Después de un año y medio de pandemia, parecería que estamos volviendo a la normalidad en la mayor parte del país, pero el proceso no es ni estable ni constante.
Unas 4,3 millones de personas renunciaron a sus trabajos en agosto, casi el 3% de la fuerza laboral: un récord. El anterior, de casi 4 millones, fue en abril.
Muestra cómo la pandemia sacudió la disposición del mercado laboral y el carácter del trabajador estadounidense.
Un número tan alto de renuncias parecería indicar que existen fuentes de trabajo alternativas, que son aparentemente mejores que las dejadas detrás, con superiores beneficios. Que para recuperar el nivel de actividad económica previa a la crisis del COVID-19, los empleadores deben acceder a pagar mejor.
También indica la influencia de la ayuda directa que prestó el gobierno nacional y algunos estatales a los estadounidenses de ingresos bajos y medios.
Paralelamente, la reapertura de la economía significó un agregado de 11 millones de empleos – especialmente en reapertura de negocios – en julio y 10.4 millones adicionales en agosto.
El fenómeno está siendo impulsado entonces en parte por trabajadores que están menos dispuestos a soportar horas de trabajo inconvenientes, prolongados viajes diarios, especialmente en ciudades como Nueva York y Los Ángeles, y una compensación pobre. En cambio, renuncian para encontrar mejores oportunidades.
Sin embargo, el cuadro no es concluyente. Por ejemplo, entre los empleados que renunciaron, casi 900,000 pertenecían al rubro de restaurantes, hoteles, bares y negocios afines, que como se sabe sufrieron un golpe fuertísimo con cierre de miles de establecimientos. Medio millón dejaron sus puestos en el cuidado de salud, primera línea en la lucha contra el virus, con riesgo de contagio, terribles escenas de enfermedad y horas interminables.
Además, los retrasos en las cadenas productivas por escasez de importaciones tecnológicas, especialmente de China, han ralentizado la recuperación.
Por último, el cierre de escuelas y jardines de infantes tuvo y tiene aún un efecto desolador sobre el empleo de mujeres en todo el país, ya que muchas madres han debido postergar su retorno al trabajo porque deben atender a sus hijos.
En consecuencia, millones se encuentran en transición de un puesto a otro.
La búsqueda de nuevos empleos y oportunidades se concentra en puestos remotos, desde la casa.
Hace un año y medio la situación era mucho peor. En marzo y abril de 2020, más de 20 millones de trabajadores perdieron sus empleos.
Por una parte hay millones en transición, buscando nuevos y mejores empleos por voluntad propia. Por la otra, hay 5 millones de cesantes más que en tiempos regulares. Muchos empleadores no completan sus planillas.
Esto llevó a que el mercado laboral agregara solamente 194,000 empleos en septiembre, a pesar de que también se están agotando los beneficios ofrecidos por los gobiernos.
El mensaje de los trabajadores es de sentido común: volverán a trabajar como antes si se les ofrece seguridad contra el virus y condiciones plausibles. Esto apunta a un fortalecimiento histórico de los sindicatos, que habían estado perdiendo terreno durante décadas.