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Cinco poemas de José Manuel Rodríguez Walteros

Hago de barro tu presencia

Le cierro las heridas

Le soplo la memoria a tu osamenta

Me voy a tu trinchera al abrazarte

No fue en vano tu llama en la tormenta

La historia es un guijarro contra el vidrio

La guerra no ganada es un esbozo

Y todos son fantasmas en tu calle y tu selva, tu montaña, tu lecho

Nunca pude decirte guerrillera ganaste la batalla

Solo queda un silencio ignominioso donde ayer hubo fuego

Los muros hoy se callan

Vivo aquí en la ciudad de los muchachos muertos

Hago un café cargado con tu risa

Te enciendo aquella luz que me ilumina

Madre país madre por los caminos

Manos ciegas desgarraron tu piel lluvia piel almohada piel susurro

Y al final de la calle esperas tú

Ladran perros del pueblo

Aves revolotean las explosiones

Vuelve mañana madre guerrillera no sé vivir sin ti

Este aire de cañón me ha acribillado.

 

Masacre de Segovia

Pobre de la memoria que grita en el abismo

Siempre es noche cuando el ave construye el otro cielo

Vienen por el camino todos los asesinos

Envuelta en su bandera su sed nunca se sacia

Y hoy sigue siendo culpable la sangre de mi sangre de existir

No he de mirar la escuela donde padre murió despellejado

Resuena un acordeón abren botellas nos acaricia el ansia de sus botas

El cielo del país que nos vomita pacta alegre el olvido

La vida es más que un rezo por la herida

Los sueños salen raudos queda solo la bala

Cada minuto sabe a vidrio molido en la garganta

Cuarenta y siete veces me mataron

Véngase abuelo al centro de la mesa que afuera pasa el viento

No vaya y sea que te encuentren llorando los fantasmas

O se nos pierda el árbol que esconde los tesoros sagrados de sus cuencas

Era un viernes de nubes amarillas y rojas

La plaza los parió a los malparidos

Esa rabia que traen no es digna de nosotros

Solo tenemos tiempo y hambre negra

La mina nos engulle y nos degluta

Alguien dice que atrás de las montañas quedan valles de gloria

Paraísos en la tierra

Nietos en bicicleta y en patines

Aquí nos duele el aire exactamente a la altura del odio

Qué mal te hice Colombia deberíamos cantar haciendo un círculo

Mientras ellos se van por el camino

No te caigas abuelo que si te ven regresan

Mejor crece en el patio como un árbol

Quiero estar a tu sombra nuevamente.

 

Sé que solo seré polvo y olvido

Deshilando minutos pasó el amanecer

Y solo me dejó una muchedumbre acampada aquí dentro

Toma mi cuerpo roto, vende mis anillos

Regresa para hacer una fiesta que no acabe

Y vuelve a sacar ese que tengo adentro y no sabía

El verano ha pasado en un suspiro

La mujer que esperaba en el cristal es un pájaro muerto

Y yo me he convertido en el gris transeúnte de la muerte

Padre me dio la vida y sus calles cerradas

Si acaso fuera Dios más que una idea le cobraría el azar

Solo me queda el miedo a quedar solo

El resplandor divino ante el primer cuerpo desnudo de mujer

Y una o dos tardes dignas de gloria eterna

Hubo una vez que no sabía tu nombre ni el sabor de tu piel

Era feliz corriendo en duermevela por Bogotá del llanto

Solo bastaba estar y ser era un cigarro rodado en una esquina

Existían los piratas y ser de Santa fe era vivir el carnaval de los posesos

Vi a tantos viejos secos con sus ojos de piedra parados en la acera

No se animaba el viaje al otro barrio

Y a veces me sorprendo en media acera con mis ojos de piedra

El amor todo puede ven y cámbiame el cuerpo

Explora mis pulmones, dréname el corazón con tus caricias

Viste por mí la noche de fantasmas, de brujas

La ninfómana loca que me atrape de un golpe

Apaga el ventanal de los susurros

Madre quiere llevarme a ver el mar.

