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Atilio Pernisco en el dA Centro de las Artes de Pomona

Atilio Pernisco

El dA Centro de las Artes de la ciudad de Pomona anuncia la exposición SCRAMBLE del artista argentino residente en Los Ángeles Atilio Pernisco. La muestra comienza este sábado 13 de noviembre y durará hasta el 2 de enero de 2022.

Se trata, como lo define la gacetilla enviada por el centro, de «una impresionante exhibición de óleos, monotipos, carbonillas y dibujos de espíritu surrealistas con una impronta profundamente contemporánea»… de «un artista de larga trayectoria con obra exhibida de forma individual y grupal en Estados Unidos, Japón, Italia y México», entre otros países. 

“Como todo artista comprometido», dice del artista el curador de la muestra, el escritor y crítico de arte Pablo Baler, «Pernisco pinta con los pelos de punta, con el pecho al aire y el pincel entre los dientes.

La suya es una pintura arrebatada, violenta, como producida en medio de esa inminencia de una revelación que nunca termina de producirse; o mejor aun, producida entre cegueras especulativas. Toda la obra de Pernisco es un desmoronarse contra el espacio, una carrera contra el tiempo; cada pincelada, un manotón de náufrago que emerge de la superficie de un océano embravecido, brazada en contra de la marea infecta de la muerte.

La obra de Pernisco se encauza en la larga tradición de la pintura figurativa, pero aspira secretamente a la abstracción”.

Atilio Pernisco
Veinte febreros de amor / Atilio Pernisco / 2021
Oil on canvas
60”x 48” Cortesía dA Center for the Arts

El dA Centro de las Artes se encuentra en 252-D, S. Main Street, Pomona, CA. 91766.  Visite www.dacenter.org para concertar una cita para ver la exposición. Facebook: @ThedACenterfortheArts  | Twitter: @dAArtCenter

A continuación, Hispanic L.A. reproduce la entrevista que le realizó Pablo Baler a Atilio Pernisco con motivo de la apertura de la muestra.

Entrevista a Atilio Pernisco / Pablo Baler

My Dear,
Find what you love and let it kill you.
Let it drain you of your all.
Let it cling onto your back and weigh you down
into eventual nothingness.
Let it kill you and let it devour your remains.
For all things will kill you,
both slowly and fastly,
but it’s much better to be killed by a lover.

Falsely yours
Charles Bukowski

¿Hay una influencia que puedas reconocer como la primera? ¿Alguna imagen que reconozcas como el puntapié inicial de tu relación con el arte?

AP: Sin lugar a dudas la respuesta es El Guernica de Picasso. Vi esa pintura en un librito de arte de la colección completa de 100 libros de Salvat. Esa imagen me perturbó desde niño. Siempre me causó cierta ternura y pesadumbre a la vez, con sus gritos verticales y de horror. Las figuras geométricas crean una composición que nos dirige hacia los extremos del rectángulo horizontal y ese niño muerto e inmóvil me terminó intoxicando con su dramatismo y su tristeza.

Si uno pudiera elegir, no está mal, Picasso, como para una primera influencia. ¿Y cómo o dónde se identifica hoy ese chispazo en tu obra?

AP: La pintura de Picasso me invitó a soñar de otra manera y despertar con la idea de que la pintura podría ser una herramienta para la justicia.

Hoy pinto pensando en temas que tienen que ver con ese ser, el ser marginado, las relaciones de poder, la injusticia, el amor o lo apocalíptico del cambio climático. Uso imágenes de esa índole.

En Veinte febreros de amor, para citar una obra, hay una mujer voluptuosa que pesa a la izquierda del cuadro, mujer que nos amenaza con su mirada, y al lado se halla una pareja de recién casados que se besan mientras un perro defeca sobre el vestido. Busco otra velocidad, detallando y rompiendo con un trazo, con un brochazo violento que borra rostros sin terminar.

Esa tensión entre la intención figurativa y las borraduras, la mancha, el esfumado… esa tensión, aunque pasó por diferentes momentos, es esencial en tu obra.

AP: No soy un pintor tradicional que está dibujando todo el tiempo. Considero la fotografía que uno saca con el celular una manera de hacer boceto. Necesito un par de fotografías para establecer algún tipo de asociación, haciendo un collage de imágenes.

Las imágenes usualmente conviven conmigo por años y así voy dándoles algún sentido dependiendo del orden y de la relación que puedan tener entre ellas. Así como en los sueños, donde las imágenes tienen potencia simbólica y se repiten, las fotografías sobre el piso en el estudio, se van mezclando y re-contextualizando con cada yuxtaposición.

Una vez que tengo el “dibujo” de lo que pretendo, voy pintando, hago un borrón, anulo una pierna, mancho un ojo, y así voy desfigurando la cosa. Un salpicón, en blanco titanio, violenta la tela y ofrece otras posibles lecturas.

