Esta semana se cumplieron se cumplen 103 años del natalicio de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, cuya historia y trascendencia aprendí y recibí de mis amigos de la diáspora Salvadoreña en Los Ángeles.
Uno de los varios privilegios que tuve al acompañar a la comunidad Salvadoreña de Los Ángeles fue dar un breve discurso a nombre de la comunidad protestante en la ceremonia de inauguración, en Noviembre del 2013, de un monumento en su honor en el parque MacArthur, organizado por Carlos Vaquerano, en ese entonces director ejecutivo del Fondo Salvadoreño para el Liderazgo y la Educación (SALEF) y cuyo principal orador fue el arzobispo José Gómez, hoy presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.
En la Abadía de Westminster en Londres, el templo emblemático de la iglesia Anglicana de Inglaterra, también hay una estatua en honor a monseñor Romero, tallada en piedra caliza, con su nombre en la parte inferior. Fue inaugurada en 1998 y se encuentra en la puerta oeste de la abadía gótica junto a otros nueve mártires del siglo XX, entre ellos: el pastor bautista Rev. Dr. Martin Luther King Jr, defensor de los derechos civiles; el pastor y teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer, asesinado por los nazis en 1945; y Wang Zhiming, un pastor muerto durante la Revolución Cultural China. El monumento es considerado uno de los más emblemáticos de la ciudad de Londres.
También tuve el privilegio de recibir en la Iglesia Presbiteriana de Pasadena a su hermano menor Gaspar Romero Galdámez quien dio una homilía durante el servicio de celebración por la vida de Monseñor Romero, y por la tarde se reunió con un nutrido grupo de líderes protestantes de la ciudad y compartió anécdotas de la vida de su hermano.
Quiero compartir una de sus frases que me parece tan apropiada y pertinente para los tiempos que estamos viviendo:
“La iglesia no puede ser conformista: La Iglesia tiene que despertar conciencia de dignidad. La masificación es espantosa. Es cuando se juega con los pueblos, cuando se juega con las votaciones, cuando se juega con la dignidad de los hombres, porque los hombres no han sabido darse su puesto, y esto no es provocar a la subversión, sino simplemente decirle a todos los que me escuchan: sean dignos por que la condición del pueblo de Dios es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu santo como en un templo”. (Homilía 11/3/79).
Como cristianos tanto católicos como protestantes, tenemos que imitar su ejemplo manteniendo vivo su legado si queremos seguir siendo pertinentes y relevantes al mundo de hoy. Los presentes retos de la sociedad estadounidense y latinoamericana demandan que todos aquellos que profesamos la fe cristiana, seamos promotores de la paz en medio de la violencia, practicantes de la inclusión en medio de la retorica xenofóbica, y que todos juntos luchemos por construir una sociedad más justa, con menos pobreza, con menos hambre, con menos odio y mas amor.
¡Monseñor Romero, Pastor, Profeta, Mártir!