Durante el fin de semana se anunció que la cadena ABC había llegado a un acuerdo con Donald Trump para dar fin a la demanda de difamación de este último – presentada en marzo – contra la cadena y su presentador George Stephanopoulos. El acuerdo estipula que ABC News donará 15 millones de dólares a la futura “biblioteca presidencial y museo” de Trump y pagará los gastos legales de este último por un millón de dólares adicionales.
El periodista y su empleador se disculparon en público por su error.
¿Cuál fue?
Stephanopoulos afirmó erróneamente que Trump había sido hallado responsable de “violar” a la escritora E. Jean Carroll cuando en realidad el jurado dictaminó que fue responsable de “abuso sexual y difamación”. La jueza Lisette Reid de Miami ordenó también que Trump le pagase a la víctima una indemnización de 83 millones de dólares.
Se trata de una impresionante victoria para el magnate, quien en el pasado reciente ya había demandado a CNN, el New York Times y el Washington Post. Pero perdió en todos esos casos.
Durante su campaña, Trump acusó a la prensa libre de parcialidad y corrupción y amenazó con represalias y retribuciones, incluyendo la cancelación de la licencia de transmisión para la cadena..
Llama la atención que ABC haya levantado la bandera blanca de la rendición, pese a lo difícil que hubiera sido para Trump ganar el juicio y pese a estar protegida por la Primera Enmienda de la Constitución.
Por lo que parece, ABC decidió aceptar su culpabilidad después de que, un día antes, la jueza del caso ordenara que las partes prestaran declaraciones públicas y que debía entregar a los abogados de Trump todo el material relativo al caso, incluyendo correos electrónicos.
Pero más que ello, se trata de un eslabón más en la cadena de capitulaciones de los medios ante la avalancha del trumpismo.
Lo precedió entre otros la orden de los dueños del Washington Post y el Los Ángeles Times de que sus periódicos se abstengan de endosar a Kamala Harris tal como se proponían sus redacciones en las postrimerías de la campaña electoral.
Es también una victoria para la avalancha de noticias falsas desencadenada por Trump desde 2015 y su ataque obsesivo contra la prensa, que podría haber llevado a que un jurado falle contra ABC en un juicio.
Estos propietarios retroceden ante Trump bajo la premisa de que su capitulación los salvará de ataques ulteriores. Es un grave error. Su debilidad solo abre el camino para humillaciones adicionales, al punto que atenta contra la libertad de prensa en nuestro país. Una libertad que Trump aborrece.
Pocas horas después de que se anunciara su victoria en los comicios el 6 de noviembre, CNN informó que el Comité para la Protección de los Periodistas, Reporteros sin Fronteras, la Fundación para la Libertad de Prensa y el Proyecto American Sunlight habían pedido al presidente electo que pusiera fin a sus ataques contra los medios de comunicación.
Reporteros sin Fronteras nos recordó que durante su primera administración Trump usó el término Fake News más de dos mil veces para designar a la prensa libre por haberlo criticado. Recordemos que el término inició cuando el New York Times así llamó precisamente a los que glorificaban al entonces candidato presidencial en 2016, y Trump simplemente se apoderó de la idea.
Posteriormente y cuando las críticas no cesaban, Trump comenzó a usar «enemigos del pueblo americano», tal como lo hicieron los dictadores a lo largo de la historia y más recientemente su fuente de admiración, Viktor Orban de Hungría. Escribe al respecto de todos ellos el periodista y profesor de Harvard Marvin Kalb en «Enemy of the People: Trump’s War on the Press, the New McCarthyism, and the Threat to American Democracy»:
Su objetivo era deslegitimar el trabajo de la prensa calificándolo de “noticias falsas” y crear confusión en la opinión pública sobre qué es real y qué no, en qué se puede confiar y en qué no. Ese, al parecer, es también el objetivo de Trump.
Es inaudito que esto suceda en nuestro país cuando el reciente informe de la UNESCO señala que durante 2024 fueron asesinados 68 periodistas en todo el mundo por cumplir con su labor.
Si ABC, perteneciente a la corporación Disney, capituló abiertamente ante la presión de Trump, ¿qué harán otros medios menos pudientes?