Por primera vez en la historia moderna, un grupo de ciudadanos mexicanos organizados y agrupados en torno al dolor, el sufrimiento y la sed de justicia y liderados por el poeta Javier Sicilia, lograron establecer un diálogo con el presidente en funciones. Indudablemente, este es un acto que fortalece la noción democrática de cualquier país.
Sin embargo, como todo evento de esta naturaleza, hay matices que se deben detallar con precisión, pues si bien el simple hecho de sentarse a dialogar es un gran avance, no necesariamente significa que el diálogo sea atendido y por consecuencia que se llegue a resultados satisfactorios.
Primero, es importante reconocer, a pesar de la obcecación antes manifestada, la voluntad de Felipe Calderón por atender este llamado de la ciudadanía organizada. Lo que presenciamos el pasado jueves 23 de junio en el Castillo de Chapultepec en la ciudad de México, no fue un acto de la presidencia de la República, sino la iniciativa de un grupo de personas que han sido víctimas de la escalada de violencia que aqueja a México a lo largo y ancho de su territorio y que de alguna manera se convirtió en la voz de quienes no la tienen.
En este diálogo no se utilizaron descalificativos ni mezquindades, la inteligencia y la sensibilidad se sobrepusieron y elevaron el nivel de propuestas. Quizá el momento inicial fue ríspido, ambas partes llegaron con la espada desenvainada con la idea de defenderse de los posibles ataques, pero el panorama cambió cuando ambos grupos de interlocución notaron que no existían embestidas sin sentido y sí argumentos que sustentaban el cambio de estrategia en la lucha contra el crimen organizado.
Para Felipe Calderón fue un escenario incómodo. Sin embargo, ésta vez su posición de estadista lo hizo salir a flote, primero con un discurso leído y luego improvisado; en suma, tuvo que atender la voz de quienes le pedían mejores resultados, porque quedó claro que no y de ninguna manera se le solicitaba que dejara de combatir a los criminales, mucho menos se le pedía que accediera sumiso a ellos; por el contrario, se le dijo que se le apoyaba en esta iniciativa de combatir a los mafiosos, pero lo que se le exigía era que cambiara la estrategia que estaba dañando y dejando sin vida a personas inocentes.
El reclamo fue y es vivir con mayor dignidad y hacerle justicia a esos ciudadanos que han muerto, producto del fuego cruzado e impericia policiaca y militar, sin reparar en su condición humana. Los ciudadanos que dieron a conocer su dolor lo hicieron en nombre de muchos mexicanos que no han visto justicia para sus muertos o desaparecidos.
A Felipe Calderón no le quedó de otra más que atender el dolor y sufrimiento de esas voces.
El diálogo demandado por el poeta Javier Sicilia y quienes integran este gran movimiento por la paz con justicia y dignidad, no solo sentaron al presidente de la República en el alcázar del Castillo de Chapultepec, sino además se vieron obligados a asistir los secretarios de Estado relacionados a las exigencias, entre ellos el millonario secretario Genaro García Luna y la procuradora Marisela Morales Ibáñez, personajes claves entre quienes recae el peso de la seguridad pública y procuración de justicia de este país.
A casi todos los secretarios presentes les tocó regaño, pues al menos Felipe Calderón reconoció sus deficiencias operativas y de gobierno y la voz de justicia le hizo ver que hasta el momento no han cumplido satisfactoriamente con su encomienda de trabajo.
Así las cosas, es preciso reconocer este diálogo como el inicio de una nueva forma de vincularse con la ciudadanía organizada. A partir de este momento es necesario darle seguimiento a los compromisos que adquieran las partes, pues una cosa son las palabras y otra los hechos.
La gran oportunidad de Felipe Calderón por salvar su sexenio de un juicio histórico en su contra, es darle respuesta a la demandas ciudadanas por remendar su fallida estrategia contra la delincuencia; pues el diálogo se hace con reglas donde se habla, se escucha y se atiende, y si uno de estos tres factores no se lleva a cabo, estamos hablando sólo de una simulación o de un diálogo de sordos, donde cada uno construye su realidad y hace que atiende al otro.
Si por parte de la presidencia de la República no hay cambios en la estrategia, será porque en la realidad no existió diálogo, sólo se sentaron a cumplir con la forma, pero si comenzamos a ver cambios de fondo, entonces quiere decir que México y su gobierno aún tienen la esperanza de salir del escollo.
También lo mismo aplica para la otra parte. El movimiento que lidera el poeta Javier Sicilia, es vulnerable en la medida que da entrada a todo tipo de manifestaciones, si los reventadores profesionales pagados por el gobierno politizan el movimiento (entre ellos algunos periodistas que hacen la labor de gacetilleros), lo que veremos será la dilución de un movimiento que pudo también, ser la única representación real y verdadera de un movimiento ciudadano.
A Felipe Calderón se le solicitó que pidiera perdón por las más de 40 mil muertes que ha dejado su guerra. La respuesta fue un perdón a medias, perdón sí, pero no por los daños colaterales, sino por no haber actuado antes… la pregunta entonces es: ¿antes de qué? Si desde el primer minuto de su mandato emprendió la guerra, ¿o acaso la quería iniciar desde que fue candidato?… al tiempo.