Pueden cambiar las formas de gobernar, humanizarse; los símbolos, renovarse, y a muchas personas esto les parecerá certero y hasta aducirán un cambio de régimen; hay quienes a estos maquillajes le han llamado revolución…
Pero no es así. Si cambia el vino, pero no el envase, el trago sigue siendo amargo. Para que se considere un verdadero cambio de régimen, debe cambiar el corazón mismo de la estructura. Y parece mentira que a doscientos años de haber sido derrocado el feudalismo en América, siga siendo la esclavitud el motor que hace funcionar al poder político.
Seguramente habrá quien piense que en pleno siglo XXI no hay esclavos. Para derrumbar ese mito, bastaría mostrar los recientes informes sobre la restauración del mercado de esclavos en la Libia que dijo haber liberado Hillary Clinton, o recordar los miles de millones de dólares que genera la trata de personas al amparo de los gobiernos. Entonces sí, la esclavitud persiste.
Y persiste porque en el fondo se hallan sus motivos: la ganancia. La esclavitud es, fundamentalmente, un modelo de negocio. Como lo es el narcotráfico. Su expresión más extrema utiliza la violencia armada para sostenerse. El secuestro, la extorsión, la amenaza, el asesinato, la tortura; todo se vale, si se trata de hacer dinero.
Pero hay otras maneras de explotación.
Y aquí le pregunto a usted que me lee: ¿Le alcanza su salario para todo lo que desea o necesita para vivir plenamente? ¿Diría usted que tiene bienestar? Si respondió que sí, felicidades. Debe estar dentro del uno por ciento mundial que puede hacer lo que quiere, cuando quiere, porque el dinero no es problema. Y si no, entonces usted y yo requerimos rentar nuestro trabajo más allá de lo deseado, o de lo posible, para ganar lo suficiente.
Porque la manera en la cual está estructurado el trabajo dentro de capitalismo es, básicamente, esclavitud. El modelo de trabajo-capital supone que un ser humano obtendrá de su salario lo suficiente para vivir, en tanto que el Estado le dote de derechos sociales básicos como salud, educación y cultura.
¿Eso ocurre?
No aquí, al menos. Entonces tenemos que trabajar, también, para pagarnos los derechos. El derecho a vivir. ¿Vacacionar? Hay que endeudarse. Y entonces sí, el grillete se hace más largo.
De tal modo que si un gobierno como el de López Obrador en México busca preservar los derechos básicos a la población, está bien. Pero no es cambio; en todo caso, es volver a las bases del modelo. Revolución, dirían los clásicos, sería que cada quien ganara el valor íntegro de su trabajo. Por ejemplo, las cooperativas, donde es de cada quién según sus capacidades y a cada quién según su necesidad.
¿No le parece lo justo?
Twitter: @albertobuitre