La prisa por reabrir las escuelas se presenta como un acto de responsabilidad civil. Pero si no vacunamos a los maestros de las escuelas públicas primero, será sólo otro acto de supremacía blanca, las normas y estructuras que estimulan y mantienen el statu quo de privilegio blanco y el racismo.
En mi casa, mis cuatro hijos e hija están haciendo su mejor esfuerzo.
Se levantan temprano, batallando durante todo el día frente a una computadora, arreglándosela con el tiempo de juego virtual y entregando sus tareas -algunas excelentes, otras mediocres, algunas a tiempo y otras que llegan tarde-. Aún con el apoyo que les damos sus padres y con el estímulo y dedicación de sus maestros a ellos no le está yendo tan bien como antes de que las escuelas cerraran a causa del COVID-19.
Familias a todo lo largo del condado de Los Ángeles están reportando resultados similares. Y es por eso que queremos – no, anhelamos – que las escuelas reabran. Pero, mientras el potencial de un rezago en el aprovechamiento académico de nuestros hijos asusta, problemas crónicos de salud a largo plazo y muertes son eventos verdaderamente trágicos.
El Centro para el Control de Enfermedades (CDC) ha estimado que debido al COVID-19 norteamericanos negros han perdido al menos tres años de expectativa de vida. Latinx, al menos dos años y blancos un año. Al igual que con otros resultados de salud negativos del COVID, las comunidades de minorías salen peor paradas.
Algunos niños que se enferman de COVID-19 desarrollan Síndrome de inflamación multisistémico (MIS-C), una condición que daña su corazón, pulmones, riñones, cerebro, piel, ojos y otros órganos. Aunque es muy temprano para saber todo sobre está condición, sabemos que puede llevar a problemas del corazón y que el 69% de los casos han ocurrido en niños negros y latinx.
Eso aterra.
Debemos conocer más sobre MIS-C antes de poner a nuestros niños en riesgo. Niños con MIS-C podrían tener complicaciones de salud toda su vida, requerir cuidado médico costoso a largo plazo. Que ellos y sus familias tendrán que afrontar el costo de esos gastos (Dios permita que puedan encontrar y pagar por un seguro médico privado con esa condición pre-existente). Que como resultado tendrán una calidad de vida peor y que tener una vida más corta que sus iguales.
En el Condado de Los Ángeles en particular, negros y latinx están sobrerrepresentados en el números de casos de COVI-19, muertes y MIS-C. El reporte No Going Back de la Universidad del Sur de California (USC) identificó racismo estructural y supremacía blanca como las causas de estas disparidades de salud. Más aún, estas disparidades existían antes del COVID-19. En el 2014, la Fundación Robert Wood reportó que negros y latinx consistentemente recibían peores servicios de salud que los blancos y que como resultado esto conllevaba a una carga económica adicional de 60,000 millones de dólares en 2009.
Si fuimos serios cuando afirmamos, el año pasado, que éramos antirracistas, deberíamos darle prioridad a la salud de los estudiantes y maestros latinx y negros, que son la mayoría en el sistema de educación pública del Condado de Los Ángeles.
Mientras tanto, varios maestros en una costosa escuela privada se saltaron la fila la semana pasada para vacunarse.
Mis hijos mayores son dos de más de 650,000 estudiantes en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD), en el que 74% de ellos son latinx y 10% negros. De 23,000 maestros, 45% son latinx y 9% negros. Mis dos menores asisten a una escuela en el Distrito Escolar Unificado de Glendale (GUSD) donde el 20% de los estudiantes son latinx y 2% son negros, con muchos maestros latinx (55% en la escuela de mis hijos).
El GUSD ha implantado un sistema de clases presenciales para cerca de mil estudiantes de cerca de 26,000, cuyos padres necesitan cuidado de sus niños durante el día. El modelo parece estar funcionando bien, gracias a protocolos de seguridad y capacidad limitada.
Así que cuando oigamos que la apertura en masa de las escuelas antes de vacunación en masa vale el riesgo, debemos preguntarnos: ¿beneficioso para quién? Definitivamente no para los maestros y estudiantes latinx y negros que arriesgan sus vidas y su salud a largo plazo sin las vacunas.
Si se tratara de personas blancas que estuvieran enfermándose de COVID-19 y muriendo a una tasa más alta que latinx y negros, y si los estudiantes y maestros blancos fueran mayoría en las escuelas públicas, ¿abriríamos las escuelas sin vacunar a los maestros primero?
No lo creo.
Es hora de volver a trabajar en un plan para la reapertura de las escuelas y asegurarnos que el proceso proteja la salud de estudiantes y maestros, por sobre todas las cosas.