Tras el fallo de un juez federal que impide al gobierno de Joe Biden dejar de implementar el Título 42, y que la Casa Blanca asegura que apelará, un común denominador recorre los reportes de prensa en estos días: con la medida o sin ella, los migrantes seguirán llegando a la frontera, con la esperanza de solicitar asilo en algún momento.
Esa parece ser una lógica de sobrevivencia pura que los antiinmigrantes —entre políticos, funcionarios y parte de la sociedad estadounidense— nunca lograrán ni entender, ni aceptar. Porque puede haber miles de obstáculos en el camino, pero para alguien que busca dejar atrás aquello que martiriza su existencia y la de sus seres queridos no hay barrera que le impida, al menos, intentarlo.
En efecto, en varias ciudades fronterizas son miles los migrantes que aguardan porque, con Título 42 o sin él, ellos seguirán llegando. De hecho, una de las falacias que republicanos y algunos demócratas moderados esgrimen es que la eliminación del Título 42 generaría un “caos en la frontera” ante el masivo arribo de migrantes. De ahí que insistan en asirse a esta medida sanitaria, activada por la pandemia del Covid-19, para lidiar con los retos migratorios, sin que medie un debate de altura en el Congreso para aprobar o rechazar una legislación.
Es, simple y llanamente, una especie de toma y daca a nivel legislativo, en el que miles de vidas humanas en total vulnerabilidad son utilizadas como parte de ese juego perverso de conveniencias políticas, donde lo más “importante” es vencer al opositor en turno, ya sea en la tribuna o en la prensa, poniendo en medio a esos migrantes como estratagema ideológica, lo mismo para defenderlos que para atacarlos. Y mientras tanto, esos migrantes siempre quedan, lamentablemente, en el limbo migratorio.
En otras palabras, el Título 42 le ha servido de arma a esos políticos, quienes durante décadas se han dedicado a entorpecer una reforma migratoria amplia que, además de legalizar a indocumentados, atienda las obsoletas leyes de asilo que rigen en este país. Es más, el Título 42 ha permitido minar todavía más esas leyes de asilo, impidiendo el ingreso sobre todo de extranjeros de países latinoamericanos, caribeños y africanos, entre otros, tal como se empezó a dar ese fenómeno durante la administración Trump, dejando ver además ese lado xenófobo que conlleva desde el principio la aplicación de dicha política de exclusion evidente.
Así, el cinismo de estos políticos no tiene límites. Todavía no entraba en vigor la fecha límite para eliminar el Título 42, este pasado 23 de mayo, cuando ellos ya argumentaban que había una “crisis en la frontera”. Si con el Título 42 ya había una “crisis”, entonces ¿por qué aferrarse a una medida sanitaria para hacer frente al desastre que son las leyes de inmigración en la nación supuestamente más poderosa del planeta? ¿Por qué no legislar?
La respuesta es sencilla. Porque es más fácil explotar el tema para fines politicos, que tener los pantalones y las faldas bien puestos para tomar decisiones difíciles y reformar un sistema migratorio que no corresponde a la realidad de este Siglo 21. Es más fácil recurrir a la demagogia que hacer el trabajo para el cual supuestamente fueron electos.
“Que se pongan un día en nuestros zapatos”, dice como mensaje a los legisladores estadounidenses una inmigrante indocumentada entrevistada por la cadena Telemundo en un albergue de la ciudad mexicana de Reynosa, donde aguarda una oportunidad para solicitar asilo. “Que nos ayuden porque somos personas humildes con un corazón dispuesto para trabajar”.
Y en sus palabras encierra precisamente el verdadero y profundo sentir del migrante auténtico que solamente desea una oportunidad para demostrar lo que cada generación de migrantes ha hecho no solo por esta país, sino por el que los ha acogido de tanto en tanto, a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Pero incluso la falta de agallas de esos legisladores es tal que, al hablar de la frontera y de manejar a miles de solicitantes de asilo diariamente, pareciera que esta es una nación no desarrollada, incapaz de lidiar con un alza en la cifra de migrantes.
Esto contrasta con la petulancia que suelen demostrar en el Congreso, donde Estados Unidos es el “mandamás” capaz de manejar lo que sea. Ahora mismo, con la crisis de la escasez de fórmula para bebés, una congresista comentaba en uno de los programas por cable que ver los estantes vacíos en supermercados y farmacias era inconcebible porque “este es Estados Unidos de América”.
Bueno, pues si esto es Estados Unidos de América, deberían comportarse como parte de una nación desarrollada y ser capaces de enfrentar los retos que verdaderamente importan desde el punto de vista de las urgencias humanitarias, Por ejemplo, acaban de aprobar el envío de 40 mil millones de dólares! para el conflicto bélico en Ucrania, pero aparentemente no pueden atender un alza de migrantes en la frontera con México.
Porque la realidad es que con Título 42 o sin él los migrantes seguirán llegando, sobre todo ahora que comienza el verano, cuando las cifras se disparan. Porque no únicamente buscan asilo — pues muchos provienen de países aliados de Estados Unidos y la posibilidad de obtener ese beneficio es remota—, sino también, como tantos otros, huyen de la miseria, de la violencia en todas sus manifestaciones.
Son esas situaciones las que los llevan a cruzar desiertos y a navegar en aguas infestadas de tiburones en precarias embarcaciones. Si sobreviven las travesías y luego los deportan, ellos vuelven a intentarlo. Con Título 42 o sin él.