Desde que el comité Judicial del Senado Nacional abrió su sesión para confirmar a Brett Kavanaugh como juez de la Corte Suprema de Justicia, los demócratas protestaron y miembros del público expresaron su oposición a los gritos tratando inútilmente de posponer la crucial reunión.
“Propongo que posterguemos… Esta audiencia es una farsa y una mofa de nuestras normas”, dijo el senador Richard Blumenthal (D-Connecticut).
Brett Kavanaugh, juez de la Corte de Apelaciones de Washington, D.C., fue nominado por el presidente Donald Trump para reemplazar a Anthony Kennedy en la Corte Suprema después que éste anunciara en junio que se jubilaba.
Antes de las elecciones
Para la administración Trump es apremiante que la nominación de Kavanaugh sea aprobada antes de fin de año ya que es posible que, en las elecciones de noviembre, el partido republicano pierda control del Senado. La institución en la que se confirma a los jueces. Este apresuramiento contradice la lentitud y obstáculos que estos mismos republicanos pusieron. Fue cuando el presidente Barack Obama nominó a Merrick Garland para reemplazar al juez Antonin Scalia en 2016. Una lentitud, políticamente inmoral. Estaba conectada con la proximidad de las elecciones presidenciales. Ahí los republicanos esperaban poder ganar y presentar un candidato diferente. Exactamente lo que terminó ocurriendo.
La nominación de Kavanaugh tiene implicaciones históricas ya que, de ser aprobado, se especula que el juez terminaría con el equilibrio ideológico que ha caracterizado a la corte hasta ahora y la empujaría hacia una tónica netamente conservadora.
Una de las razones por la cual los senadores demócratas del comité judicial trataron de posponer la sesión es porque la administración ha clasificado como confidencial y secreto numerosos documentos relacionados con el pasado de Kavanaugh. Estos describirían opiniones controvertidas de cuando era asesor de Kenneth Starr, durante el juicio político al expresidente Bill Clinton, y como secretario administrativo en la Casa Blanca de George W. Bush, en tiempos cuando se legalizó el uso de la tortura.
“El comité recibió sólo anoche, menos de 15 horas atrás, 42,000 páginas de documentos que no hemos tenido la oportunidad de repasar, leer o analizar”, se quejó la senadora Kamala Harris (D-California).
En sus doce años en la Corte de Apelaciones, el juez dictaminó en más de 300 casos. Analistas judiciales especulan que, en base a sus dictámenes, Kavanaugh ayudaría a revertir Roe v. Wade, que le dio a la mujer estadounidense el derecho al aborto, limitaría los derechos del matrimonio gay, promovería el derecho a tener armas, revisaría leyes de protección del medioambiente y consolidaría los derechos del sector empresarial.
Resultados claros
El comité Judicial cuenta con una mayoría republicana y, de antemano, se puede anticipar que no habrá ningún inconveniente en conseguir que se recomiende la nominación del juez. Esto quedó en claro en las palabras de algunos de los senadores republicanos.
“Esta audiencia no es sobre la aptitud del nominado. El juez Kavanaugh, con cualquier medida objetiva, está incuestionablemente calificado para la Corte Suprema”, dijo el senador Ted Cruz (R-Texas).
Lo único que podría obstaculizar el camino de Kavanaugh hacia la máxima corte judicial es si, en el debate final, en el plenario del Senado Nacional, algunos senadores republicanos no votan por el candidato. Algunos analistas centran sus esperanzas en las senadoras Lisa Murkowski (R-Alaska) y Susan Collins (R-Maine) que, en el pasado, se han alineado detrás de posiciones centristas.
Si estos fueran tiempos normales, tal vez esta audiencia judicial tendría otro carácter. Pero no son tiempos normales y es por ello que se transforma en una batalla política esencial para el futuro de la nación. La polarización política y un presidente que no parece tener mucho respeto por las tradiciones democráticas y que está empujando al país hacia un camino de autoritarismo que amenaza nuestras instituciones fundamentales, hace imperativo que la Corte Suprema mantenga su independencia e integridad. Kavanaugh parece más una marioneta de Donald Trump y de republicanos que ya han comenzado un proceso político que está empujando a la nación hacia épocas que pensábamos que habíamos dejado atrás. Con sólo 53 años, Kavanaugh va a tener décadas para poder destruir conquistas sociales y económicas que definen un Estados Unidos moderno y establecer esta nueva narrativa retrógrada.