Las relaciones entre México y El Salvador son de vieja data. Hace aproximadamente mil quinientos años las tierras que actualmente ocupa El Salvador eran pobladas por Mayas. Pero en esa época se da un evento catastrófico para la humanidad entera. Se trata de la erupción del Volcán Ilopango. Este fenómeno fue investigado por el geólogo Dario Pedrazzi del Instituto de Ciencias de la Tierra y Jaume Almera del Consejo de Investigación Científica de España, en Barcelona, y del Instituto Smithsoniano.
El cono volcánico tenía una altura de más de cuatro mil metros, pudiendo tener nieve en algunas épocas del año. La explosión generó una caldera que al pasar del tiempo se llenó de agua constituyendo el lago que ahora conocemos como lago de Ilopango. Las cenizas llegaron a ambos polos cambiando el clima en todo el planeta y provocando una mini era glaciar.
En Eurasia provoca la activación de una variante de la bacteria Yersinia pestis que ocasiona la peste negra, enfermando inclusive al emperador Justiniano. La peste negra diezmó la población en Eurasia. Con los trabajos hechos por Pedrazzi se ha podido datar la erupción con un grado de mayor de certeza, debido al descubrimiento de un árbol fosilícelo enterrado por las cenizas de la erupción volcánica.
Después de la erupción que arrasaría con la mitad del país, este territorio quedó desolado. Años después en México se desarrollan batallas tribales por el control y hegemonía de estas tierras. De estas disputas surgen victoriosos los Aztecas que expulsan a los que algunos llaman pipiles, llegando a asentarse preferiblemente en el territorio deshabitado que ahora se conoce como El Salvador. Un territorio muy fértil debido a las constantes erupciones volcánicas. Razón por la cual la población crece aceleradamente, llegando a constituirse en un territorio densamente poblado. El más densamente poblado de América.
Son muchos los eventos que recuerdan esa rivalidad entre salvadoreños y mexicanos. Ejemplo clásico son los eventos de futbol en los que se estableció el famoso estribillo: “Al Mundial no vamos, pero a México le ganamos”. Claro, eso era cuando la selección nacional era competitiva.
En el Jardín Botánico La Laguna encontramos un monolito con siete orificios tallados que tiene muchas interpretaciones. Una de ellas es la que reza: “Los huecos representan, según la tradición religiosa pipil, las lágrimas que derramó Quetzalcoat, cuando fue expulsado por los aztecas”.
Nuestro insigne poeta Roque Dalton en su identitario poema de amor nos califica como “los tristes más tristes del mundo”, debido a que pasamos añorando nuestros años pasados en el territorio mexicano.
De acuerdo con la tesis del Antropólogo Rafael Lara Martínez, los orígenes de la etnia se conformaron en lo que ahora constituye el sur de los Estados Unidos hasta extenderse por Centroamérica, más exactamente hasta Nicaragua. De allí la obsesión de volver al territorio en donde nos conformamos y hasta en eso tenemos coincidencias con los Aztecas debido a que se han descubierto los vasos comunicantes entre aztecas y algunas tribus en Estados Unidos.
En este entorno de acontecimientos históricos nos visita el presidente de los Estados Unidos Mexicanos Manuel López Obrador y nos señala las coincidencias de nuestros pueblos como una similar toponimia, haciéndonos ver que él es originario de un pueblo de México llamado Tepetitán. Nuestro Tepetitán es un pueblo del departamento de San Vicente.
Luego habla de la ciudad de Mexicanos que significa “lugar de los Mexicas”. Esto proviene de tiempos de la conquista española que se hacían acompañar por tribus auxiliares para las labores de conquista, como los tlaxcaltecas, acolhuas, y mexicas. En las orillas del municipio encontramos al cantón Zacamil que, de acuerdo con la tradición, en ese lugar se sacaron a mil mexicanos.
En la época de nuestra guerra civil no podemos dejar de mencionar la inmensa solidaridad del pueblo de México para con el pueblo de El Salvador. Fueron cantidades de combatientes que se solidarizaron con nuestra lucha. Entre ellos debemos mencionar a médicos como Sandra; Jasmín, que se distinguía por sus dos largas trenzas; a Miguel Hernández; a Alejandro, político de expansión; a Nayo (doctor en historia, Mario Vasquez Olivera)