Los indultos presidenciales son una aberración
Faltando pocas semanas para el final de su término como presidente de Estados Unidos, Joe Biden usó la autoridad que le confiere el Artículo II de la Constitución e indultó a su hijo Hunter de todos los cargos formulados en su contra. Biden hijo había sido hallado culpable a principios de este año por cargos federales por ocultar su adicción al crack al comprar un arma, y se declaró culpable de delitos fiscales por no pagar $1,4 millones en impuestos federales. Estaba esperando su sentencia.
Hunter Biden ha sido también objeto de continuas investigaciones del Congreso por sus negocios internacionales durante más de cuatro años.
La ferocidad con la que fue atacado el hijo del presidente recuerda las interminables investigaciones del fracaso de Benghazi con los que los republicanos persiguieron durante años a Hillary Clinton como secretaria de Estado, con el fin de debilitar su candidatura presidencial, lo que en última instancia lograron.
La caza de brujas contra Hunter Biden tuvo como blanco al Presidente y entonces candidato para la reelección. Muy rápidamente se extendieron las acusaciones públicas e infundadas en insultos contra la calumniada incesantemente “familia criminal Biden”.
Es comprensible entonces la furia con que los republicanos recibieron la sorprendente noticia de la Casa Blanca. Biden les privó de una herramienta de ataque personal. Aunque seguramente encontrarán otras para “investigar” en los próximos dos años en un ciclo interminable y sin sentido que gastará el tiempo y los recursos del Congreso.
Trump abusó del derecho al indulto
Durante su primera presidencia, Trump ejerció 237 actos de clemencia: 143 perdones totales y 94 conmutaciones de pena. Lo mismo hicieron sus antecesores. Pero en lugar de hacerlo como correcciones de injusticias, se enfocó en favorecer a allegados y sus parientes. La lista es extensa, pero mencionamos a sus aliados y colaboradores Roger Stone, Steve Bannon Dinesh D’Souza y el general Michael Flynn, al ex Sheriff Joe Arpaio, y su consuegro Charles Kushner.
Hay más. Agrega Philip Elliott del semanario Time: «El primer mandato de Trump incluyó regalos para el exgobernador de Illinois Rod Blagojevich, el excomisionado del Departamento de Policía de Nueva York Bernie Kerik y el “rey de los bonos basura” Michael Milken. También empleó su poder de indulgencia para perdonar a cinco miembros de su personal y asesores, tres miembros de las fuerzas armadas uniformadas acusados de crímenes de guerra, siete exmiembros del Congreso caídos en desgracia (todos republicanos) y diez proveedores de atención médica acusados de participar en un enorme plan de fraude al Medicare».
No menos favoritismo demostró en estas semanas de nombramientos a puestos cruciales de su administración cuando eligió al mismo Kushner como embajador en París y como su embajador plenipotenciario a Medio Oriente a su otro consuegro, el multimillonario Massad Boulos. Tampoco olvidamos que en su primer mandato su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner fueron asesores presidenciales de alto nivel.
Más indignante aún es que Trump se dispone a usar la acción de Biden para indultar a los criminales que participaron en el asalto al Congreso el 6 de enero de 2021 en el intento golpista que él promovió para prevenir la aprobación de su derrota electoral por el Congreso. Son 1,500, de los cuales 890 fueron hallados culpables de crímenes federales.
Es cierto que el anuncio fue una sorpresa. Biden y sus portavoces negaron durante meses que el presidente se propusiera indultar a Hunter Biden y sin embargo lo hizo.
Padre, no político
El padre se impuso al político. Especialmente porque, una vez que parta de la Casa Blanca, la carrera política de Joe Biden habrá llegado a su fin.
La base de una crítica real a la decisión de Biden es que los presidentes no son reyes. El poder total de amnistía que tienen, que no está sujeto a inspección o restitución, es antidemocrático por excelencia. Si no pueden anular ese derecho, los presidentes deberían ignorarlo. Pero es mucho pedir.