El FOBAPROA ha anclado a la economía mexicana y la seguirá anclando por varias décadas ya que se anuncia que se seguirá pagando hasta 2070. En 1990 la deuda garantizada por el Fondo Bancario para la Protección del Ahorro que algunos conocen como ROBAPROA ascendía a 552 mil millones de pesos, se han pagado 700,000 millones y ahora llega a cerca de 2 billones de pesos.
Los fondos de la hacienda pública destinado a pagar el resultado de una decisión tendenciosa a favor de la oligarquía, le han quitado esos recursos a las grandes mayorías.
Este rescate se debió a que ante la crisis creada por los bancos el gobierno decidió salvar a los bancos y no a sus víctimas, hoy los bancos se siguen beneficiando del fraude que realizaron en contra de la nación, del cual se colgaron muchos “empresarios” y políticos.
Jugando al que hubiera pasado, tengo la tentación de sostener que sin el FOBAPROA algunos bancos hubieran quebrado pero nos hubiéramos ahorrado el rescate con lo que el país hubiera contado con una cantidad enorme de recursos para asegurar buena educación, buena salud y buena infraestructura, pero abrí los ojos y enfrente tuve la imagen de los hampones que ocuparon el gobierno desde 1980 hasta 2016 y que coordinaron un sistema de atraco. O sea que sin el FOBAPROA hubieran tenido más para robar y se lo hubieran robado, así que hubiéramos quedado igual porque estamos ante una banda de pandilleros que incluye a banqueros, “empresarios” y políticos. Tal vez si se lo hubieran robado no nos hubieran dejado esa deuda de dos billones, ni la entrega del dinero del país a bancos extranjeros, que llegaron atraídos por los bonos del ROBAPROA.
Cuando estalló la crisis del coronavirus la derecha le exigió al gobierno que rescatara a 10 mexicanos que estaban en China para salvarles la vida. Demanda muy loable, aún considerando que se fueron a China por voluntad personal y no representando a la nación, ¿por qué entonces se les debe poner a salvo con los impuestos? De cualquier manera el gobierno los rescató con la ayuda de Francia, aunque la derecha enloquecida exigía que mandaran un avión directo, y luego claro, iban a gritar de porque el gobierno se gasta tanto dinero en viajes a China.
El gobierno rescata con frecuencia a personas que se asientan en zonas riesgosas, en Monterrey lo hicieron en el cauce de un río hasta que la naturaleza les dijo que ahí no era el lugar para hacerlo, o bien le exigen que repare o reconstruya viviendas destruidas por terremotos, inundaciones o cualquier otra manifestación de la naturaleza.
Si vamos a acatar los principios y espíritu del capitalismo, cualquiera que por su propia voluntad invierte de forma riesgosa, debe asumir los riesgos de su inversión. Lo que parece extraño es que le exijan al Estado una respuesta socialista: que los salve de una decisión mal hecha.
Una empresa le exige al gobierno que le alargue una concesión para el manejo de un puente internacional porque se equivocó al calcular el tráfico vehicular y por lo tanto lo que recaudaría, y el gobierno atendió con prontitud la petición porque la empresa es de un oligarca.
El gobierno rescató a los empresarios que empobrecieron ingenios azucareros y desviaron los subsidios hacia la compra de bienes raíces, que el gobierno les dio para ser más productivos.
El gobierno rescató a los oligarcas que hicieron mal negocio con las carreteras.
Pero los oligarcas y sus seguidores que incluyen a acólitos, comentocratas y “empresarios” que ansían avanzar para entrar al club de los privilegiados, levantan la voz y critican con fuerza el día que el gobierno decide rescatar a la sociedad, entregarle recursos a los desposeídos, ayudarle a los que menos tienen para alcanzar un mayor nivel educativo, o para paliar la miseria extrema causada por ese capitalismo salvaje y de amiguetes que ha producido una capa millonaria y una masa inmensa de pobres.
Así que los rescates están a la orden del día, aunque no siempre satisfacen a los que le han arrebatado a las mayorías el futuro y la posibilidad de vivir bien.
Lee también
Peña Nieto: el avión presidencial y los memes
¿Peligra el socialismo?, por Fernando Vegas