Fecha original de publicación: 24 de agosto de 2010
Chile sigue trizado, y los forados que se abren en las trizaduras son cada vez más profundos. Hay tantos ricos mezquinos como pobres cobardes y rastreros. Hay mediopobres que dejaron de serlo y ahora son medioricos, constituyéndose en la casta social más egoísta e indolente.
Ya escaparon del lodazal pútrido y no quieren mirar hacia atrás. Son ellos los que se alejan de los pobres y van tras los pasos de los ricos antiguos. Construyen ghettos infranqueables, verdaderas ciudades amuralladas custodiadas por guardias y sistemas de seguridad, con sus propios colegios, iglesias y circuitos de entretención. Se van cada vez más lejos, cada vez más arriba, hasta donde no llegue ni el olor de los bárbaros atorrantes.
Los ciudadanos pobres ahora comprenden, y así lo expresan, que somos iguales en todo sentido. Pero los ricos y los nuevos ricos dicen, ¡no!, no somos iguales, nosotros emprendemos, capitalizamos, damos trabajo, movemos el país. Ustedes permanezcan allá abajo y nosotros acá arriba.
La lucha de clases se ha invertido. Hoy la promueven y la hacen perdurar los ricos. Los pobres ya no hablan de clases, sino de igualdad, a pesar de que consumen, aprenden y se informan de acuerdo a lo delineado por ricos y medio ricos.
Hay muchos que quisieran ser más blancos, tener las piernas más largas, los ojos más claros y el rostro más anguloso. Los nuevos ricos y los no tan pobres pueden intentarlo.
Se blanquean agregando un conector a su apellido español, o anglicanizan en la medida de lo posible los porfiados genes indígenas. Imitan el vestuario, las costumbres y las muletillas de la oligarquía. Las mujeres tiñen de claros colores sus cabellos, se liposuccionan el abdomen y la papada, se enderezan la nariz, se agrandan las tetas y el culo, se emparejan los dientes y se liman los callos.
Los hombres se rasuran parte de su ínfima frente para que parezca más europea. El viejo Chevy o el Hyundai de tercera mano se cambia por cualquier cosa que tenga tracción en las cuatro ruedas. Dejan de votar por la izquierda y el centro político para pasar a engrosar las filas de la ultraderecha, aunque nunca se entienda bien qué diablos significa eso.
El fascismo de los nuevos ricos, los casi ricos y los no tan pobres surge desde otra dimensión, ya no como un legítimo afán de limpieza social, sino para defender lo propio de los miedos autofabricados.