Sara Spinrad, amiga de internet, de un pasado lejanísimo y como corresponde, a veces del alma, ha hecho lo inevitable: crear un grupo de Facebook con el nombre de Stop Vuvuzela y una descripción de nueve palabras: ¡por favor, déjenos gozar de este mundial de fútbol!
Y es cierto, alcanza, porque, ¿se necesita hacer más ruido para denunciar esa trompeta plástica, cuyo sonido feísimo en las canchas del Mundial de Sudáfrica no solamente nos ensordece (algo por lo demás fácilmente solucionable si se baja el volúmen) sino que simplemente no deja escuchar al narrador de los partidos. En ningún idioma, en ningún canal.
Que me expliquen, entonces, para qué los hinchas sudafricanos y sus acólitos de todo el mundo se vacían peligrosamente los pulmones. ¿Están apoyando a uno de los equipos, o repudiándolo? ¿A cual? Imposible saberlo: esa resaca de sonido sigue, dale y dale sin interrupción.
Obvio, los damnificados no son solamente los que no oimos la explicación del partido, y somos unos cuantos, sino también los protagonistas en fin del Mundial, los jugadores. No se pueden concentrar, no pueden comunicarse entre sí y no pueden descansar en los intermedios. Horrible.