La modernidad ha ido filtrándose en la tradición yaqui y es así que ahora se pueden observar máscaras muy diversas, que en su mayoría representan guerreros o personajes de dibujos animados.
El fin de la cuaresma es el de hacer penitencia por la muerte de Cristo. Muchos de los integrantes de las comunidades yaquis se enrolan en las tropas de fariseos, debido a algún favor que pidieron a dios o a la virgen y que se les ha cumplido. La tradición dice que quien sirve un año en la tropa, debe salir los otros dos años siguientes, es decir que cada chapayeca sale tres años consecutivos.
El hecho de comprometerse a portar la máscara implica el alejarse del mundo material, ya que hay varias prohibiciones. Un fariseo no puede hablar mientras porta la máscara, es por eso que antes de enfundársela, se pone un rosario en la boca. La máscara se lleva en los largos recorridos que hacen por el pueblo, o en el caso de Hermosillo, por la ciudad. Estos recorridos tienen el fin de juntar provisiones para llevar a la ramada y poder subsistir durante los cuarenta días que la Cuaresma implica.
En estos cuarenta días, los habitantes de las ramadas no pueden ir a sus casas, ni bañarse, ni comer carne, ni estar bajo techo o pisar concreto, ni tener intimidad de ningún tipo. Solo la madre, esposa o madrina del chapayeca pueden visitarlo en la ramada para llevarle comida. Durante el tiempo de su reclutamiento, el hombre de familia se ausenta de casa y del trabajo, así que parte de lo que se consigue en las caminatas, de casa en casa, es para mandar a la familia de los fariseos que no tienen otro ingreso que el del padre o hermano que cumple penitencia.
Yo he tenido fascinación por los fariseos desde que tengo memoria. Los he visto pasar frente a mi casa danzando a cambio de algunas monedas o provisión para llevar.
El sonido de los tenabaris [1] se alebrestan al movimiento de los pies duros y gráciles del danzante. No tenía idea de a dónde iban ni de dónde venían. Después supe de las ramadas y fui a conocerlas.
Una ramada la habitan un capitán mayor, capitán segundo, Pilatos, cabo mayor, cabos y cabitos (son niños de entre 6 y 12 años) todos ellos responsables de guardar el orden y hacer que los chapayecas o fariseos cumplan su penitencia y sancionarlos en caso contrario.
Hay muchas historias que ellos cuentan sobre chapayecas a quienes la máscara se les pega a la cara por desobedecer las reglas, por mirar o pensar en una mujer de manera lasciva. Escuché una vez la historia de un hombre que pidió un permiso especial para ir a su casa a ver como estaban su esposa e hija de meses.
Dicen que el hombre fue, se acostó en su cama a echar una siesta. Al otro día su hija, que no estaba enferma, amaneció muerta.
Los últimos tres días de la semana santa, se hacen ceremonias especiales, van las rezadoras y las cantoras, que entonan plegarias en lengua yaqui. Se hace el conti.
Hay luto. La noche del viernes se pasa en vela; la ramada, que equivale a una iglesia, es custodiada por dos chapayecas. Las rezadoras están dentro. El mal anda suelto y hay que resguardar a la virgen y a Cristo que están dentro. Por fuera hay un fariseo con máscara de diablo que hace travesuras a los presentes. Es la diversión de los niños que visitan el lugar.
Ya el sábado como a medio día, después de las procesiones, se lleva un mono relleno de tela, paja y fuegos artificiales, que simboliza a Judas Iscariote, al cual se prende fuego junto con las máscaras y báculos chapayecas, que después de la quema, quedan limpios de pecado. Es como un renacimiento. A partir de entonces comienza la fiesta y bailan los pascolas y el danzante del venado.
Mucha gente no le da la importancia que se debe a estas tradiciones. Van a las ramadas como quien va a una feria. Comen y beben mientras miran el desfile de máscaras. Ensucian el sitio sagrado con envoltura chatarra e ignorancia. El gobierno no hace nada, incluso ha ido despojando de terrenos a la comunidad yaqui de Hermosillo, por intereses empresariales.
Por suerte la sangre yoréme es sangre guerrera, es por eso que las tradiciones se van adaptando a los cambios que se les presentan y siguen realizando la ceremonia cada año. A ellos he escrito varios poemas.
[1] El tenabari es un capullo de mariposa, el cual es muy buscado por los yaquis, ya que con ellos hacen los coyolim, que es una hilera larga de tenabaris rellenos de piedrecillas que las hormigas dejan alrededor del hormiguero. Los coyolim se enrollan en las piernas de los danzantes y el sonido que producen un sonido similar al de la serpiente de cascabel.