Trump y las petroleras
Mientras el mundo presencia aterrado las consecuencias de la primera semana de ese descarrilamiento llamado la “administración” Trump, otra amenaza toma forma entre bastidores. Las petroleras ganaron la elección de 2016 y ahora se relamen al ver el tamaño del botín tras haber colocado al Quién Es Quién del negacionismo climático en el gabinete de Trump.
Rex Tillerson, ex CEO de ExxonMobil, es el candidato confirmado por el Senado para dirigir el Departamento de Estado, pese a que su experiencia diplomática consiste en agasajar a varios de los déspotas más crueles del planeta. Con su amigo Vladimir Putin firmó un acuerdo petrolero por valor de $500.000 millones, hasta que el ex Presidente Obama lo anuló imponiendo sanciones contra Rusia tras la invasión a Ucrania.
Scott Pruitt es el nominado para dirigir la Agencia de Protección Ambiental (EPA), contra la cual se querelló 14 veces como procurador general de Oklahoma. Rick Perry, ex gobernador de Texas y frustrado embajador petrolero ante el mundo, pretende dirigir el Departamento de Energía que él mismo que quiso eliminar hace años.
La lista de desmanes crece diariamente, incluyendo el reciente anuncio de que Trump emitirá una orden ejecutiva para abandonar el Acuerdo Climático de París. En el gabinete de Trump, todos los gallineros tienen su zorro vigía. Y entre todos amenazan con imponer la más tenebrosa caquistocracia.
Las petroleras pueden haber ganado la elección, pero están perdiendo la batalla por el futuro energético mundial. Como dice el ex Presidente Obama, la economía de energía limpia avanza imparable por todo el planeta.
Costa Rica, por ejemplo, extrajo prácticamente toda su energía en 2016 de fuentes renovales. Y en Gran Bretaña, la energía eólica superó a la carbonera por primera vez en la historia. No es de extrañar que en 2016, internacionalmente 16 petroleras y gaseras se declararan en bancarrota, mientras que en 2012, ninguna lo había hecho.
Y aquí en Estados Unidos, las energías solar y eólica han creado 12 veces más empleo que cualquier otro rubro de la economía. Un estudio del Fondo de Defensa Ambiental agrega que el sector de sustentabilidad energética emplea a 4,5 millones de trabajadores, en trabajos que no se pueden exportar. De hecho, según el Departamento de Energía, la industria solar emplea a más trabajadores en la generación de electricidad que la petrolera, carbonera y gasera juntas. Y por más que los negacionistas busquen hechos alternativos, la realidad es que el año pasado el 60% del crecimiento energético en Estados Unidos vino del Sol y el viento, unos 24.000 megavatios.
El costo de negar estos hechos —económica y climáticamente— sería catastrófico. Mientras que Trump amenaza con abandonar la energía limpia, China creará 13 millones de empleos e investirá $360.000 millones en este sector para el año 2020.
Los científicos nos advierten que para evitar las peores consecuencias del cambio climático, tenemos que dejar al menos 2/3 partes de las reservas de combustibles fósiles en el subsuelo. Aún así, Trump resucitó los proyectos que construirían los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, dos ideas tan descabelladas como innecesarias que solo beneficiarían a las petroleras que las defienden.
Entre nosotros los hispanos, el apoyo a la economía de energía limpia es más que abrumador. Una reciente encuesta del Green Latinos y el Sierra Club indicó que casi el 90% de los votantes hispanos apoya el Acuerdo de París y el 82% el Plan de Energía Limpia que lo cumpliría.
Trump se empeña en actuar como el único líder del mundo que niega la ciencia climática. En su primera semana en la Casa Blanca, sin embargo, ya se ha dado cuenta que la resistencia a la que se enfrenta es feroz.
Javier Sierra es un columnista del Sierra Club. Sígalo en Twitter @javier_SC