La oposición de Venezuela es un ovillo de políticas contradictorias entre sí.
Unos reivindican el pasado del binomio Acción Democrática y Copei, los partidos que gobernaron al país por más de 40 años. Otros se diferencian y dicen ser nacionalistas pero buscan asidero en agendas externas. En un par de ellos militan jóvenes mileniales que tienen a la política como una profesión y no como el ejercicio de un servicio al público.
Todos quieren sacar a Maduro
Eso sí: todos coinciden en querer sacar a Maduro.
No obstante, el peor gobierno de la historia republicana de Venezuela sigue aferrado al poder, no lo han logrado.
Últimamente el comportamiento visible de un sector de la oposición ha sido el de entregarse a las tácticas del gobierno. Lo hacen bajo argumentos electorales que apuntan a mejorar la institucionalidad de la Asamblea Nacional. Dicen defender al país frente a las sanciones de la Casa Blanca aplicadas desde hace dos años. Sanciones que si bien es cierto le complican la vida al régimen de Maduro también lo es que por vía de consecuencia, afectan a la población.
Este comportamiento de personas y grupos que hasta ayer disparaban todas sus baterías contra el gobierno y hoy aparecen compartiendo sus coincidencias con funcionarios oficialistas en ruedas de prensa ha provocado una guerra de guerrillas interna contra todo lo que no sean posturas radicales.
El cuadro no puede ser más favorable al gobierno porque este año 2020 es un año electoral para elegir a los diputados que integrarán la Asamblea Nacional. La institución se inaugura para un nuevo período de cinco años en enero del próximo año.
De manera que no es que el gobierno impondrá elecciones como lo hizo con la Asamblea Nacional Constituyente y las presidenciales de mayo del 2018, ambas teñidas de fraude. Corresponde constitucionalmente convocar a elecciones este año siendo que la oposición no está preparada para ir a un proceso electoral porque está muy dividida. Y es que la siembra en la conciencia colectiva de la idea de invencibilidad del gobierno porque siempre hace trampas -lo que su liderazgo ha repetido por décadas- ha devenido en una gran intención abstencionista.
Oposición y oposición leal
Esto probablemente ocasione que ahora partidos importantes no asistan al evento electoral para que les cuenten los votos. Aquellos de oposición que estimen que se debe participar aun con un pañuelo en la nariz, lo harán votando por las listas de los partidos que consensuaron una alianza táctica con el gobierno. Esto es, los de la leal oposición al Rey.
Por si fuese poco, cargan con el pasivo que significan los más de cuatro millones de venezolanos que salieron de Venezuela en busca de oportunidades laborales que no encuentran en su país. Ellos son mayoritariamente de oposición pero no podrán sufragar en elecciones parlamentarias porque no hay diputados a elegir por Nueva York, Miami, Madrid, Roma, Lima, Bogotá o Santiago.
Otra cosa sería si se tratase de elecciones presidenciales.
La expectativa electoral es mala para la oposición. Mientras, el gobierno no tendrá inconveniente alguno en salir victorioso con una cómoda mayoría de los diputados en la Asamblea Nacional. Tiene cautiva una minoría millonaria de votos constituida por empleados públicos, milicianos, población enganchada con la caja mensual de comida (CLAP), soldados de las Fuerzas Armadas y decenas de miles de militantes del PSUV que además garantizan los testigos en las mesas electorales.
Esto cambiaría cuantitativa y cualitativamente el apoyo internacional del que actualmente goza Juan Guaidó, el presidente legítimo de la actual Asamblea Nacional que perderá vigencia. Lo mismo le ocurrirá también a la presidida por Luís Parra. Este último se coludió con el gobierno para ponerse al frente de la Asamblea Nacional espuria instalada bajo la protección armada del gobierno. Ambas cesarán de funcionar.
Oposición en un callejón sin salida
De manera que la oposición, por sus propias obras y las astutas maniobras del gobierno, está en un callejón sin salida. No va a elecciones y pierde, pero si participa es muy probable que también pierda.
El liderazgo opositor ha resultado francamente malo. Sus decisiones han sido pésimas. El golpe del 2002 permitió al gobierno implementar la política militar de sustituir méritos por lealtad. El subsiguiente paro petrolero le entregó la industria a Chávez. La abstención de participar en las elecciones parlamentarias del 2005 dejó la Asamblea Nacional totalmente en manos del oficialismo. La errada interpretación de la derrota del referéndum del 2007 de la enmienda constitucional comenzó por plantear la eliminación del límite de veces que se podía ir a elecciones presidenciales. Luego se convirtió en una reforma de más de 60 artículos que cambiaban a fondo la Constitución porque los partidos de la oposición percibieron que el rechazado fue Chávez y no la reforma contra la que ellos mismos hicieron una buena campaña.
