A fines del año 1971, cuando era un joven entusiasta de veinte años y mientras concurría a la Galería Meridiana, centro de poetas y escritores noveles de Buenos Aires, me sumé al plan de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) para la difusión del libro como medio de crear una juventud de lectores y escritores. Durante algunos años (1972, 1973 y 1974), salíamos a las calles, parques y plazas de la ciudad a leer nuestros poemas, acompañando a músicos, bailarines y grupos de representaciones teatrales. También concurríamos a las bibliotecas públicas para incentivar la lectura en los jóvenes y adultos.
La Feria del Libro
Podemos decir que la cultura estaba de fiesta. Al ver el resultado masivo de estos encuentros, en 1974, la SADE convocó a diferentes cámaras editoras para organizar una feria en un predio cerrado, donde el público conociera a los escritores y pudiera conversar y debatir con ellos sobre literatura y otros temas. Los jóvenes escritores vimos la oportunidad de crecer (y aprender), junto a afamados como Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Adolfo Bioy Casares, Abelardo Castillo, Silvina Bullrich, María Esther De Miguel, Santiago Kovadloff, Marco Denevi, Beatriz Guido y Manuel Mujica Láinez. Así fue como surgió la Primer Exposición y Feria Internacional de Buenos Aires, El Libro del Autor al Lector, de la que orgullosamente formé parte.
Todavía recuerdo los primeros días de marzo de 1975, cuando armábamos los stands, barríamos el piso y colgábamos carteles publicitarios, y aclaro esta fecha porque menos de una semana de terminar la Primer Feria del Libro las fuerzas armadas argentinas, en una acción antidemocrática comandada por el General Videla, tomaron el poder político, económico y social del país, comenzando la época negra de la historia argentina, en donde ser escritor, intelectual, estudiante universitario o simplemente libre pensador era un pecado mortal, y cuando digo mortal es literal, porque fueron asesinados, desaparecieron o emigraron la mayoría de los intelectuales argentinos.
Ayer y hoy
Hace unos días se inauguró la 37th Feria del Libro, y pasó mucha agua bajo el puente. En los últimos 37 años he madurado, por no decir envejecido, y la democracia llegó a la Argentina en 1982 para quedarse, pero si analizo el fondo veo que todo cambió para que nada cambie. Particularmente he continuado tras aquellos ideales veinteañeros de difundir a los nuevos escritores, y ahora en la práctica, como director de Windmills Edition lo estoy logrando.
Relegué mi ideal de ser un gran escritor, en pos de ser un buen editor y lograr dar a conocer al mundo a los escritores latinoamericanos. Pero en estos 37 años la República Argentina pasó de una feroz dictadura de derecha que perseguía y asesinaba a quienes pensaran diferente, a su actual populismo de izquierda donde tratan de censurar y prohibir a quienes piensan diferente.
Recuerdo que a partir del golpe militar de 1975 se prohibieron los discos de Mercedes Sosa, que tenía la voz más hermosa que escuché en mi vida, porque la cantante folklórica pertenecía al Partido Comunista, y como ella muchos músicos, escritores e intelectuales pasamos a las “listas negras” de los medios de difusión. Hoy la “pseudo-intelectualidad” argentina quiere prohibir a Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, por pensar diferente a ellos. Por eso digo que todo cambió para que nada cambie. Por suerte primó la cordura y el autor de “Tía Julia y el escribidor”, inauguró la 37th Feria del Libro en Buenos Aires, Argentina.
Los pseudo-intelectuales
Cuando leí que Mario Vargas Llosa tildó de “activistas violentos” a los intelectuales oficialistas de Argentina que objetaron que el escritor peruano diera el discurso inaugural de la Feria del Libro de Buenos por su ideología y opiniones políticas, sentí vergüenza ajena y un sabor amargo quedó en mi boca.
Mas cuando el gran escritor peruano preguntó si “los intelectuales oficialistas, (afines al gobierno de Kirchner), pretenden que Argentina se convierta en una nueva Cuba”. Indudablemente estos pseudo-intelectuales quieren volver a la época de Videla o Pinochet donde se censuraba y prohibía al que pensara distinto. “¿Qué clase de Argentina quieren los intelectuales kirchneristas?”, pregunto Vargas Llosa en el artículo “Piqueteros intelectuales” publicado en el diario español El País. “¿Una nueva Cuba –prosigue– donde, en efecto, los liberales y demócratas no podríamos jamás dar una conferencia ni participar en un debate y donde solo tienen uso de la palabra los escritores al servicio del régimen?”
