Un informe del Congreso publicado el último día de abril detalla la campaña de desinformación que las grandes empresas petroleras y sus asociaciones han estado librando por décadas, desde 1970, para obstruir toda acción que prevenga el cambio climático y limite sus ganancias.
Es una campaña incesante de “desmentido, desinformación y doble mensaje” en la que han invertido miles de millones de dólares.
El informe con ese título, acompañado por 4,500 documentos originales no publicados anteriormente, fue dado a conocer por el congresista Jaime Raskin y el senador Sheldon Whitehouse y se basa en la investigación que a partir de 2019 han estado llevando a cabo el Comité de Supervisión de la Cámara Baja y recientemente el Comité de Presupuesto del Senado.
Dijo Whitehouse: “Durante décadas, la industria de los combustibles fósiles ha sabido sobre los daños económicos y climáticos de sus productos, pero ha engañado al público estadounidense para seguir recolectando más de $600,000 millones cada año en subsidios mientras aumentan sus ganancias récord”.
“A pesar de saber sobre los efectos devastadores de sus productos de petróleo y gas en el planeta durante décadas, la industria siempre ha priorizado sus ganancias”. dijo Raskin.
Podría haber sido diferente. Las empresas podrían haber reconocido la realidad e implementado medidas para una transición a un modelo económico no contaminante aunque fuese bajo su control. Así actúan los grandes fabricantes de automóviles que hoy aceleran la transición a automóviles eléctricos.
En cambio, las petroleras se embarcaron en una política prolongada, implacable, tenaz y como vemos por el hecho de que siguen haciéndolo, exitosa para ellos, y que incluye las siguientes acciones, siempre según el informe:
- Buscaron retratar el gas natural como un combustible «verde» y amigable con el clima, al tiempo que reconocían internamente la evidencia científica significativa. “El gas natural”, dijo Raskin, “es principalmente metano, peor que el dióxido de carbono… es tan dañino para el clima como el carbón, y Big Oil lo sabe”.
- Lanzaron campañas publicitarias engañosas. Ejemplo: “Gracias al gas natural, el aire aquí es más limpio de lo que ha sido en 25 años.
- Simularon apoyar el Acuerdo de París cuando en realidad se le opusieron activamente, para aplaudir visiblemente cuando Trump, por hacer algo, anuló el reconocimiento y compromiso de Estados Unidos con este.
- Prometieron lograr emisiones netas cero pero en sus documentos internos reconocieron ese objetivo está “fuera de sus planes de negocios”. De ahi dijeron «no importa» y a otra maniobra.
- Cabildearon contra legislación y regulaciones pro climáticas a nivel estatal y federal mientras simulaban apoyarlas.
- Promovieron la tecnología de captura del carbono de la atmósfera como si fuese la solución real y viable para ayudar a reducir las emisiones nocivas, aunque en privado reconocían que no es viable.
- Condicionaron sus donaciones a la investigación en universidades a sus necesidades comerciales. Y las terminaron si los beneficiados de su generosidad nada filantrópica mostraban señales de independencia. ¿
- Rastrearon activamente a individuos y organizaciones críticas con la industria y monitorearon sus redes sociales.
Además y como si fuese poco, Shell, Exxon, Chevron, BP y las organizaciones API (Instituto Americano del Petróleo) y la Cámara de Comercio de Estados Unidos, retrasaron esta investigación del Congreso reteniendo más de 4,000 documentos que debían entregar.
El documento culmina una investigación que inició en 2019.
La contaminación de nuestro aire y nuestros suelos están causando estragos en la economía y en la salud de la población. Especialmente perjudicadas son las comunidades de color como los latinos y los afroamericanos y la gente de bajos recursos.
Pero los contaminadores lo siguen haciendo. Lo hacen porque les conviene, porque ya han hecho las inversiones, porque ya tienen asegurado el segmento del mercado, porque tienen a los gobiernos de países débiles en el bolsillo, porque existe la demanda a consumir lo que produzcan. Por el momento. Pero lo hacen.
Hasta que deben cambiar porque seguir haciendo lo que siempre hicieron es finalmente mal negocio. Y una campaña de protesta pública y de legislación tan organizada como la de ellos puede convertir su modelo de negocio en eso, en mal negocio.
Quienes causan el problema niegan su responsabilidad. Los gastos para remontar la crisis recaen entonces sobre los presupuestos estatales y federales, es decir, sobre el dinero de los contribuyentes, los que sí pagan impuestos.
Es necesario que las petroleras contribuyan al costo billonario de solucionar el problema. El Congreso y las Legislaturas deben acelerar la legislación para hacerlas responsables. En varios estados y en el Capitolio se están gestando propuestas de ley en ese sentido, que poco a poco van a conseguir ese objetivo. Sus proponentes libran una lucha todavía desigual.
Al mismo tiempo, nuestra economía debe acelerar la transición a combustibles alternativos no contaminantes, cuya tecnología ya existe y es demostrada.
En su introducción al debate, Whitehouse enumeró las cuatro etapas de la campaña: en la primera, ocultó informes de sus propios científicos sobre los peligros de su actividad para el clima mundial; luego, investigó el costo de la acción sobre su lucro; a continuación inventó la mentira de que el cambio climático es un “engaño” (hoax) y finalmente la industria finge que toma el cambio climático en serio, mientras socava en secreto cualquier avance.