Una de las enfermedades más letales y que causan un profundo daño al esquema familiar es el mal de Alzheimer, el trastorno cerebral del que todavía poco se sabe, que provoca la pérdida paulatina de la memoria y el pensamiento, y que precipita la muerte de los enfermos. Es la séptima causa principal de muerte en Estados Unidos. Aún no existe una cura.
Se han diagnosticado siete millones de casos entre mayores de 65 años, y se calcula que para 2050 el número llegará a más de 12 millones. En todo el mundo se calcula el número de enfermos en 47 millones (datos de 2021).
Actualmente, lo sufren el 5% de todos los estadounidenses entre 65 y 75 años, después de lo cual la proporción sube al 10%.
Pero entre los latinos – y los afroamericanos – el porcentaje es mucho mayor: 13%. Uno de cada ocho hispanos padecen de este mal y la demencia asociada.
Las razones de esta prevalencia no están completamente claras, y se asocian a cierta predisposición genética de los hispanos (aunque no es una enfermedad hereditaria), pero más que ello a problemas típicos como “la mala alimentación, la falta de ejercicio, el estrés, la diabetes y la hipertensión”, según la Asociación del Alzheimer, amén de la prevalencia de pobreza y el limitado acceso a atención médica.
Un problema grave adicional es que muchas familias hispanas consideran la demencia como parte natural del proceso de envejecimiento y no detectan la probabilidad del mal de Alzheimer.
Existe en ellas un amplio escepticismo sobre la legitimidad de las enfermedades mentales y hay una tendencia a no considerarlas legítimas y dignas de atención clínica. En consecuencia las personas de color tienen menos probabilidades de consultar a un médico por problemas de memoria. Es un problema cultural y educativo que urge solucionar.
El resultado total es que latinos y afroamericanos tienen 2.5 veces más probabilidades de ser diagnosticados con Alzheimer que los blancos no latinos.
Se proyecta que la población latina tendrá el mayor aumento de todos los grupos étnicos en la enfermedad en los próximos 40 años.
En los últimos años se han aprobado varios medicamentos que logran retardar la progresión de la enfermedad en muchos casos; sin embargo no benefician suficientemente a nuestra comunidad.
Estas drogas y nuevos tratamientos de los enfermos han abierto un panorama optimista del futuro. Pero tanto latinos como afroamericanos están parcialmente excluidos. Las minorías están gravemente subrepresentadas en los ensayos clínicos y en los tratamientos. Los avances benefician mayormente a personas blancas. Todo esto no es nuevo: ya en 2017, el California Healtline dedicaba varias publicaciones al tema.
En estos días se abre una oportunidad para que esta disparidad social y económica en la atención médica salga a la luz.
En pocos días, el Senado deberá aprobar o rechazar la nominación de Robert F. Kennedy como candidato de Donald Trump para dirigir el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Kennedy es un candidato controversial. Sin embargo, es probable que el Senado, con mayoría republicana, apruebe su nombramiento.
Uno de los temas que los senadores de ambos partidos deberían abordar en las audiencias es el del mal de Alzheimer y las disparidades de su tratamiento. No es posible que los avances médicos solamente ayuden a algunos. Es necesaria una respuesta a nivel nacional que incluya la presencia médica especializada dentro de las comunidades para educar, hacer exámenes tempranos e iniciar tratamiento, antes de que sea demasiado tarde.
La asociación del Alzheimer tiene una lista de recursos informativos y de centros de atención en español, aquí: https://www.alz.org/ayuda-y-apoyo/recursos/hispanos-y-el-alzheimer . Más recursos se pueden encontrar en el sitio de AARP (American Association of Retired Persons), aquí.