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Informes secretos de la diplomacia estadounidense: ¿Quién vigila al vigilante?

Wikileaks, 250.000 voladores de luces

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En los últimos días estamos asistiendo a la información que nos va llegando sobre los informes secretos de la diplomacia estadounidense, a través de Wikileaks y el eco que se están haciendo los diarios de todo el mundo al respecto. Al principio parecía que la información mostrada no pasaba más allá de un “cotilleo de barrio”. Las fiestas de Berlusconi, o el carácter tosco de Sarkozy nos pueden importar tanto como los devaneos del famoso de turno con la artista de moda.

Sin embargo, los últimos cables publicados adquieren un tono mucho más serio; nos informan de que la Fiscalía española le dijo a EE.UU. que trataría de evitar que Garzón investigara Guantánamo, o que se intentaron boicotear los casos de “Couso” (cámara español que murió en la guerra de Irak por los disparos de un carro de combate estadounidense hacia el Hotel Palestine, en el que se encontraba), o de los “vuelos de la CIA”. El asunto se despega absolutamente del mundillo del corazón, para pasar a tomar tintes mucho más delicados.

En concreto, sobre el caso Couso, según el diario El País, al que cito aquí textualmente, sucedieron estos hechos:

“El embajador escribió en un cable dirigido a su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, días antes de su visita oficial a Madrid el 1 de junio de 2007, que «el Gobierno de España» había «ayudado entre bastidores a que la fiscalía apelara [las decisiones del juez]». Le recomendaba también que, en su reunión con el presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, le hiciera notar la «constante preocupación» del Gobierno de EE.UU. por la causa. Concluía que era importante que hubiera «una continua vigilancia y cooperación por parte del Ejecutivo» hasta que el asunto decayera.

La legación admitía que aunque en público los diplomáticos mostraban «respeto por la independencia del sistema judicial español» y por «la trágica muerte» de Couso, «entre bastidores», luchaban «con uñas y dientes para hacer desaparecer los cargos» contra los tres militares implicados. Son las palabras textuales de un telegrama confidencial enviado al Departamento de Estado el 14 de mayo de 2007 (informe 108143).”

En otros de los cables publicados, la Embajada de EE.UU. asegura que Zapatero moderará su discurso antibelicista, ya que así se le ha instado a ello, así como que la misma embajada “estaba perdiendo la paciencia con el clima anti guerra de Irak que estaba aflorando en España”. Es decir, que el país que supuestamente luchaba por “imponer” la democracia en Irak, estaba, al mismo tiempo, instando a un gobierno a que acallara las opiniones contrarias, lo cuál, de ser así, resulta muy poco democrático.

En algún punto, creo que a los ciudadanos nos cuesta creer que nuestros gobiernos funcionen de forma semejante. Es posible que en ocasiones prefiramos no mirar, para no tener que ver una realidad, no sólo decepcionante, sino intolerable.

Sin embargo, los tiempos nos invitan a mirar de frente y a exigir responsabilidades. El político y escritor irlandés Edmund Burke, dijo en cierta ocasión, que para que triunfe el mal, solo es necesario que los buenos no hagan nada. Por eso es tan importante que se investiguen las irregularidades y que los asuntos que viven en la oscuridad, salgan a la luz. Es necesario agradecer la labor de organizaciones como Wikileaks, tan denostada en los últimos días por las voces gubernamentales, ya que trabajan en esta dirección.

Podemos comprender que los gobiernos tengan que tomar ciertas decisiones a espaldas de la población para mantener la estabilidad, y aceptamos la existencia de documentos “Top Secret” por el supuesto “bien de todos”.

Sin embargo, el secretismo no puede tener carta blanca para realizar acciones que se encuentran fuera de lo tolerable por la ética y por las normas de convivencia humana que todos debemos comprender. Y si este secretismo ofrece consecuencias mostradamente negativas, que no se ajustan a lo que de él se pide, no nos quedará más remedio que ejercer una regulación sobre él, porque, llegados a este punto ¿quién vigila al vigilante?.

Autor

  • Laura Fernandez Campillo

    Laura Fernández Campillo. Ávila, España, 07/10/1976. Licenciada en Economía por la Universidad de Salamanca. Combina su búsqueda literaria con el trabajo en la empresa privada y la participación en Asociaciones no lucrativas. Sus primeros poemas se publicaron en el Centro de Estudios Poéticos de Madrid en 1999. En Las Palabras Indígenas del Tao (2008) recopila su poesía más destacada, trabajo este que es continuación de Cambalache, en el que también se exponen algunos de sus relatos cortos. Su relación con la novela se inicia con Mateo, dulce compañía (2008), y más tarde en Eludimus (2009), un ensayo novelado acerca del comportamiento humano.

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