La liposucción del miedo, por Jorge Muzam: nuevos ricos en Chile
Hay muchos que quisieran ser más blancos, tener las piernas más largas, los ojos más claros y el rostro más anguloso. Los nuevos ricos y los no tan pobres pueden intentarlo
Fecha original de publicación: 24 de agosto de 2010
Chile sigue trizado, y los forados que se abren en las trizaduras son cada vez más profundos. Hay tantos ricos mezquinos como pobres cobardes y rastreros. Hay mediopobres que dejaron de serlo y ahora son medioricos, constituyéndose en la casta social más egoísta e indolente.
Ya escaparon del lodazal pútrido y no quieren mirar hacia atrás. Son ellos los que se alejan de los pobres y van tras los pasos de los ricos antiguos. Construyen ghettos infranqueables, verdaderas ciudades amuralladas custodiadas por guardias y sistemas de seguridad, con sus propios colegios, iglesias y circuitos de entretención. Se van cada vez más lejos, cada vez más arriba, hasta donde no llegue ni el olor de los bárbaros atorrantes.
Los ciudadanos pobres ahora comprenden, y así lo expresan, que somos iguales en todo sentido. Pero los ricos y los nuevos ricos dicen, ¡no!, no somos iguales, nosotros emprendemos, capitalizamos, damos trabajo, movemos el país. Ustedes permanezcan allá abajo y nosotros acá arriba.
La lucha de clases se ha invertido. Hoy la promueven y la hacen perdurar los ricos. Los pobres ya no hablan de clases, sino de igualdad, a pesar de que consumen, aprenden y se informan de acuerdo a lo delineado por ricos y medio ricos.
Hay muchos que quisieran ser más blancos, tener las piernas más largas, los ojos más claros y el rostro más anguloso. Los nuevos ricos y los no tan pobres pueden intentarlo.
Se blanquean agregando un conector a su apellido español, o anglicanizan en la medida de lo posible los porfiados genes indígenas. Imitan el vestuario, las costumbres y las muletillas de la oligarquía. Las mujeres tiñen de claros colores sus cabellos, se liposuccionan el abdomen y la papada, se enderezan la nariz, se agrandan las tetas y el culo, se emparejan los dientes y se liman los callos.
Los hombres se rasuran parte de su ínfima frente para que parezca más europea. El viejo Chevy o el Hyundai de tercera mano se cambia por cualquier cosa que tenga tracción en las cuatro ruedas. Dejan de votar por la izquierda y el centro político para pasar a engrosar las filas de la ultraderecha, aunque nunca se entienda bien qué diablos significa eso.
El fascismo de los nuevos ricos, los casi ricos y los no tan pobres surge desde otra dimensión, ya no como un legítimo afán de limpieza social, sino para defender lo propio de los miedos autofabricados.
Desde hace tiempo manejo la idea del pseudo pobre como una de los peores males que se reproduce a escala en la sociedad argentina en estos días. Éste vendría a ser el pobre que vive alimentandose de los planes sociales que el gobierno nacional reparte sin mayor criterio con la intención de reducir algunos índices que le «afean» el balance del mes. Una especie de maquillaje utraopaco y pesado que pretende borrar todas las arrugas de la cara y termina por convertirse en una horrenda máscara que se nota groseramente al salir a la calle y contemplarla a la luz del sol. Este sistema ya tiene varios años y sólo ha sabido formar a este nuevo ciudadano que no tiene la más mínima intención de progresar, que se cruza de brazos durante todo el día y cree que el trabajo es cosa indigna, se regodea en la miseria externa de su hogar pero por dentro goza de todas las comodidades de una clase media que se leventa a las cinco de la mañana para traer el pan de cada día y tomarse unas breves vacaciones en la costa atlántica, se visten con lo mejor que tienen, obtienen prestamos especiales además de sustanciales rebajas en los servicios públicos, además mandan a sus hijos a comer en comedores públicos o en las esuelas, reciben becas o subsidios por tener muchos hijos en la escuela o por la cantidad de veces que repiten. Oportunistas en todo sentido, no avanzan ni un paso de su estado de pobreza porque así se vive bien y sin trabajar… paradógicamente esto debería ser un gol en contra para el gobierno y su deseo de bajar los números de la pobreza, pero los números bajan… ellos dejaron de ser pobre pero se consideran porbres para mantener el beneficio… se ríen y se jactan de su pobreza.
Este grupo termina generando un descontento social grande que se manifiesta en el desprecio de la clase media y la alta, y que pisotea toda esperanza del verdadero pobre, éste vendría a ser el que no se anima a pedir, el que no tiene para concretar el papeleo para acreditar su estado, el que no le sirve al puntero político, el que vive en los rincones más reconditos del país al que la tv no llega ni la radio ni la prensa…. El verdadero pobre está desamparado, olvidado… Es ignorado por la clase pudiente que se gasta fortunas en relax y cosmética, aislándose de la realidad exterior en autos caros y casas ostentosas, y por la clase media que lucha incansablemente por ascender cada día un poco más.
Ojalá algún día cambie esta situación… Parece difícil, ya que los que tienen el poder de hacer algo para que así sea se obstinan en que todo permanezca como está y los pocos cambios que se impulsan obedecen a otros intereses… esos que siempre están primero.
Tiene larga historia esa tendencia latinoamericana, sólo que ahora con las variantes de la liposucción y la cirugía. La curiosa contraparte es que cuando estos latinoamericanos blanqueados, estos Michael Jackson del Tercer Mundo, llegan al primero, a USA, ajá… es entonces que les da por sentirse muy criollos y sacar del baúl de los recuerdos el orgullo patrio en «el pueblo» y la indumentaria mestiza. Me decía un ex colega salvadoreño que conoce aquí en Los Angeles a una paisana, activista y periodista, que se la pasa vestida de india, cuando en Sal Salvador no se quitaba sus jeans y sus tenis la rubia platinada.