Vivimos rodeados de cámara de eco. Nos encanta escucharnos, que nos absorban y nos devuelvan las ideas. Nos inspiramos en nuestra burbuja de resonancia ideológica y nos montamos al mundo pensando que nuestras verdades son casi absolutas. Les pasa a todos. Son muy cómodos esos atajos que hace nuestra mente para refirmar nuestra visión. A veces, nuestra interpretación del mundo no daña; otras, se convierte en una avalancha política.
La teoría del fraude para confundir
En campaña es un peligro; en el poder, es una amenaza. Están conmigo o contra mí. Es de un extremo a otro sin puntos medios. En contienda se aplana el campo para las batallas y se construyen fortalezas por si acaso, o por si todo. Eso le pasó a Donald Trump en 2020 y es lo mismo que sucede con Kari Lake: no se resignan.
Ambos candidatos lanzaron la teoría de un fraude electoral incluso antes de las primarias. Querían sembrar dudas, por si los resultados no les favorecían. Sabían que, si ganaban, dirían que por primera vez se realizaron unos comicios justos; pero si no, podrían usar esa artillería que estaban lustrando desde sus precampañas. Y perdieron.
Donald Trump, incluso después del anuncio de su candidatura para la presidencia en el 2024, insiste en que le robaron las elecciones en 2020 y, a través de lo que él considera un proceso amañado en medio de la pandemia, la posibilidad de seguir ocupando la Oficina Oval de la Casa Blanca. Hoy vuelve por una revancha en el momento en el que su capital político comienza a extinguirse. Revivió por poco tiempo, pero en estas elecciones intermedias no le favoreció el viento de cambio, de protesta, de sentido común del pueblo norteamericano.
Siguiendo los pasos de Trump
Kari Lake sigue sus pasos en escala pequeña. La expresentadora de televisión que lideró las encuestas en las elecciones de medio término de Arizona hasta que las casillas se impusieron. No fueron pocos votos por los que perdió y ni con los contratiempos registrados el día de la votación hubiera alcanzado a liderar como lo hacía en la opinión pública en los sondeos. Pero la cantó desde mucho antes. En mi pueblo dicen que se puso el huarache antes de espinarse, pero se le subieron los cadillos.
Las elecciones se certificaron a pesar de todo. En las de 2020 no pudieron demostrar ninguna irregularidad que hubiera impactado drásticamente los resultados. En este 2022, las fallas en las máquinas de los centros de votación tampoco coartaron el derecho a emitir un sufragio. Pero todo el escándalo y las patadas de ahogado solo cimbran la desconfianza en el electorado que duda en si participar o no en los próximos comicios. Y cuando el pueblo tiembla, entonces sí es cuando Trump y Lake ganan.