Así voy buscando un balance entre lo figurativo y lo gestual; siempre preguntándome sobre el sinsentido de la obra que nos confunde: ¿es imagen o es pintura? La imagen inicial la uso como pretexto para experimentar con lo formal. La imagen es el origen, la pintura es el accionar de la materia por sobre la representación. La imagen es lo más racional y la dimensión material es sinónimo de lo irracional.

 

Scriptum of Transcript / Atilio Pernisco / 2021, Oil on canvas, 60”x 48 Cortesía dA Center for the Arts.

En ese sentido, hay un impulso, una sensibilidad muy contemporánea. Pienso en artistas como Jenny Saville, Eric Fischl, Mark Tansey, Neo Rauch…

AP: Es posible… una sensibilidad que se viene dando en Estados Unidos desde los años 80.

Eric Fischl, por ejemplo, pudo desafiar ese arte puramente conceptual y minimalista que se venía haciendo durante décadas. Fischl pinta rituales de gente viviendo en los suburbios, encerrados en habitaciones, en casas con piscina. Pero siempre hay algo anormal en lo convencional de sus composiciones, algo “uncanny”. Hay cierta tensión entre los personajes, una pareja en su privacidad, expuestos a sus diferencias, desconectados, con miradas desencontradas o que observan hacia afuera del marco.

Mark Tansey también juega mucho con el sujeto, la imagen inicial y la sorpresa. Los pequeños hallazgos suceden a lo grande en sus enormes pinturas. Por ejemplo, en “Wake” una pintura monocromática, puramente de azules. En una primera impresión vemos a un grupo de personas reunidas en una plataforma junto al mar, a la hora del atardecer. Pero en una segunda lectura, el mar, que parece en calma, sugiere remolinos internos como agitando la marea, creando tensiones y complicaciones existenciales.

Y sin embargo hay una brecha. No es lo mismo ser un pintor criado en Liniers, en un barrio en los márgenes de la ciudad de Buenos Aires, en un país inveteradamente colonial, que ser un pintor de los centros globales del mercado del arte… Estados Unidos, Inglaterra, China.

AP: En la Argentina, como en tantos otros países de ese tercer mundo colonial, es donde las diferencias de clases se evidencian más.

Crecí mirando cómo la gente pudiente cenaba en familia en restaurantes lujosos (como dice el tango… “La ñata contra el vidrio…”). Y te vas metiendo en esa categoría de ser parte de los “otros”, los que no tienen, los que no pueden.

De chico, en camino a mi escuela primaria, había mucha gente realmente pobre. En el viaje que hacía en colectivo de Liniers a Lugano, pasábamos por las villas de emergencia en Mataderos con niños descalzos que se montaban al colectivo, y para cambiar de escena, en las ventanillas opuestas se desarrollaba la matanza de vacas. Yo lograba ver desde el colectivo, el golpe en la sien, la caída de los animales, el llanto desconsolado de los cerdos.

Todo ese manoseo, del teje y maneje de la ciudad se va infiltrando en tu imaginación, en los sueños, en la forma de deslizarse de una idea a otra… una polaridad instantánea. La ciudad está llena de contradicciones y de muertes visibles, de sangre, de vidas injustas.

¿A qué te referís con eso de muertes visibles?

AP: Hay una imagen que se me quedó grabada de chico… La muerte de una niña en la estación de Flores. Al parecer se le había enganchado el suéter en alguna parte del vagón del tren. Entre tanta conmoción, entre el grito de la niña y el frenar de la máquina, con un amigo llegamos a la escena del accidente. Su cuerpo estaba partido en dos. Su cabello era de un marrón castaño. Vimos justo el momento en que el maquinista la cubrió con papel de diario hasta que los bomberos llegaron una hora más tarde para levantar el cuerpo en partes. Los pies estaban por las orejas.

Ya no volvimos a la escuela ese día y nos compramos una Quilmes de litro para bajar toda esa miseria. Regresamos caminando por una calle donde había un colegio primario. Vimos chicos abrazados, llorando, y por ahí se escuchó alguien que dijo “nos íbamos de viaje de egresados esta misma noche”.

Recién empezamos a hablar y ya surgió la imagen del niño muerto en el Guernica, tus recuerdos infantiles del Matadero, ahora esta otra imagen de una niña atropellada. Por un lado es evidente que la niñez como tema y los niños como personajes son recurrentes en tus cuadros y están cargados de significado; pero también que ese significado tiene una dimensión trágica.

AP: Crecí con ese dramatismo, pero nunca despojado de un costado de humor de historieta de bolsillo.

Yo creo que los momentos significativos suceden en la pre-adolescencia. La erotización, los grandes misterios, el amor, las partidas, los secretos, los hallazgos, y los golpes bajos. Ser niño es ser testigo, un pasajero del mundo y observar al mundo que pasa, que nos lleva puesto.

En Navidad frecuentábamos la casa de mi tía en Floresta. En la esquina los chicos encendían cohetes contra la pared de un edificio de ventanas tapiadas con ladrillos y entre las explosiones se escuchaban gritos aterrorizantes que provenían de algún subsuelo. Años después se lo conoció como el Olimpo, un campo de detención y centro de tortura de la junta militar en Argentina.

