Se cumplen esta semana 10 años desde la propuesta de reforma migratoria del “Gang of 8”, cuando cuatro senadores de cada partido presentaron un ambicioso proyecto de ley de reforma migratoria.
Un proyecto conjunto
Los ocho –bajo el liderazgo del hoy líder demócrata del Senado Charles Schumer y el ya fallecido republicano John McCain– escribieron juntos la Ley de Seguridad Fronteriza, Oportunidades Económicas y Modernización de la Inmigración de 2013.
En el ambiente de división y hostilidad política insuflado –aunque no inventado– por el expresidente Donald Trump, hoy resulta casi imposible pensar que solo diez años atrás había avanzado y se veía factible la aprobación de la reforma migratoria. Y eso que en aquel entonces
El plan incluía vías para la legalización y ciudadanía para hasta once millones de indocumentados y protecciones para el resto, así como un fortalecimiento de la frontera con el agregado de 40,000 tropas para su defensa. Avanzaba la protección de los Dreamers –llegados en su infancia como indocumentados, criados aquí y estadounidenses en todo menos en los papeles– abriendo el camino para su total integración.
Fue un proyecto inteligente, que favorecía la inmigración selectiva con miras al desarrollo tecnológico y laboral del país y con cuotas basadas en el mérito. Su costo hubiera sido cubierto con creces por una reducción del déficit fiscal y un aumento en los ingresos de la Seguridad Social.
La moción legal pasó el Comité Judicial del Senado, entre otros, y llegó en mayo al pleno del Senado. Allí fue aprobada por una mayoría aplastante de 68 a 32, gracias al apoyo de 14 republicanos.
Ni siquiera lo debatieron
Sin embargo, el liderazgo republicano de la Cámara Baja a cargo de John Boehner ni siquiera llevó la propuesta a debate o votación. Su respuesta evasiva fue la de supuestamente favorecer avances parciales. En la práctica, lo que hizo fue propiciar el abandono del proyecto.
Más que por su contenido, el plan fracasó porque era la política declarada republicana negarle todo logro a la administración Obama e impedirle cumplir su promesa de 2008 de hacer aprobar la reforma migratoria.
Sin embargo, fue un momento de gracia e indulgencia. Senadores como Rand Paul, para quien hasta entonces –y ahora– la solución migratoria era una cerca electrónica y patrullas de helicópteros en la frontera, declaraban abiertamente la “necesidad de sacar a los trabajadores indocumentados fuera de las sombras”.
¿Por qué? Es que los republicanos querían recuperar el voto latino, que cuatro meses antes se había volcado en masa a favor de la reelección de Obama a un segundo período presidencial, y contra las políticas de mano dura, deportación y desprecio por la comunidad hispana de los republicanos.
El ambiente de cooperación, el esfuerzo de realmente legislar, fue efímero. Fue el temor de que una vez naturalizados, los inmigrantes votaran por los demócratas, lo que asustó a los republicanos, aunque las encuestas mostraban que la mayoría del país estaba a favor de la reforma.
Había un clima de esperanza. No perduró.
Desde entonces es peor
En las elecciones intermedias de 2014, los republicanos ganaron el control de ámbas cámaras del Congreso. Las perspectivas de un acuerdo se diluyeron para no volver.
Y en 2016, llegó Trump.
Desde entonces las posiciones se alejaron dramáticamente. Hoy, para los republicanos la incitación populista contra los inmigrantes es un punto central de su propaganda, discurso y propuestas, para atraer simpatizantes, y el apoyo del populacho. El expresidente Trump encerró familias de migrantes, arrebató a sus niños, centenares de los cuales están desaparecidos hasta el día de hoy, impidió a solicitantes de asilo presentar sus pedidos y presentó falsas soluciones como la de un muro en la frontera sur.
Desde los demócratas no hubo un desarrollo paralelo. No están del lado de los inmigrantes. Tanto en la oposición como ahora en el gobierno fluctúan entre simpatía por los Dreamers -cuyo destino decidirá este año la Suprema Corte- e inacción respecto a cualquier avance legal.
La reforma migratoria que no fue
Las leyes sobre inmigración no se han actualizado y siguen vigentes las establecidas por los presidentes republicanos Ronald Reagan y George Bush.
Los inmigrantes no esperan que las facciones políticas estadounidenses se pongan de acuerdo. Empujados por la pobreza, el terror, la desesperanza, por lo que viven, la esperanza de cualquier futuro mejor, tratan de cruzar nuestras fronteras. Estamos viendo números récord de intentos de cruce y solicitudes legales de asilo y de refugio.
Los republicanos han dejado de considerar soluciones para la cuestión migratoria y la consideran únicamente desde el punto de vista proselitista, lo que empeora su tono militante, agresivo y racista.
Es un aniversario triste de lo que por un momento pudo haber sido.