Cuando las cifras de nuevos contagios y de muertes a raíz del coronavirus cayeron en todos los estados, las compuertas de la economía se reabrieron, la población salió de sus casas a la calle y a las reuniones multitudinarias, vivimos un suspiro de alivio.
Un suspiro de alivio efímero
No duró mucho.
Las mismas cifras que felizmente se habían desplomado en mayo han vuelto a subir.
Ahora, las infecciones confirmadas se han casi cuadruplicado, de 13,000 por día a principios de mes a más de 50,000.
Cincuenta y siete grupos que representan a millones de médicos, enfermeras, farmacéuticos y otros trabajadores de la salud pidieron ayer la vacunación obligatoria de todo el personal de salud del país.
Porque la tercera parte de los empleados de los hogares de ancianos no está completamente vacunada, al igual que al menos uno de cada cuatro trabajadores de hospital que tienen contacto con pacientes.
Estamos casi retornando a los infernales días de zozobra y pánico del año pasado.
Este retorno es manifiesto e incontestable.
Pero no es parejo. No es igual. El azote se concentra en los estados con bajo nivel de vacunación.
Raíces de la propagación del mal
Y en una tenaza sofocante se combinan la desaceleración del ritmo de vacunación y la variante delta, una tenaza cuyo vértice es la actitud homicida de muchos.
Esta es la verdad: la parte sustancial de la población no vacunada está contribuyendo a la rápida propagación del mal.
En ese sentido, bien hizo el Departamentode Asuntos de Veteranos en requerir que 115,000 de sus trabajadores de atención médica de primera línea sean vacunados contra el coronavirus en los próximos dos meses. Es la primera agencia federal en hacerlo y esperamos que el resto, tanto en el gobierno federal como los estatales, le sigan pronto.
Hacemos un llamado para que la desesperación de los expertos de salud sea esta vez escuchada. Para que quienes todavía se niegan a vacunarse por una tozudez enfermiza, un extremismo político autodestructivo, por hacer oídos sordos a la verdad científica, reconsideren su postura ya. Un llamado a la vacunación obligatoria.
Ellos mismos son hoy víctimas mortales de su propia supuesta ideología.
Llamamos a que las autoridades y las empresas privadas en todos esos lugares establezcan medidas de obligatoriedad que condicionen la entrada a sitios de trabajo, escuelas, espectáculos, restaurantes, a la vacunación.
Vacunación obligatoria
Que decreten: la participación en la vida de nuestra comunidad es para quienes acatan la obligación moral de vacunarse.
Y es necesario ser más severos, no menos. Más intransigentes, no menos. Más disciplinados.
Se debe ejercer una presión continua y creciente. Los que se niegan a vacunarse deben ser considerados como lo que son: parias, egoístas, indiferentes a la vida de sus prójimos y de ellos mismos.
Y esa presión debe concentrarse ante todo en los agentes del mal. En aquellos que desde los canales de cable y los medios sociales lucran con la desgracia ajena, difunden la mentira e incitan a la división. Los Tucker Carlson de nuestra sociedad.
Ya pasó el momento de la paciencia. Urge el cambio. Se trata de nuestras vidas.