Con el apoyo de apenas siete republicanos, la Cámara Baja aprobó a mediados de febrero una resolución que intenta revivir la enmienda constitucional de Derechos Iguales, una legislación que data de 1982 y prohíbe la discriminación basada en género
La legislación pasó ahora al Senado, en donde en vez de debatida, aprobada o rechazada, será archivada, relegada y nunca llevada a votación o siquiera debate.
Quien esto decide es Mitch McConnell, de 77 años, el presidente del Senado, que está en manos de los republicanos, con 53 de los 100 escaños.
Pero esta legislación no es la única que los republicanos quieren condenar al olvido .
Es una de más de 400 leyes aprobadas por la Cámara de Representantes y que llegaron al Senado para morir.
Desde que Trump asumió en enero de 2017, el Senado simplemente ha dejado de cumplir su función de legislar. Las propuestas de ley se mueven en su seno con lentitud e ineficiencia. Y si originaron de la Cámara de Representantes, casi todas simplemente desaparecen en las gavetas de McConnell.
Esa fue la suerte incluso de leyes que contaron con apoyo de los republicanos, como la ley HR1 que combate la corrupción y defiende la democracia, la ley de Neutralidad del Internet (HR1644), la extensión de la ley Violencia Contra la Mujer (HR1585), inspecciones de historial criminal para compras de armas (HR8 y HR1112), aumento del salario mínimo (HR987), varias leyes para rebajar los precios de medicamentos, o la HR986 que protegería la cobertura médica de pacientes con condiciones previas.
Incluso una ley que disminuiría los impuestos para familias de caídos en el servicio militar (HR1994). Todas ignoradas por el Senado.
Hasta diciembre pasado, 400 leyes fueron aprobadas por la Cámara Baja. El 80% fueron ignoradas por el Senado.
Esto convierte al Congreso en inoperante y especialmente, irrelevante en el balance de poderes. Más, con la capitulación de la Cámara Alta ante el Presidente durante el juicio político, cuando se tapó los ojos y se negó a ver y oir a testigos.
No siempre fue así.
En los 80, el Congreso aprobaba de 350 a 400 leyes por año, de 700 a 800 en cada ciclo legislativo de dos años. En este siglo el número bajó a unos 250. El Congreso de Trump solo aprobó 70 leyes en 2019, muchas de ellas simples proclamaciones o extensiones presupuestales.
McConnell – el peor líder del Senado de que se tenga memoria – y sus aliados convirtieron al Senado en una barrera de contención al servicio del Presidente.
The Radical Left, Do Nothing Democrats said they wanted to RUSH everything through to the Senate because “President Trump is a threat to National Security” (they are vicious, will say anything!), but now they don’t want to go fast anymore, they want to go very slowly. Liars!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) December 26, 2019
Esto contradice los tuits de Trump según los cuales los demócratas “no han hecho nada en el Congreso”. La verdad, como muchas veces en el universo del Presidente, es al revés.
Hay excepciones. No siempre el Senado es inútil.
Cuando se trató de proteger al Presidente de las consecuencias de sus actos ilegales durante el juicio político, el Senado republicano apuró los debates, impidió que se presentasen testigos al juicio y votó apresuradamente para declarar inocente al mandatario.
Fue muy rápido. Antes de que el pueblo se dé cuenta.
E incansablemente está aprobando el nombramiento de jueces federales de la extrema derecha, cambiando así la composición del Poder Judicial al lado conservador. Esta situación perdurará por muchos años, incluso si los demócratas recuperan el poder en noviembre.
En estas circunstancias, la aprobación este jueves por el Senado de la resolución que limita el poder del Presidente de iniciar actos bélicos sin la aprobación del Congreso, por 55 a 45 es una excepción bienvenida. Debería repetirse. Lástima que todos saben que Trump vetará la resolución y ésta carecerá del apoyo de 2/3 de ambas cámaras para anular el veto.
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