Los 10 más famosos poemas apócrifos. Una serie que quizás ni se detenga en 10. Un título que reclama una explicación.
Poemas apócrifos en la era del fake news
La característica principal de la poesía apócrifa es que se atribuye a quien en realidad no la escribió. Pero, ¿es mala o es buena?
¿Y qué un «buen» poema? ¿El que mejor suena si lo leo en voz alta, dramáticamente? ¿El que me conmueve o me enamora? ¿El que cumple con las reglas de métrica o rima? ¿Que contiene metáfora, sinécdoque? ¿O no?
Quizás sea, para solaz de Google, el más popular por el día de hoy. El que otros dicen que es bueno, porque otros lo dicen.
La verdad es que también nos gustan algunos poemas porque los autores, o quienes pensamos que son los autores, son famosos; porque otros piensan que el autor es tan pero tan bueno que sus poemas, o lo que la gente piensa que son sus poemas, tienen que ser también tan buenos como para difundirlos a como dé lugar.
En estos días de noticias falsas, en que la verdad absoluta es lo que uno absolutamente cree que lo es, una vez que ese bastardo poético ve la luz en internet ya no es posible desmentirlo, y no hay Fundación Internacional Borges o Fundación Benedetti que valga.
Esos “trozos falsamente atribuidos al libro original” escribe Jaime Rubio Hancock, comentarista de El País, a veces son variaciones del original, o escritos a la manera del autor original. El astuto autor a menudo aprovecha que las obras ya son de dominio público en muchos países y las retuerce. Es decir que, explica Rubio, «se han cumplido más de cincuenta años desde la muerte de su autor”.
Como dice Cristian Vásquez en Letras Libres: «Muchas personas se empeñan en creer en las citas erróneas por una sencilla razón: es una forma de lograr que los escritores más prestigiosos digan cosas que nunca dijeron, pero que suenan bien”.
Un agradecimiento especial a la chilena Vilma Vidal que mantiene un blog donde anda desfaziendo entuertos y descubriendo verdades sobre la literatura apócrifa.
Empiezo esta lista con el Nobel Gabriel García Márquez, que no era creyente.
Carta de despedida
Atribuido falsamente a: Gabriel García Márquez
Verdadero autor: Johnny Welch
Si por un instante
Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo
y me regalara un trozo de vida,
aprovecharía ese tiempo
lo más que pudiera.
Posiblemente no diría todo lo que pienso,
pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas,
no por lo que valen,
sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más.
Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos
perdemos sesenta segundos de luz.
Andaría cuando los demás se detienen,
Despertaría cuando los demás duerman.
Escucharía cuando los demás hablan,
y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate.
Si Dios me obsequiara un trozo de vida,
vestiría sencillo,
me tiraría de bruces al sol,
dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma.
Dios mío, si yo tuviera un corazón,
escribiría mi odio sobre hielo,
y esperaría a que saliera el sol.
Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas
un poema de Benedetti
y una canción de Serrat
sería la serenata que les ofrecería a la luna.
Regaría con lágrimas las rosas,
para sentir el dolor de sus espinas,
y el encarnado beso de sus pétalo…
Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida…
No dejaría pasar un solo día
sin decirle a la gente que quiero, que la quiero.
Convencería a cada mujer u hombre
de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.
A los hombres les probaría cuán equivocados están,
al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen,
sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.
A un niño le daría alas,
pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría
que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres.
He aprendido que todo el mundo quiere vivir
en la cima de la montaña, sin saber
que la verdadera felicidad está
en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido
aprieta con su pequeño puño, por vez primera,
el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
He aprendido que un hombre sólo tiene derecho
a mirar a otro hacia abajo,
cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes,
pero realmente de mucho no habrán de servir,
porque cuando me guarden dentro de esa maleta,
infelizmente me estaré muriendo.
Crónica del poema
Este escrito, que apareció en 2007 en prosa, además de vacío, cursi (lo dijo Gabo) y superficial, muchas veces aparece en verso.
Tan famoso se hizo este texto de Johnny Welch que García Márquez convocó a una rueda de prensa para aclarar el tema: «Señores, yo quiero decirles que estoy vivo y que lo único que me podría matar es que digan que yo escribí algo tan cursi«. Aunque después invitó al autor a la casa y – dice el autor – se disculpó.
Pero ojo: Welch no es ningún usurpador, y que alguien haya reemplazado su nombre por el del autor de Cien años de soledad no es su culpa. Él, le escribió este texto a su muñequito.
No le ayudó la aclaración a Gabo. Y el texto se hizo aún más famoso después de la verdadera muerte del escritor, pese a que Johnny valientemente reconoció su autoría no una sino mil veces.
Aquí está Welch, que es ventrílocuo, en una entrevista, declamando dramáticamente la cosa junto a su marioneta El Mofles en Imagen Entretenimiento (de Imagen Televisión) en México. Welch es talentoso y tiene una maestría: en criminología. Al final, parece, todo es un chiste.
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