Esto condujo a que dos años después (2009), la Asamblea Nacional que estaba controlada al 100% por oficialistas propusiera una enmienda que solamente consultó con el electorado la eliminación del tope de oportunidades para presentarse a los cargos de elección popular. Resultó aprobada.
Fallece Chávez en marzo de 2013 y en abril del mismo año gana las elecciones Maduro con 1.8% de ventaja. El liderazgo opositor reclama fraude e incendia las calles con protestas. No obstante, cuando llegan las elecciones parlamentarias de diciembre del 2015 y con las mismas autoridades electorales que dirigieron los comicios presidenciales del 2013, la oposición le gana por paliza al gobierno. Obtiene dos terceras partes de los diputados. La pregunta obligada es: ¿hubo fraude también aquí?
Cada líder quiere ser más radical
Mas los errores continúan. Se interpretó que el régimen estaba caído y comenzó una competencia entre los liderazgos por llegar a la primera magistratura del país. El Secretario General de Acción Democrática, Henry Ramos Allup, que por acuerdo rotatorio fue el primero en ocupar la presidencia de la Asamblea Nacional, quiso tomar ventaja. En su discurso inaugural asentó que daba seis meses para que Maduro renunciase o abandonase el cargo. Fue muy aplaudido por la población que venía de votar contra el mal gobierno de Maduro. Se sintió muy bien con una persona que desde tan elevado cargo prometía que en seis meses salía el tirano.
En ese ambiente no era sino natural que los demás líderes sólo pensasen en cómo podían ser más radicales que Ramos Allup para disputarle la momentánea primacía.
El gobierno de Maduro iba de mal en peor. Los servicios públicos decaían visiblemente, la producción mermaba sensiblemente, los precios aumentaban y la inflación galopaba, la corrupción se extendía y el autoritarismo criminalizaba las protestas. Dentro del Chavismo afloran las disidencias que primero se diferencian del Madurismo para luego con un discurso muy crítico asumir posiciones revisionistas de las políticas aplicadas por el llamado Socialismo Bolivariano.
No obstante, la oposición nunca se dio por apercibida.
Ni siquiera cuando la protesta proveniente de personalidades que fueron o eran parte del gobierno y se hacía a un lado para enfrenarlo- lo que más tarde les ocasionó persecución y cárcel- la oposición los llamó para hacer frente común contra lo que ya era una dictadura declarada. Ignoraron a oficiales de la Fuerza Armada de jerarquía que salieron a recorrer el país y conversar con líderes opositores para unificarlos alrededor de la necesaria tarea de salir de Maduro con un programa de salvación nacional consensuado entre todos y poder superar el régimen ignominioso de Maduro. No sólo eso, sino que estos oficiales retirados y otros activos tienen años reducidos a prisión por la tiranía sin que los conductores de la oposición hayan elevado su voz de protesta.
La solución política
Así las cosas, el futuro de una solución política para salir del atolladero es inasible.
Venezuela sigue marchando hacia el despeñadero y para no pocos la esperanza está en la solución militar. Porque aunque la sustitución del régimen es el objetivo común no ha sido posible construir una causa común. Debemos forjar una ruta política en la que coincidamos todos. Debe combinar la protesta social con la desobediencia civil, el reclamo con la presentación de soluciones, defender el honor ciudadano, hacer resistencia. Todo con valentía.
Si los venezolanos no somos capaces de unirnos sin agendas extranjeras, sin tutelaje, para luchar eficientemente y lograr que se marche el tirano, menos aún lo haremos si llegado el momento alguien lo hace por nosotros desde espacios foráneos y desarrolla los planes que ya tiene trazados para ocuparse de nuestras riquezas dejándonos los despojos.
Es probable que mucho de los que comen candela ahora diciendo defender Venezuela se tornen en los mejores colaboradores de quienes vendrán a disponer de nuestro petróleo, gas, hierro, bauxita, oro diamantes, coltán y otros.
Pongámonos de acuerdo para salir de Maduro primero y después construir una Venezuela libre, democrática, creciente, desarrollada y próspera, con igualdad de derechos, socialmente equilibrada y de paz.
Caracas, 26 de febrero de 2020.
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