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Si diéramos respuesta a la pregunta que titula esta colaboración, la respuesta tendría que ser forzosamente diversa y amplia. Pero si la pregunta fuera sólo en sentido contrario, es decir, ¿quién no ganó en las elecciones del domingo en el estado mexicano de Guerrero? La respuesta sería simple: los ciudadanos. Veamos el porqué.
Igual que sucedió en la época postrevolucionaria, cuando el general Álvaro Obregón homogeneizó el discurso victorioso del partido en el poder, con el argumento de que todo se media desde el triunfo de la revolución, en la época actual todo se quiere medir con el triunfo de la democracia, y por ello, los partidos políticos (todos) ya no buscan necesariamente el bienestar de sus gobernados, sino que aspiran al poder por el poder mismo, cobijado en el discurso victorioso y democrático de que todo lo que decida “el pueblo” está bien decidido, sin importar que los candidatos no ofrecen nada que no sean promesas falsas y vacías.
Este domingo 30 de enero de 2011, los ciudadanos del estado de Guerrero renovaron gobernador; como es un hecho que los nombres y colores de partidos ya no tienen vigencia moral, ni credibilidad democrática, ahora suelen hacer alianzas con denominaciones tan carentes de sentido y creatividad como: “Guerrero nos une” o “Tiempos mejores para Guerrero”, en el entendido de que se quieren alejar de la nomenclatura partidista para convencer al electorado de que su intención de ostentar el poder es para gobernar bien. Sin embargo, en la realidad sucede lo contrario.
El “aparente” ganador de la elección en Guerrero, Ángel Aguirre Rivero, es un expríísta que fue prohijado por el desesperado perredismo nacional y guerrerense, al ser echado de las filas del PRI. Como es costumbre, los partidos se deshacen de personajes incómodos y éstos increíblemente mutan de ideología para abanderar nuevos colores y filosofías partidistas; el proyecto de gobierno de Aguirre Rivero, no cambia en nada si hubiere sido presentado por el partido tricolor. En otras palabras, en Guerrero no cambiará nada. Los ciudadanos serán gobernados al estilo príista, pero esta vez con la etiqueta del PRD.
Algunos analistas quisieron ver en la elección de Guerrero la estación experimental de lo que en unos meses será la elección en el Estado de México, que a su vez, es el laboratorio de la sucesión presidencial de 2012. Por ello, la declinación del candidato del PAN en el último minuto a favor de Ángel Aguirre, fue y es la estrategia de la alianza entre el agua y el aceite, que para la izquierda prostituida de Jesús Ortega, ha sido funcional y para el PAN de Calderón le ha permitido cierto nivel de maniobra política (sobre todo con sectores en resistencia civil). Pero al final del día, sólo presentarán un panorama de conflictos de intereses por gobernar al momento de cobrar facturas y establecer cuotas de gobierno.
Sin embargo, a pesar del cochinero político que imperó en la elección guerrerense, todo se presenta como una lucha entre fuerzas opositoras, siendo que en realidad el ciudadano al cruzar su boleta electoral, simplemente estaba votando por un príista conforme o uno inconforme, pero al final príista. ¿Quién ganó entonces? Paradójicamente, al perder el PRI, ganó el PRI. Porque ni el PAN ni el PRD figuran de manera trascendental en esta elección. La disputa en Guerrero fue entre las fuerzas internas del PRI fragmentado, que encontraron el terreno de la reyerta en los partidos políticos aparentemente opositores.
En ese sentido, los que pierden son los partidos que se vinculan en función de las coaliciones, obteniendo su respectivas prebendas y beneficios económicos, pero no ganan en la aceptación de los ciudadanos. Porque los ciudadanos (y específicamente los guerrerenses) conocen perfectamente la problemática que impera al interior de su composición familiar, la precaria labor política, pero sobre todo, saben de la complejidad de la crisis de inseguridad que vive su estado. Y dudo mucho que en verdad, estén convencidos que el expríista Aguirre sea quien de solución a sus problemas.
En sentido contrario, los triunfos democráticos que tanto les gusta a los políticos enunciar en sus discursos, hoy operan como mecanismos de estancamiento, de golpes por debajo de la mesa, de corrupción, de llenarse de poder por el poder mismo, de excesos, de irregularidades, de todo… y adolecen sin lugar a dudas, de una operación verdaderamente limpia y democrática.
juanjosesoliss@gmail.com