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Tijuana, entre el cielo y el infierno

Argentina en los infiernos del dante

Gustave Doré - Dante Alighieri - Inferno - Canto III / Wikimedia Commons

Nunca dejará de sorprenderme el abanico de emociones que inspiran ciudades como  Tijuana. Su intensidad depende de cuándo y bajo qué circunstancias una persona llega a ellas. En el caso específico de mi ciudad hay un elemento más, una pregunta que se formula repetidamente, y que muestra una y otra vez la degradación que ha sufrido históricamente. Es la siguiente pregunta:

–Y tú, ¿para qué vas a Tijuana?

Es en mis familiares que han vivido en Estados Unidos desde siempre donde hallo casi todas las respuestas de ese “para qué”:

–A ver a mi mamá…

–Al dentista…

–A comprar la piñata y los dulces para la fiesta de “la gorda”…

–A ponerme botox…

Y también “al doctor», “a comer taquitouuus”, “al homeópata”, “a los Toros”, “a que me hagan un facial”, “a hacerme la lipo”, “a quitarme las arrugas”. Y así sucesivamente: para eso, eso y eso voy a Tijuana.

Pero hay más de una Tijuana. De hecho hay varias, que comparten el mismo espacio físico, sin siquiera interactuar entre sí. Y la mayoría de las veces, sin siquiera una percibir la existencia de la otra.

Está la Tijuana de los arraigados: los que nacimos y crecimos aquí porque a nuestros padres les resultó buena la decisión de quedarse y echar raíces. Somos los que queremos que esta ciudad mejore, aunque no sepamos qué vamos a hacer para lograrlo. Es la Tijuana de aquellos para quienes cruzar la frontera es una opción de esparcimiento y variedad, y no un imperativo de supervivencia.

Hay otra Tijuana: la de los migrantes, que a su vez es bicéfala. Tiene dos cabezas: la de los de “la Puerta del Cielo”, que es la Tijuana de aquellos que logran “saltar” el bordo hacia el otro lado, y la de los del “Precipicio al Fracaso”, que es la Tijuana de quienes, después de quebrar en añicos su sueño americano, vuelven por el sendero de la deportación.

Tienen un común denominador: desde el principio, Tijuana nunca fue su destino deseado. No quisieron venir ni quedarse. Pero llegan: humillados, cansados, vencidos, sin un quinto en la bolsa y sin nadie que te reciba de regreso a tu país con un “no te preocupes aquí puedes comer y pasar la noche, y ya mañana veremos como regresas a tu casa”.

Quienes sufren la deportación son como los refugiados de guerra. Aunque el migrante sea deportado a su propio país, llega con su esperanza rota y su dignidad en harapos, sin saber adonde ir, y sin medios para regresar a lo que en México había sido su casa.

Aquí va una propuesta: en el ayuntamiento de Tijuana, o en el estado de Baja California, se deberían establecer grupos de voluntarios, responsables de recibir a todos los “paisanos” deportados de Estados Unidos. Después de alimentarlos y de asegurarse que recibieron servicios médicos para corroborar su buena salud, los asignarían a algún lugar acogedor donde puedan pasar la noche. Al día siguiente y tras un merecido descanso, los llevarían en autobuses a sus lugares de origen.

La Casa del Migrante de los Misioneros Scalibrini ha cumplido esta labor aproximadamente desde 1985. Aunque es una Misión y sus recursos son muy limitados, cuenta con un eficiente sistema para acoger dignamente a quienes no han logrado cruzar a o han sido deportados. Les dan comida, ropa y un espacio para su higiene personal y descanso. Después, cada persona, por cuenta propia, se las ingenia para regresar a su lugar de origen.

Y sí, hay más Tijuanas. La de los oportunistas. Los que vienen por negocios, a quienes la ciudad les importa un bledo. Son los que viajan desde el interior de México pero prefieren aterrizar en el aeropuerto de San Diego, y ahí se hospedan o más, tienen casa. A Tijuana vienen por lo absolutamente necesario. La ciudad les da negocio y eso es suficiente. No los une ningún vínculo emocional con Tijuana. Pero derrumban edificios históricos y se apropian de espacios que son propiedad de la nación para hacer supermercados, por ejemplo.

Finalmente, está la Tijuana de la nota roja, la de los criminales, para la cual no hace falta mayor presentación. Todos sabemos algo acerca de esta versión de la ciudad, de oídas o por propia experiencia.

Pero esta última Tijuana es para muchos, lamentablemente, la primera y única. Esta es la Tijuana que les da de hablar, de comentar, de escandalizarse, de opinar y juzgar a Tijuana.

¿Cómo me afecta, entonces ser tijuanense en estos tiempos violentos?

Hay una canción de tiempos pasados, cuya belleza descubrí no hace mucho: “This guy’s in love with you”, en la versión interpretada por Herb Alpert, la que además le daría su primer Número Uno en el Billboard, cuando destronó a la entrañable “Mrs. Robinson” de Simon & Garfunkel, en junio de 1968.

Herb Alpert era uno de los ídolos de mi padre. Lo admiraba profundamente; decía que su música le daba lo que nada ni nadie le había dado en este mundo. Así de fuerte. Para mi padre, encontrarse con las melodías de Alpert era una experiencia inolvidable. Era además, decía mi papá, un gran trompetista, siempre cambiante y perceptivo a nuevas ideas. Sin embargo, Alpert fue un artista poco valorado, que no recibía el respeto que merecía su gran talento.

“Pero además de todo tiene una banda que se llama Tijuana Brass”, me decía mi padre. Alpert se había hecho acreedor automático al cariño de mi padre por haber elegido un nombre querido: Tijuana.

Aquí está la respuesta, entonces. Cuando quiero expresar mis sentimientos hacia esta ciudad donde nací, crecí y me convertí en la mujer que soy, pienso en lo que decía mi padre acerca de Herb Alpert.

Tijuana es mi Herb Alpert y un poco mas.

Y a pesar del narco, de los oportunistas y de todo aquello que se apropia de nuestra ciudad y la convierte en algo que no significa nada para mi, ni para mis recuerdos, a pesar de “ellos”, yo quiero a Tijuana y me gusta ser tijuanense.

Autor

  • Marga Britto

    Aprendiz de Madre, Malabarista del tiempo, Exiliada por Opcion, Cuestionadora de todo, Objetora de muy Poco, Activista de Closet, Escritora sin oficio. Marga nació y creció en la ciudad de Tijuana, México. Actualmente radica en la ciudad de Pasadena, CA. junto a su esposo e hija de 18 meses. Es Licenciada en Comunicación egresada de la Universidad Iberoamericana, y comparte su tiempo entre vivir su maternidad a tope y escribir una columna semanal en su blog www.madresinsumisas.com.

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