Análisis: el plan económico de Biden, hondas expectativas, críticas feroces
En 2016, Donald Trump, entonces una de las personas más ricas del país, pagó solamente $750 dólares en impuestos federales.
Los recortes de Trump
Al año siguiente, una suma idéntica, destacando cómo un empresario rico y sin escrúpuloss aprovecha un código tributario creado a su conveniencia y una aplicación tributaria débil.
Poco más de un año después, como presidente de Estados Unidos, Trump impulsó una reforma impositiva que bajó los impuestos que deberían pagar los que más tienen a tasa más baja de la historia. Sus «amigos» le congratularon. Y él se ufanó, en la infaltable celebración en Mar-A-Lago, de que les había regalado miles de millones de dólares.
El 5% más rico de la población recibió el 40% de los ahorros impositivos. Algún multimillonario con conciencia social reveló que pagaba menos impuestos que su secretaria de oficina.
Esta fue la reforma más importante en la presidencia – por otro lado desgraciada para la población del país – de Trump. No por eso, menos cínica y manipuladora. Pero ya antes de ese cambio, las personas más ricas del país han encontrado infinitas maneras de limitar – o como en el caso del expresidente, casi eliminar – su contribución al erario.
Y cuando la entonces candidata Hillary Clinton le recriminó no pagar impuestos, Trump conquistó el corazón del público de una vez y para siempre con un guiño enfermizo, una sonrisa y: «eso muestra lo inteligente que soy».
Ideología y vocabulario patrióticos
A personas como Trump y ese 5%, o el 1%, sirve principalmente el partido Republicano, quien se encarga de dar forma de ideología y lógica patriótica a su aversión a contribuir al fisco. Y el Demócrata lo hace también, pero a escondidas. A menos que le toque el turno de salvar la economía de los desastres de la otra agrupación.
En ese plano, sostienen una verdadera lucha de clases, desde la pudiente. Allí, ese 1% posee el 35% de la riqueza nacional. El 80% comenzando desde abajo, posee el 11%.
En las décadas de 1950 y 1960, la tasa impositiva máxima fera de 91%. Y el país prosperaba. Ahora es de 46%.
Así, echándole el fardo a la clase media trabajadora, se financia el presupuesto nacional. Ahora: solo un tercio del presupuesto federal es discrecional, es decir, determinado cada año o dos por el Congreso. De éste, el gasto en defensa representa la mitad. La otra mitad consiste en todo lo demás: subsidios a la agricultura; transporte, ciencia, energía, medio ambiente, vivienda, beneficios para veteranos de guera, salud pública (incluyendo Medicare), educación y mantención del gobierno.
No alcanza.
En 2018, Estados Unidos gastó más en «defensa» que los próximos diez países, juntos.
Así, no hay suficiente dinero para las necesidades de quien lo suministran, incluyendo educación, vivienda, salud pública, ayuda a los necesitados y mucho más.
El plan económico de Biden
Esta semana, Joe Biden cumplió sus primeros 100 días de presidencia con avances en varios frentes, como la guerra contra el COVID-19, la lucha contra el cambio climático o el fin a la barbarie antiinmigrante de Trump.
Estos avances no son completos. Para superar la crisis se requiere reactivar la economía y que millones de cesantes vuelvan a trabajar. Por eso, el Congreso debe aprobar una propuesta de infraestructura, el Plan de Empleo Estadounidense. Este es el plan económico de Biden. Es ambicioso e histórico. Como lo son también las circunstancias.
El plan incluye una gama amplísima de proyectos y tareas que contemplan devolver la estabilidad económica y el impulso. Revitalizará la manufactura, asegurará las cadenas de suministro e invertirá en investigación y desarrollo.
Reparará carreteras, reconstruirá puentes, actualizará puertos, aeropuertos y sistemas de tránsito. Suministrará agua potable limpia, una red eléctrica renovada y banda ancha de alta velocidad para todos.
Modernizará escuelas y universidades. Mejorará los hospitales de veteranos.
Creará puestos de trabajo y aumentará salarios y beneficios para los trabajadores de cuidados domiciliarios esenciales.
Cambiará para no tener que cambiar demasiado.
Una espera demasiado larga
Muchas de esas mejoras han esperado demasiados años, como los aumentos en licencia de parto pagada, la inversión en el cuidado de niños y el colegio comunitario gratuito.
Para financiarlo, Biden propone entre otros ahorros y recortes todavía no anunciados, restablecer las tasas impositivas principalmente a quienes ganan un millón de dólares al año o más, esas mismas tasas que han caído desde hace 70 años y que fueron reducidas aún más por Trump. Además, duplicar el impuesto a los rendimientos de las inversiones – la ganancia de capital – cuando se venden acciones y otros activos.
Según la oficina de Presupuesto del Congreso Federal, el hecho de que las ganancias de capital – son gravadas muy por debajo de los salarios, le cuesta al país 1.3 billones (millones de millones) de dólares cada año.
Ese uno por ciento de la población que supuestamente pagará más, ha gozado durante demasiado tiempo de un sinfín de leyes y regulaciones que les permite evadir sus responsabilidades. Y lograron llegar a la tasa más baja de la historia imponiendo su ideología, según la cual, cuando sus oponentes dicen que quieren aumentar los impuestos a los ricos en realidad los quieren subir «a todos».
Es justo y necesario entonces, y es hora de que quienes se beneficiaron durante décadas – mientras la carga impositiva recaía sobre la clase media asalariada – también contribuyan al esfuerzo.
Una reacción inmediata
La sola mención de que deberán pagar más al fisco está levantando en armas a la oposición. Ahí se ve, mediante sus portavoces en el Senado y publicaciones como el Wall Street Journal.
Pero su resistencia no es más que codicia disfrazada de argumento económico.
Sí, el nuevo presidente sorprende por lo decisivo de sus medidas, especialmente ante la inacción de la anterior administración. No es que realmente quiera. Es que no le queda más remedio.
Ahora, comienza la lucha para aprobar este plan, clave para la recuperación de la población.
Por el bien del país todo, es hora de que Biden y los demócratas que encabeza se deshagan de su timidez tradicional en el tema de impuestos a los más pudientes e impulsen una agenda más igualitaria. Será un buen comienzo.