 

 

Cuándo se dejaron de buscar los cuerpos como barcos

Cuándo la noche perdió su magia y pasó a ser un espacio cerrado

Ya no vienen los piratas ni los sueños

Y menos esas ganas de tomar en asalto esos gemidos

Ya ni siquiera somos culpables de nada

Hace lunas y lunas dejamos de acusarnos por la desgana gris que nos posee

Las mujeres infinitas de los muelles se cambiaron por ti

Y salí timado

Eso quería decirte alguna vez al desayuno en la mesa de siempre

La soledad no era un asunto nuestro

Lo nuestro era hacer fuego y apagarlo

Pero pasan los buses, trenes, los arpegios trenzados a dos voces

Aquí no crecen ni las telarañas

La espalda es un suplicio y a golpes de uña sacas estrías al lienzo

Mi nombre es una piedra que rebota sin eco por los muros

Y la maleta apesta a naftalina en un rincón del closet

Te miro desnudar como quien mira un Cristo

O una ventana que da a un patio trasero

Los huesos amenazan que habrá una gran tormenta

Han subido los precios

Cosas así decimos sin mirarnos los ojos

Allí hay un precipicio que nos llama

Vale que rompo todas las cadenas y arrojo las pastillas al lavado

Me cambió el pantalón por un vaquero

Y me voy por los barrios recurrentes de los busca vidas

Si no hubiese el temblor ni el ardor en el cuello

Y el mundo fuera mío bajo la lluvia

Juro daría dos pasos a la mujer que espera en una acera

Tarde pero llegué al apocalipsis

Ni paredes con pintas ni arengas salvadoras me alejarán de ti

Tantas cosas haría para ganar a la mujer que espera que nunca hice

Y así en disquisiciones que llevan a la nada pasa el tiempo

Se mueren las estrellas en mi cielo y alguien toca mi mano

Quién es este fantasma que dormita a mi lado

Aquí solo el silencio se congela mientras la vida pasa en la ventana.

 

En luna llena la ciudad de los lobos me expulsó

Marché en los hielos con toda la compaña en latcho drom rumbo al fuego insaciable

Anclé cuando ardía Tenochtitlán en los pechos cortados de una cihuah sagrada

Y sin rumbo devoré cristales rotos en Los Ángeles una noche del 92

Estacado en La Perla fui el último suspiro de mi sombra

Mi canto de juglar reptó al Estadio Nacional inacallable

Y como una coraza inútil lloré a los pies de Nibia en Peñarol

Soy la suma de todas las cadenas

Soy el adiós que se niega a ser tragado por el viento

Y en éxtasis entonó junto al Tri una triste canción de amor

Mi hoja de vida podría llegar incluso al Aconcagua

Mi cabeza en la pica mira con esperanza la marea rojiza

Y una ventisca zangolotea los cuerpos sobre la Bogotá sin derrotero

Me bastaría una cumbia sin bozal para ser muy feliz

Un candombe Nibia para tocar tu cuerpo

Y así en tambor y flauta rescatar del marasmo la alegría

Soy triste lo confieso y taciturno

No tengo un corazón para ofrecer a todos

Ni tengo la ponzoña entreverada en letanías marxistas

En la cima del mundo país arrebujado te comparto la nada

Si es la casa de todos la tierra la hipoteco

Remato mi expresión, rifo mi turno

Que ruede mi morral sendero abajo por todas las iglesias

Allí guardo cenizas de todos mis ancestros

Resigno, doy la espalda al ritual que nace el sol

Estrangulo al nagual, declaro que soy un esperpento

Y que nada me llevo, les dejo la memoria

Una vez cabalgué una piel ardiente, lo demás no le importa al respetable

Más corsario que águila nunca retoñé el fuego entre mis manos

Ni me hablaron las brujas del poniente

El Armagedón tenía su pista en la sala de casa

Padre leía el periódico mientras yo le arrancaba cabezas al gentío

El reino de Dios para los pobres me lo delegó padre en primavera

Y luego se murió como un bendito

Yo he sido tan de todos que doy asco

Puta de rebelión, sicario roto

Shamán persigue sueños y mujeres

Todo lo he sido yo en este tumulto

No queda más que aguardar por los ángeles en esta cima helada

Que me lleven con ellos al fondo de la casa

Todo lo que les dejo no vale un cacahuate

Me llevo el rockandroll y los orgasmos de una mujer alada

No se precisa más en este viaje. 

 

José Manuel Rodríguez Walteros

Autor

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    José Manuel Rodríguez Walteros (Bogotá, Colombia) es un escritor que se radicó en California hace más de 20 años. Novela y cuento, a veces poesía, están en sus creaciones que han sido galardonadas aquí y allá. Premio Fernando de la Mora, en el Juan Rulfo, mención especial Casa de las Américas y Letras de Oro, entre otros, dan fe de su quehacer literario. Ha publicado Las Voces del Enigma, novela, No más canciones para los muchachos muertos, Los cantos de la noche son los cantos del East LA y Las historias del Descifrador, en cuento. Pertenece al grupo literario La Luciérnaga de Los Ángeles con el cual lleva añales luchando por darle un lugar de relevancia a la literatura en español hecha en Estados Unidos.

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