Ya nos dimos, mi esposa y yo, la segunda dosis de la vacuna. ¿Nos sentimos más tranquilos? Sí, claro. Bastante.
Hasta que salimos de la casa. Entonces se agolpan las preguntas, las nuestras y las de amigos y colegas. Los vacunados, ¿qué podemos hacer y qué no? ¿Cuánta libertad recuperamos?
¿Podemos abrazarnos ahora, hacer una fiestita? Y si la hacemos ¿invitamos a amigos y familiares no vacunados?
¿Qué significa en la vida cotidiana la protección que nos da la vacuna? ¿Algo? ¿Mucho?
Al día de hoy, unos 85 millones de estadounidenses fueron vacunados, con al menos una dosis de las vacunas de Pfizer o Moderna o con la de Johnson & Johnson, la nueva, la de una sola dosis. Cada día, informó la Casa Blanca, se vacuna a más de dos millones de personas. Excelente. Razón de más para que nos den las directivas que necesitamos.
¿No te parece que debería haber más información para los vacunados?
Después de todo, se dio prioridad a quienes necesitan volver a la normalidad: trabajadores de la salud, la agricultura, la industria alimenticia y ahora los docentes.
La administración Biden había prometido las directivas para el jueves 4. Todavía esperamos.
Necesitamos esas guías. Tenemos que saber cómo nos seguimos cuidando. Porque ninguna vacuna da una protección total: si es de un 95% significa que tenemos un 5% de riesgo de contagiarnos.
Mientras esperamos, seguimos cumpliendo con el rito: no salir sin máscara – ahora, en California, dos, una encima de la otra – no acercarse a la gente ni amontonarse.
Mientras esperamos.