Ahora que se aproxima el fin de uno de los años más difíciles que hemos experimentado a nivel colectivo y personal, me pregunto cómo superaremos como sociedad las profundas divisiones, los rencores y la falta de civilidad que han afectado a este país. Todo ello, impulsado desde la propia presidencia que también ha encabezado, con el aval del Partido Republicano, un asalto a la democracia y a la voluntad de la mayoría de los votantes.
Este fin de semana seguidores del presidente Donald Trump, en Washington, D.C., y en el estado de Washington, se manifestaron contra un inventado “fraude electoral” portando armas blancas, chalecos antibalas, armas de fuego, arrancando banderas del movimiento Black Lives Matter de iglesias. Hasta los supremacistas blancos Proud Boys se hicieron sentir, mostrando el trasero con un vulgar mensaje anti “Antifa”. Hubo varios heridos.
Pero a nadie sorprende que estas personas actúen de este modo, pues tienen el aval de un presidente que promueve la falsa idea del “fraude” únicamente para seguir sacándole dinero a esos mismos seguidores; y tienen el aval de un Partido Republicano que en el Congreso le siguió el peligroso juego a Trump uniéndose a la ridícula demanda del estado de Texas, pidiendo que se desestimaran los resultados de las elecciones en otros estados clave donde Joe Biden ganó, demanda que el máximo tribunal de mayoría conservadora no quiso escuchar por carecer de base legal. La sed de mantener el poder a toda costa ha probado ser más poderosa para los republicanos que la Constitución y la democracia.
Esto es, de hecho, una de las interrogantes del nuevo año que se aproxima: ¿qué será del Partido Republicano? O más bien, qué harán los republicanos sensatos que han visto a esta colectividad tocar fondo con Trump al mando, sin importar lo bajo que han caído porque la política de cloaca que ha impulsado Trump lamentablemente les ha resultado rentable y efectiva entre un amplio sector del electorado.
Trump únicamente tiene que tronar los dedos para que sus 74 millones de fieles apoyen o deshagan las aspiraciones políticas de otros republicanos. La pregunta es cuánto durará el culto a Trump una vez que arranque la administración Biden y surjan nuevas batallas. O si Trump seguirá presente en una especie de gobierno desde las sombras con sus lacayos republicanos entorpeciendo la agenda legislativa de Biden.
Lo más triste es que todo este espectáculo republicano se da en medio de una pandemia que ha matado a cerca de 300 mil almas en Estados Unidos y que sigue sumando víctimas. Una pandemia que Trump y esos republicanos han minimizado con consecuencias catastróficas.
Para enfrentar la pandemia, ya se ve una luz al final del túnel. Con la aprobación de la vacuna comienza su distribución a través del país y sus territorios, y aunque faltan meses para comenzar a ver resultados, al menos hay una esperanza.
Para el Covid 19 ya hay varias vacunas, pero para el otro virus de prejuicio, xenofobia, mentiras y falsedades que Trump y los republicanos han inoculado entre sus huestes, no la hay.
Ese será uno de los principales retos de la presidencia de Joe Biden, gobernar un país dividido con un Congreso dividido, pero también será un enorme reto para nosotros como sociedad. Año Nuevo, viejos y nuevos retos.