La inmigración – general, pero especialmente la que proviene de México y Centroamérica, la que consiste en personas de bajos recursos y refugiados de la crisis en los países de origen – ha sido y seguirá siendo un tema crucial para cada votante en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
El discurso antiinmigrante
Donald Trump ha basado su campaña electoral, desde su comienzo en 2015, en el ataque contra los migrantes, especialmente los provenientes de México y Centroamérica. Los sigue insultando, denigrando y calumniando como si fuesen criminales, traficantes de drogas o depredadores sexuales. Sus votantes le escuchan y justifican.
Por encima de estas acusaciones, prevalecen las patrañas de que los inmigrantes invaden el país, que quitan sus puestos laborales a los estadounidenses – entiéndase blancos no latinos -, que reciben ayuda social del gobierno, que pululan en el sistema educativo, que se aprovechan del cuidado médico estadounidense y que en general usan arteramente recursos ajenos.
Han hecho a los inmigrantes, especialmente a los indocumentados latinos, responsables de todo mal que aqueja a quienes integran la masa de votantes de Trump. Son el chivo emisario de sus problemas económicos y sociales.
Es una tendencia preocupante en vistas de las probabilidades de que Trump vuelva a la Casa Blanca. Como sea, en los próximos meses los ataques seguirán a la alza.
Ante esto, la campaña de reelección del presidente Joe Biden, en vez de defender a la comunidad con la verdad, ha reaccionado erosionando gradualmente el apoyo a la comunidad latina y su compromiso con la reforma migratoria. Recientemente, los demócratas en el Congreso cedieron a las demandas republicanas de militarizar la frontera y cerrar la vía del asilo a quienes huyen de sus países de origen como concesión para que estos últimos apoyen la ayuda financiera a Ucrania. La oposición de Trump a todo acuerdo con los demócratas echó por tierra ese compromiso.
Los inmigrantes y la economía
Biden y los demócratas tendrían que haber dicho y repetido la verdad, que es más compleja. Los inmigrantes son y serán cruciales para el desarrollo de la economía y para evitar una recesión.
A nivel macroeconómico, las tasas de fertilidad en el país han caído a su nivel más bajo en cien años, dando fin a su aumento durante los meses de la pandemia. Es hoy de 1.62 nacimientos por mujer, muy por debajo de la tasa de reemplazo generacional que es 2.1.
El desempleo ha seguido su curso de descenso desde el 10% en 2010 con la sola interrupción del inicio del COVID en 2019, a 3,5% actualmente. Según los expertos, cuando es menos del 4% de hecho significa que hay escasez de trabajadores. Esto significa que el flujo migratorio, como lo ha hecho a lo largo de nuestra historia, es el que soluciona los problemas económicos del país.
El mes pasado, el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell dijo que el crecimiento de la inmigración explica, “cómo puede haber crecido la economía en más del 3% en un año en que casi todos los economistas externos pronosticaban recesión.»
En síntesis, el pobre crecimiento de la población estadounidense ralentiza el desarrollo económico, por lo que el país requiere un flujo constante de inmigrantes. Eso incluye a quienes entran sin permiso.
Trabajadores claves para el crecimiento
Por más que Trump quiera que quienes vienen al país provengan de “países lindos”, esa no es la realidad.
Este flujo no solamente incide positivamente en el aumento de la población y la natalidad, sino que beneficia al país porque el grueso de los inmigrantes pertenecen al grupo demográfico de 25 a 54 años, que es la edad laboral principal, tal como lo determinó la Oficina de Presupuesto del Congreso en enero de este año. Vienen listos para trabajar.
El aumento de la población inmigrante, aunque lleva a la necesidad de aumentar recursos como vivienda y transporte, es un elemento clave, como lo ha sido siempre, en el crecimiento de nuestro país. Y esta es la realidad que pasa desapercibida entre la incitación al odio, la deportación y el rechazo.
Este artículo fue apoyado en su totalidad, o en parte, por fondos proporcionados por el Estado de California y administrados por la Biblioteca del Estado de California.