendría apoyo entre tanta gente sino fuera porque este sistema económico, político y cultural fomenta la idea de que, para trascender, hay que aplastar al otro.  Es la ideología del Shark Tank, donde hay que devorar para no ser devorado. Nada de solidaridad o apoyo mutuo. Eso es para “wokes” con pelos pintados de púrpura.

En el mundo real, dicen, “el que no transa no avanza” y si eso sale en televisión, mejor.  Para muestra, un botón. Hace unos días compartí en mi cuenta de TikTok, la opinión de cómo una persona trabajadora, en México, produce en nueve minutos el valor total de un salario mínimo. Nueve minutos. Esto con base en un estudio del año 2012 del Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM. O sea que, un obrero le regala al capitalista siete horas con cincuenta y un minutos de su jornada y deposita en sus bolsillos toda la riqueza que produce en ese tiempo. 

En ese video recibí muchos comentarios corroborando con propia experiencia lo señalado por el estudio. Pero no faltaron los que, molestos y proyectados, intentaron descalificar lo dicho. Por ejemplo, me comentaron: “ponte a generar empleo”, “ah caray, no sabía que le obligaba a trabajar”, “el empleado vive poniendo pretextos” o “no les gusta trabajar para otros, pongan su empresa” … y cosas por el estilo. 

¿Quiénes me comentaron semejantes disparates? ¿Acaso fue la burguesía encarnada, Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca e hijo del fascista Hugo Salinas Price?  Más bien, esas opiniones salieron de trabajadores, gente raza como yo, como más del 99 por ciento de las personas en este mundo. Y, sin embargo, opinan como opinan. Pienso que se debe a dos cosas: la primera, porque tienen acceso a internet. La segunda, porque así funciona la ideología del capitalismo y, detrás de esta, la extrema derecha. 

El pensamiento de extrema derecha

¿Y por qué diablos un trabajador, aunque se considere “clase media” (otra falacia de la que después escribiré) no solamente descarta sentirse, ya no digamos indignado, sorprendido, por horrorosa estadística? Aun más, ¿por qué se siente con el privilegio (que no lo tiene) de ocupar este dato para atacar a los de su misma clase? Y lo que a mi me parece más irrisorio: ¿qué les hace delirar con que ellos son los capitalistas criticados por el estudio? 

Hay que ver aquí que se pone en juego la ideología del capital cuyo motor es el fascismo. Y siempre que me topo con este tipo de comentarios, recurro a las sabias explicaciones del neurocientífico noruego Gernot Ernst, quien hace unos años me ofreció un argumento sobre el viraje de ciertas personas hacia los pensamientos de derecha. Poniendo como ejemplo a los seguidores de Donald Trump, dijo:

“Trump psicológicamente es un hombre viejo que le teme a la muerte. Es una estructura típica de la derecha. Ellos temen a la muerte más que los de la izquierda. Y cuando temes a la muerte, cuando tienes miedo, tu método para sobrevivir es la agresividad. Y esos instintos son provocados. En los mítines de Trump, quienes están ahí la mayoría son hombres, son un poco más viejos y también son hombres o mujeres que tienen una alimentación que no es buena, y sus funciones en el cerebro no funcionan claramente. Esta es una estrategia que se ha construido y sus especialistas trabajan en eso”.

Miedo. Miedo a morir. Miedo a ser muertos por la diferencia. Miedo a morir por la crítica, la amenaza a la comodidad de una existencia sin cuestionamientos. 

Esto mismo lo explicaba la filósofa socialista Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo. Según ella, en la sociedad moderna (o sea, en la sociedad posterior a la revolución industrial) la pérdida del sentido de comunidad lleva a la alienación y a la desorientación de las masas.

El camino de las ideas: Hannah Arendt - Canal Encuentro

Alienación, porque las personas se creen el cuento capitalista-darwiniano sobre la supervivencia del más fuerte; o sea que, para avanzar, hay que aplastar los cráneos de los demás. De modo que prefieren adoptar la ideología del amo, adaptándose a ser un esclavo exitoso. Y desorientación porque, de la misma manera que un laberinto, la sobrecarga de información, la manipulación mediática, la influencia de las religiones y la inducción de opiniones a través de las redes sociales, provocan en las personas un nivel de fatiga mental y emocional que se vuelve sumamente difícil tener claridad para discernir sobre lo político. 

