Una de las paradojas de esta campaña electoral a la presidencia es la dicotomía en el tema económico. El presidente Joe Biden y su equipo muestran cifras positivas, optimistas y esperanzadoras que enumera entre sus logros desde que asumió el poder en enero de 2021. Que se crearon 11 millones de empleos, que la cesantía de 3.9% es bajísima y hay escasez de trabajadores, que han abierto 5.5 millones de pequeños negocios, un récord.
Sin embargo, encuesta tras encuesta muestra que el descontento con su situación económica es uno de los principales temas que preocupan a los estadounidenses. Que por ello aumenta el caudal de votantes que en noviembre optarán por Donald Trump o se abstendrán de participar.
Los números esgrimidos por los demócratas son ciertos: la economía en su conjunto ha demostrado ser resistente. Pero debajo de la superficie, muchas familias de ingresos bajos y moderados están luchando.
Como las familias en la comunidad latina saben, hemos vivido en 2022 una ola inflacionaria que se manifestó en la suba de los precios de productos de primera necesidad, y sufrimos simultáneamente las consecuencias de las tasas de interés más altas en décadas.
Para contener la inflación, el Banco de la Reserva Federal (FED) ha estado aumentando las tasas de interés. En los medios financieros cundió el temor de que ello desencadenara una crisis del sistema financiero, un derrumbe en la bolsa de valores, una ola de quiebras o la tan temida recesión. Ninguna de estas profecías se ha cumplido.
Quienes ya gozaban de buenos ingresos y ahorros han vivido en una bonanza económica como consecuencia. Y sin embargo, millones de familias de bajos ingresos a lo largo del país la situación empeora. Entre ellos las familias latinas y afroamericanas ocupan una porción desproporcionada y preocupante.
Para quienes viven en unidades de alquiler las rentas han subido 30% desde la pandemia y ocupan una porción creciente de sus gastos. Los precios de las casas son inaccesibles para la mayor parte de la población.
Para quienes pagan una hipoteca variable por sus hogares, el interés está en 7.5% o más y la mensualidad sigue subiendo.
Para quienes usan sus tarjetas de crédito para gastos del día los intereses suben. Viven pagando el interés y su deuda nunca baja. En febrero de 2022 el interés promedio era de 16.17%. Dos años después, promedian 22.75%.
Para quienes calculan sus gastos semanales de comida, estos han subido obligándolos a racionar. En 2022 los precios de alimentos subieron 10% y más de 5% al año siguiente.
Menos gente dejó de comer fuera de casa por los altos precios, lo que ha llevado al cierre de numerosos restaurantes, particularmente de las cadenas de comida rápida, pero no de alta cocina. Entre ellos, Starbucks, KFC, MCDonald’s, Denny’s.
Para quienes tienen un dinerito en las mal llamadas “cuentas de ahorro” en los bancos estas daban un risible interés de 0.58% en abril, muy por debajo del aumento del costo de la vida.
Todo ello sin que paralelamente suban sus ingresos, lo que obliga a las familias a reducir sus gastos y a buscar un segundo o tercer empleo. Quienes ahorraban para su jubilación ahora usan esos ahorros.
En ese contexto, los números optimistas no consuelan la aflicción de la gente.
El Departamento de Trabajo dijo que el índice de precios del productor subió en abril un 2.2% anual. Si sigue la tendencia inflacionaria, varios directores del FED dijeron que seguirá aumentando los intereses. Es un error.
Las consecuencias serán nefastas para muchos consumidores en problemas. Las brechas económicas en el país seguirán ahondando.
Por eso no debería sorprender el descontento con el desempeño del gobierno federal. Ese descontento se manifestará en las urnas en noviembre.
A menos que el énfasis de la administración y la FED cambie.
Las tasas de interés deberían comenzar a bajar. De lo contrario, los logros que tanto repite Biden terminarán por esfumarse, especialmente si se sigue ignorando el costo que la situación actual tiene para la gente de la calle.