Estamos en 2020, a siete meses de las elecciones presidenciales en las que Donald Trump apostará por su reelección. Mantiene un control absoluto de lo que otrora fue el partido Republicano, hoy ajustado a sus necesidades personales.
El partido que no lo es más
Y si bien el partido es ahora un grupo de interés destinado a conservar el poder de la minoría anglosajona y la elite financiera, es seguido por un segmento permanente de la población. Trabajadores, agricultores, residentes del sur, hombres de baja educación. La popularidad de Trump es total. En las elecciones primarias está obteniendo más del 90% de los votos. Y la participación en las mismas alcanza cifras récord, a pesar de que no hay candidatos alternativos a Trump en esa agrupación.
Pero más allá de una aún posible victoria en 2021, los Trump están planeando su carrera política para la próxima ronda, la de 2024 y 2025, cuando el patriarca tendrá 77 o 78 años y ya no pueda postularse para un tercer período. La presidencia de Estados Unidos es una presa demasiado atractiva – el puesto más importante del mundo – como para dejarla ir. Los Trump quieren quedarse.
Los medios son varios, desde el robo de las elecciones venideras, una exitosa intervención rusa, hasta el deterioro de las instituciones democráticas en los próximos años y la permanencia de Donald Sr. en el poder.
Pero si el presente Presidente no sigue, ¿quién continuará la línea? ¿Quién es capaz de inspirar el fanatismo y euforia irracional que él crea? Solo un miembro de su familia. Uno de sus hijos.
Ladies and gentlemen: Donald Sr.
En efecto, el primogénito Donald Trump Sr. resalta como posible candidato a formar una dinastía. Trump, de 42 años fue hasta hace poco relegado por su padre a ser el visible administrador del imperio financiero familiar junto con el otro hijo, Eric. Visible, porque el padre sigue tomando las decisiones más importantes y subordina la política exterior y la financiera del país a sus intereses personales. El hijo solo cumple instrucciones.
Pero en los últimos meses, Donald hijo encontró un nuevo destino: comparecer en los mitines electorales del padre, sea como orador número de apertura previo al Presidente o principal en ausencia del padre.
Y le gusta.
En eso ve su vocación, su futuro. A los gritos e insultos, avanza en la jerarquía lunática de los trumpistas, menos por vocación que por sangre azul.
A su lado, Ivanka Trump, de 38 años, se prepara como la versión delicada, como si hablase en un evento cultural organizado por TED, como si hubiese versión delicada. Y si bien es la preferida absoluta del padre, lo es más por su comparecencia estética y erótica (Trump: «si no fuese mi hija saldría con ella» y cosas peores) que por sus dudosas dotes políticas (y las de su marido).
Ivanka, la alternativa
Ivanka, se mudó con su esposo Jared a la Casa Blanca y fue nombrada asesora senior del presidente ya en los inicios de la presidencia. Desde entonces y hasta hace poco parecía la entusiasta seguidora del padre. Al mismo tiempo, mantenía cierta distancia – debidamente organizada – del mismo, para poder pretender que es independiente.
Pero las mismas dotes que la hacen atractiva al presidente la alejan del coro de admiradores del mismo. Mujer, joven, atractiva, esposa. Sin embargo, la competencia entre ambos descendientes es real, abierta y vocal. Después de todo, está en juego la futura presidencia de Estados Unidos. O una parte mayor en la herencia, que al término del ejercicio político, será de muchos miles de millones de dólares.
¿Cómo avanzar la agenda de la dinastía? Los primeros pasos, aumentar la visibilidad de Donald Jr. y mencionar su nombre más a menudo, ya están siendo cumplidos. Pero nada será tan explícito como nombrar a Donald Jr. o a Ivanka como candidato a vicepresidente en la convención republicana a fines de agosto. Y si ello no sucediera, ya que Trump aún necesita el apoyo de los evangelistas sureños representados por el actual vice Mike Pence, hay otra opción.
No hay nada en la Constitución que impida que un presidente, una vez vencidas sus dos cadencias, sea vicepresidente.
Donald Trump, vicepresidente
Con Donald Jr. como un obediente presidente, Trump padre podrá seguir gobernando a su gusto, como vicepresidente. Si sobrevive, por ocho años más. Y luego…
Este es un posible libreto de una posible tragedia. Que Trump retenga la presidencia en 2020, y que, como tantos hombres fuertes y dictadores en la historia, nombre a un familiar cercano para sucederlo. Para que él siga, en cuerpo y alma como vicepresidente o en la memoria ominosa de este pueblo. Para que se materialice el tercer mandato de Donald Trump.
Claro, este es un libreto de pesadilla. Que toma en cuenta las tendencias actuales de disolución de las instituciones democráticas, el debilitamiento de los poderes Judicial y Legislativo, la desaparición orgánica del partido Republicano y la corrupción de los gángsters en el poder.
Para el resto de los mortales, es aún posible cambiar la historia: participando y haciendo la derrota electoral de Trump en noviembre, pese al fraude y la violencia, tan masiva y absoluta que no exista otra opción que el fin de la dinastía. Antes de que se manifieste y que sea tarde.
Es decir: vota en noviembre, para evitarla.
Lee también
Senado bueno para nada con Mitch McConnell
Trump tenía razón, los medios de comunicación tienen la culpa
Las mujeres derrotarán a Trump
La vida miserable de Donaldo Juan Trump