Abunda la confusión de entrecruzar el género de los humanos y el de los nombres sustantivos de la lengua: el que permite dotar a “libro” de género masculino y a “casa” de femenino.
El primero de los géneros existe también en inglés, lo oímos en “man” y “woman” (‘hombre’ y ‘mujer’), el segundo, no. Tanto “book” como “house” carecen de género gramatical, por eso cuando decimos que “el libro es costoso”, el español requiere concordancia entre “libro” y “costoso”, el inglés, no.
El despiste de los géneros comienza cuando se identifica que una “a” es bandera del género biológico femenino. La “a” final de “cant-a” es tan “a” como la que cierra “amig-a”, y no tiene nada que ver con género. Con ello podemos concluir que el sonido que representa la “a” tiene diferentes valores, y los hablantes los interiorizamos y los catalogamos todos acertadamente.
El género solo es una parte más.
Cuando se habla de igualdad de género, en la lengua no se formaliza la igualdad social. Habrán oído que recientemente se desdobla la lengua con demasiada largueza: “amigos y amigas” o “amigas y amigos”. Es un intento de apuntalar una representación pareja. En Francia, lo han prohibido por enredar la lengua. En español, no se recomienda por igual razón.
Sin embargo, conviene aclarar que no da lo mismo cualquier orden.
Cuando decimos “llegaron mis amigos” nadie piensa (si no hay motivo) que solo llegaron ‘amigos hombres’, por el contrario, si decimos “llegaron mis amigas”, todos sabrán que solo son mujeres las que aparecieron. Esto nos lleva a que “amigos y amigas” no significa lo mismo que “amigas y amigos”. En el primer caso se subraya que también hubo “amigas”, en el segundo, que no te visitaron más que “mujeres”.
Bajo el peso de la lengua, “amigos y amigas” puede ser un banal acto de cortesía (porque no hace falta decir “amigas” para que se sobreentiendan), en el segundo caso, no, como consta en lo ya comentado.
La parte más difícil de entender es que la lengua no significa lo que queremos, sino lo que se va a entender. Por ello, estará condenado al fracaso el intento de un grupo político que quiera llamarse “Unidas Podemos” y que en “Unidas” se perciban integrados “hombres y mujeres”, porque, aunque esa sea su voluntad, no es lo que se acaba entendiendo.
Sería como escribir un libro en que el autor quiere que cada vez que se lea “león” se entienda “tigre”. Puede ser hasta divertido, pero si alguien desconoce el cambio de código y abre una página al azar y lee: “hijo de león nace rayado”, le resultará incomprensible, porque el “rayado” es el hijo del “tigre”.