La entrega de los premios Oscar el domingo tuvo lugar en momentos en que se afianza la presencia de la comunidad afroamericana en la industria cinematográfica. Hollywood festejaba el retorno a la normalidad con un aumento de 56% en la cantidad de televidentes en un año.
Pero Will Smith echó por la borda en 10 segundos décadas de progreso por parte de los artistas de su comunidad, que, por los prejuicios y el racismo latente, han debido trabajar mucho más para adquirirlo.
Fueron 10 segundos que atentaron contra la exitosa imagen de Smith, dueño de una fortuna de 350 millones de dólares, cuando propinó una bofetada al presentador y comediante Chris Rock, quien había hecho un chiste sobre su esposa Jada Pinkett.
Rock se burló de la calvicie de la también actriz, quien sufre de alopecia, enfermedad que le hizo perder el pelo. Ya en 2016 había insultado en el mismo escenario a la misma mujer.
El chiste fue de por sí brutal y maligno, Rock, el hombre con poder en ese momento por tener el micrófono y el escenario, abusó de ella.
Pero esto no justifica la violencia física pública y los insultos a gritos proferidos posteriormente por Smith.
El incidente fue tan fuera de lugar que muchos televidentes, de los más de 15 millones, todavía se preguntan si fue real o escenificado.
Podría representar un paso atrás para la comunidad afroamericana, que por fin está pasando por un momento de protagonismo, siendo reconocida en el mundo cinematográfico y sus miembros justamente premiados por su talento y profesionalismo.
El domingo, Will Smith y Chris Rock fueron dos machistas intolerantes y violentos.
Sí, machistas, porque la acción de Smith invalidó la posibilidad de que Pinkett eligiese, ella misma, el momento, el lugar y el contenido de una respuesta adecuada a Rock. No necesitaba a su esposo para eso.
Fue un incidente extraordinario para los Oscar, pero cotidiano para tantas mujeres con parejas abusivas. Porque lejos de protegerla, Smith incurrió en una continuación de la humillación y el abuso iniciado por Rock.
No menos aberrante fue el discurso a lágrimas de Smith al aceptar el premio al mejor actor, alegando que eso es lo que hace la gente cuando está enamorada. Pretendió ser una figura protectora. Fue un insulto ante quienes aman pero no necesitan recurrir a la violencia física para demostrarlo. Un insulto disfrazado de disculpa.
Incluyo a Chris Rock en la responsabilidad por el incidente, porque la comedia no puede pasar todos los límites. No puede ser que nos haga reír a base de insultos o doble sentido o connotaciones sexuales, en un escenario de importancia cardinal para el espectáculo.
Este lunes, Smith se disculpó con Rock en Instagram. “Me gustaría disculparme públicamente contigo, Chris”, escribió. “Estaba fuera de lugar y me equivoqué. Estoy avergonzado y mis acciones no fueron indicativas del hombre que quiero ser. No hay lugar para la violencia en un mundo de amor y bondad”. Obviamente, no es la última palabra.