Luego entonces llega el miedo. Y con el miedo, el fascismo, el pensamiento de extrema derecha, en medio de eso que se llama democracia, democracia que no puede ser en el capitalismo pues, como Arendt advirtió, éste abre sus puertas al autoritarismo. 

El peligro de conciliar izquierda con capitalismo

Es mentira que bastan los indicadores para demostrar la viabilidad de un proyecto de izquierda. En México, por ejemplo, un país gobernado por un presidente forjado en la lucha política-social como Andrés Manuel López Obrador, donde se tienen cifras contundentes de control de inflación y de fortaleza de la moneda local, donde se implementó la política de programas sociales más amplia de la historia, más de un treinta por ciento de personas repudian a la llamada Cuarta Transformación, según las encuestas. Esto es casi un tercio de la población. 

Y a pesar de los avances sociales, es el mismo país donde los magnates viven felices con sus ganancias y hasta pueden tener ofertas presidenciales de condonación de impuestos. Donde los monopolios mediáticos defraudan a la hacienda pública y dicen al aire estar de acuerdo con los discursos de odio.

Aliados de Trump asistieron a la conferencia conservadora más importante de EE. UU.

Donde el neofascismo internacional, agrupado en la Conferencia Política de Acción Conservadora, festeja sus plenarias. También es el país donde, por primera vez, un fanático religioso impulsado por Trump buscó ser candidato a la presidencia; y donde la derecha electoral llena la plaza del Zócalo con el dinero de las cámaras patronales. Este país, entre muchos otros, es el México gobernado por la “izquierda”. 

¿Cuál es el límite de la pluralidad política?

Para salir de dudas, hay que revisar la historia. Por ejemplo, el primer ministro inglés de 1937 a 1940, Neville Chamberlain, creyó honestamente que el mundo podía convivir con Hitler. También, los palestinos abrieron sus tierras para refugiar a los israelíes y, a cambio, el sionismo les arrebató su país a fuego y levantó un Apartheid. Por su parte, Gadafi y Obama se dieron la mano antes de que Estados Unidos bombardeara Libia y asesinara a su presidente. En todos los casos, las víctimas confiaron en sus victimarios. En todos los casos, se suponía que premiaba la diplomacia y la civilidad democrática. Y pasó lo que pasó. Un desastre humanitario tras otro. Y lo peor no es eso. Lo peor es la gente que lo justifica.

Los que actúan por miedo. Los que apoyan a Trump, celebran el genocidio palestino y votan por el PAN, Vox, Milei o cualquiera de sus verdugos. En ellos permea la ideología del capital: divide y vencerás; el pobre es pobre porque quiere; no les des pescados, enséñales a pescar; vieja el último; la familia es hombre y mujer; ella se lo buscó; antes cazábamos mamuts… 

El capitalismo no gobierna para el pueblo

Si la izquierda realmente pretende vencer a la derecha, su primer propósito debe ser aniquilar al capitalismo. De lo contrario, su ideología será una permanente amenaza y no dudará en asestar un Golpe de estado. Pasó en Chile en el 73, en Argentina en el 76, en Venezuela en el 2002, en Ecuador en el 2010, en Bolivia en el 2019 y en Perú en el 2022, con su nueva modalidad: el golpe judicial o lawfare. 

#CaféyNoticias | Intelectuales de izquierda advierten “golpe de Estado blando” en Colombia

Todo lo anterior, es el fascismo que es bien tolerado en la democracia de los capitales; un sistema que también es auspiciado por los gobiernos que se dicen progresistas. Eso que, por un lado, hablan de justicia social y por el otro reciben el CEO de Blackrock en sus despachos. Basta ya. Terminen con la mentira. 

 

Autor

  • Luis Alberto Rodríguez (Tizayuca, México, 1983) es escritor y periodista. Autor de “Oficio rojo” (Revolución, 2014) y Eso que se dice hombre (Desde Abajo, 2023) y co-autor de Memoria contra el olvido (Indesol, 2008). Premio Nacional de Periodismo en derechos humanos. Ha divulgado sus piezas de narrativa, ensayo y poesía en diversas publicaciones, incluida Hispanic LA y la revista El Perro, becada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Su obra cotidiana puede encontrarse en su blog http://luisalberto.mx/

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