El Nobel de Literatura concluye que “la convulsionada Venezuela de Hugo Chávez es su modelo”, aunque precisa que en el país bolivariano “la inmensa mayoría de los intelectuales, tanto de izquierda como de derecha, no es partidaria de los vetos y censuras. Los vetos y las censuras tienden a imposibilitar todo debate y a convertir la vida intelectual en un monólogo tautológico en el que las ideas se desintegran y convierten en consignas, lugares comunes”.
Incluso, el Premio Nobel se dirigió especialmente al director de la Biblioteca Nacional Argentina, Horacio González, «alguien que ocupa el sitio que dignificó Jorge Luis Borges» y quien encabezó las firmas en la nota que solicita la censura sobre Vargas Llosa, explicándole que confía en que a González «no lo asalte nunca la idea de aplicar en su administración el mismo criterio que lo guió a pedir que silenciaran a un escritor, por el mero hecho de no coincidir con sus convicciones políticas» y que evite «depurar las estanterías de libros que desentonan» con sus ideas.
Los nuevos paradigmas
En su participación en el Congreso Internacional de Innovación Educativa 2011, realizado hace pocos días en la ciudad de México, el premiado escritor sostuvo los nuevos paradigmas que deben apoderarse del pensamiento de la sociedad.
“La historia es algo que nosotros hacemos desde nuestras acciones y omisiones, quiere decir que depende enteramente de nosotros lo que ocurra en el campo de la cultura. Si nosotros creemos que la frivolización está empobreciendo y deteriorando esa fuente de enriquecimiento que son las artes y las letras, tenemos que actuar de diferentes maneras a través de sociedades abiertas, acciones políticas, campañas intelectuales, periodísticas y ante todo a través de la educación”. Y “si no hay patrones o modelos, debemos inventarlos, busquemos esos modelos que sean funcionales y que se puedan aplicar a través de los consensos que la democracia permite”. Respecto a esto último, aseguró que: “La democracia es un privilegio extraordinario, es algo precioso pero si queremos que funcione, debemos preservarla y cuidarla y mantenerla siempre viva, no dejar que se corrompa. Los países más cultos han demostrado, a lo largo de la historia, que la falta de respeto a la ley o a la democracia. Los convertía en horribles y atroces dictaduras como el fascismo, nazismo, comunismo, esa idea de que el futuro es nuestro, tiene algo de aterrador pero debería ser estimulante».
La censura
Con respecto a la censura el autor de “La ciudad y los perros”, fue terminante. Manifestó que «Estoy en contra de cualquier forma de censura. Creo que los sistemas especiales de censura siempre conducen a la arbitrariedad y al atropello. Creo que la ley debe ser respetada, que la libertad de expresión y el derecho de crítica son valores fundamentales de la cultura de la libertad.
Si queremos tener una sociedad donde se avance a formas superiores de justicia, esos excesos y atropellos incluso si acaso están incentivados por la mejores razones del mundo, pueden ser juzgados y sancionados, es muy importante no hacer concesiones a la ilegalidad utilizando razones cívicas, políticas, morales. La civilización es una legalidad y todas la civilizaciones democráticas tienen mecanismos para ir perfeccionando esta legalidad si se han cometido errores”.
Agregó que “para un escritor es muy fácil entender la importancia de las formas, de eso depende de que una novela o un poema sean buenos o sean malos. El contenido depende enteramente para que sea persuasivo, banal, indigente de la forma, la democracia es lo mismo. Si se respeta la democracia funciona, pero si se violentan las formas la democracia, poco a poco empieza a corromperse. Igualmente hay que defender la libertad de prensa. Pero no hay que utilizarla para ir más allá de lo lícito y de lo permitido. Porque poco a poco se va convirtiendo en libertinaje y nos conduce al caos, después una depreciación moral y cívica de las instituciones», señaló.
Parece que los pseudo-intelectuales argentinos, mejor llamados “piqueteros intelectuales”, olvidaron al gran maestro, escritor, militar y Presidente Argentino, Domingo Faustino Sarmiento, cuando dijo: “¡Barbaros, las ideas no se matan!”, y yo agrego: ¡Y los genios como Mario Vargas Llosa, no se censuran!