Nadya Suleman, una chica de 33 años, bella a fuerza de naturaleza, cirugía plástica, rico vocabulario y voz implantada, madre soltera, se convirtió en blanco de ataque generalizado, en una Madre Coraje moderna: mientras que la de la obra de Brecht vive de la guerra y pierde a sus hijos uno tras otro, Nadya vive, dicen ahora, del welfare, de la ayuda social, y acumula hijos, uno tras otro, hasta sumar catorce.
El 26 de enero Suleman dio a luz octillizos. Son los más lóngevos de la historia, una maravilla de la tecnología médica.
Y ella concentra en una sola persona a la esencia de Los Angeles y el sur de California. Hija de padre árabe y madre lituana, madre soltera, divorciada de un mexicoamericano de apellido Gutiérrez, nativa de Fullerton, criada en El Sereno, residente de Whittier con sus padres, trabajadora en un hospital público de salud mental, cree que la vida comienza en la concepción. Es tan igual, pero tan distinta. Y ser distinta la condena.
Después de las exclamaciones de maravilla y felicitaciones, ahora la rodea el escarnio y la crítica. Es que vive en Los Angeles, en una cultura donde aún se glorifica y admira al macho que concibe numerosos hijos de otras tantas mujeres, pero se lapida como desequilibrada a la mujer que alumbra muchos hijos. Que estimula al varón que se resiste a una relación perdurable, pero repudia a la mujer que lo hace.
Cuando nacieron los primeros octillizos del país en 1988 hubo una fiesta que dura hasta hoy. Los padres fueron considerados reyes, y los niños, príncipes. A Sulemán, en cambio, ven ahora como la reina de las «welferinas».
Qué no se dice.
Que recibió 170 mil dólares del estado por una lastimadura; que no trabajó por ocho años.
Es madre soltera, que los suyos son niños sin padre (los espermatozoides aparentemente pertenecen a un David Salomon).
Ya tenía seis hijos, que ahora tiene 14 sin medios para mantenerlos.
Sus hijos fueron concebidos in vitro y no naturalmente; que el costo hasta ahora de la operación se acerca al medio millón de dólares.
Lo hizo para cobrar dinero por una entrevista; que lo que quiere es promover libro y película.
Que es un parásito social, y que como ella, lo son sus semejantes: las madres solteras.
En suma, es peligrosa, porque que ahora cualquier pobre de por ahi, de las que gastan el dinero del fisco y tiene un montón de hijos, va a querer parir octillizos para ordeñar al país.
Obviamente, es una cuestión política. Con la figura de la madre de los octillizos se hace una caricatura de la madre soltera.
Hay que tener cuidado de lo que hay detrás de la crítica.
En los últimos años los gobiernos se deshacen totalmente de su obligación, que supuestamente es la de velar por la población y su bienestar.
En 1996 el presidente Clinton promovió «el fin del welfare tal como lo conocemos» (la ley PRWORA, reautorizada en 2005), que sustrajo ayuda gubernamental a las mujeres más pobres e inmigrantes.
También en ese entonces lo precedió un debate público con testimonios e investigaciones en donde el Enemigo Público Número Uno era la imagen de una adolescente hispana e ilegal rodeada de niños llorones, empujando un carrito con el nuevo bebé y por añadidura, embarazada, que cometía «fraude» contra el Seguro Social. También entonces se exageraron las sumas, los números, el fenómeno. Se dijo que una vez puesta en práctica la ley, se beneficiarían los de empleos de bajos ingresos. Pero esos empleos no existían. En tres años, hubo una caida del 47% en la cantidad de pobres ayudados por su gobierno y un descenso en el valor real del salario.
Así, las «welferinas» perdieron sus beneficios y el país siguió en esta espiral de concentración de riquezas y recortes de impuestos corporativos.
Es para que lo paguen ellos
Hoy, la crítica contra Suleman coincide con un nuevo ataque a la ayuda social, los pobres, inmigrantes, minorías, que quiere hacerles pagar el precio de la catástrofe económica en ciernes.
Coincide con el inicio del mes en que California licenció a sus empleados estatales y cerró sus oficinas por dos días, reduciendo su salario en 10%. Ayudantes de funcionarios importantes fueron eximidos, así como la Patrulla de Caminos, la Junta Impositiva y la oficina de Caza y Pesca. Pero cerraron agencias de trabajo, instituciones de salud mental, el departamento de servicios sociales, el DMV y la compensación al trabajador.
Está el déficit de 433 millones de la ciudad de Los Angeles, donde habrá recortes de servicios y despidos y donde ya el 70% del presupuesto va a la policía, que a su vez piensa reducir o eliminar el programa DARE de educación antidroga para escuelas pobres.
Mientras, el condado cierra hospitales públicos. Y eso que con los despidos, la gente se queda sin seguro médico y esa es su única opción.
A nivel estatal, los probables recortes de 400 millones de dólares al Distrito Escolar Unificado de Los Angeles y planes de despedir a 2,300 maestros.
Y especialmente los recortes al plan de salud MediCal: hoy, más de la mitad de las mujeres sin seguro médico en California son latinas, y 1.5 millones de ellas carecen de seguro.
Hay que prestar, entonces, atención a la fiesta mediática: lo de Suleman y sus octillizos, por más censurable que sea, es atípico.
Como dicen en mi tierra, no tiremos al bebé con el agua de bañarlo*.
(* Y en alemán: Das Kind nicht mit dem Bade ausschütten)