Eso habrá sido alrededor de 1978. Vos no llegabas ni a los 10 años. Los recuerdos de infancia no son solamente centrales en tus fantasías sino también material de reformulación visual…

Creo que Francis Bacon hace referencia a una imagen similar en su visceralidad a esa que contás de la chica atropellada y también encontró un lenguaje de “brochazo violento” como vos decís para expresarla. Estas historias que contás son espeluznantes y evidentemente te atravesaron para toda la vida y fijate que sin embargo cuando las contás, las contás visualmente, compositivamente, ¡como si fuera la descripción de uno de tus cuadros! Lo trágico, la muerte misma, nunca deja de tener una dimensión visual, estética, para vos.

AP: Estamos destinados a torear la finitud de la vida y nosotros, los artistas, nos la pasamos haciendo arte. En definitiva, uno nunca sabe si es una buena vida. Quizás la pintura sea una retirada, una ausencia del yo, ausencia de la carne. O quizá, todo lo contrario. En fin, todas son contradicciones que se van dando en todo y en todas las cosas y de alguna manera voy acomodando y tratando de darle algo de sentido a esas contradicciones.

Vista desde la perspectiva de esta época pandémica y apocalíptica, la naturaleza paradojal del niño (que es pura potencia y pura vulnerabilidad a la vez), se amplifica. Al parecer encontraste en Disney, en las orejas de Mickey Mouse para ser más específico, el símbolo perfecto de esa existencia paradojal: la inocencia corporatizada, comercializable; pero también el optimismo en un mundo y una humanidad que atisba su propio colapso.

AP: Disney aparece un poco como el emblema de la cultura norteamericana; la sociedad más bélica de la historia moderna y el país más consumista.

Estamos condicionados a ese logo de orejas grandes que ha canibalizado nuestros sentimientos y sensaciones. Se podría suponer que todos nuestros placeres, miedos, enojos, felicidades fueron guionados para posponer la presión de lo cotidiano. El Ratón ama las fábulas con final feliz en un mundo plastificado que elabora fantasías for export.

Yo digo, mirando tus cuadros, que una vez más, los que anuncian la muerte del arte figurativo se equivocan. El arte figurativo está vivito y coleando.

AP: Creo que parte de esa sensibilidad que mencionábamos, presente en los 80 vuelve a instalarse hoy después de muchos años.

El arte figurativo no ha perdido su ímpetu. Gracias al uso del internet en los últimos 25 años, se ha visibilizado más a los artistas de muchas partes del mundo, especialmente el arte contemporáneo que brota antes de 1960. Todo esto abrió posibilidades para el arte figurativo porque hay una necesidad universal de querer entender algo que trascienda aquello que prometía el arte de “vanguardia”; principalmente norteamericano.

Por eso hoy cada galería que se precie representa a una cierta cantidad de artistas figurativos, cosa que no pasaba desde los años 70. A nivel personal, varias décadas atrás, mientras yo estaba aplicando para una beca en el Art Center College of Design, acá en Los Ángeles, durante mi primer año de escuela, el director del departamento de Bellas Artes, refiriéndose al aspecto figurativo de mi trabajo me dijo que mis cuadros merecían estar en la pared de un motel. Ni siquiera dijo un hotel… ¡Un motel! “La pintura ha muerto” fue su sentencia lapidaria. Desde luego que no he dejado de pensar en el arte, en la pintura, como el eje que me sostiene.

La pintura figurativa muere y resucita cíclicamente…

AP: Es la necesidad de seguir moldeando la materia en el lienzo. Toda pintura es en algún sentido abstracta, una representación figurada. La pintura figurativa, en todos los sentidos de “figurado”, nunca pereció.

¿Qué ofrece la pintura al óleo a un pintor contemporáneo, del siglo 21, que no ofrecía al pintor del siglo 17?

AP: Desde siempre la pintura al óleo ofreció una materia que permanece húmeda y flexible por mucho tiempo, lo que posibilita hacer cambios constantes de colores y formas, trabajar mojado sobre mojado.

El óleo permite un diálogo permanente con el lienzo. Me permite accionar de una forma más temperamental, con pinceladas que revelan la evolución en el tiempo, exponiendo la materialidad que se transforma en cada objeto/sujeto mientras extiendo todavía más el proceso del secado añadiendo aceite de nuez.

El óleo trabajado con base en veladuras era la técnica que más se utilizó por esa época. En mi obra uso también la veladura, de capas muy delgadas, de pintura diluida de forma que se transparenten las capas mezclando color, y luego la intencionalidad de forzar un brochazo en la superficie como una respuesta más actual, respondiendo con marcas subversivas de un nuevo modo, más de pintura contemporánea, como decís.

La pintura de hoy quizá sea mucho más fenomenológica, parte de la consciencia y de la percepción de la experiencia en el arte. Pinto, por darte un ejemplo, un sillón de cuero mientras copio de una foto de una vaca como referencia, internándome en cada sección de la piel vacuna.

O hago un retrato, y pinto el rostro al mismo tiempo que observo un trozo de carne. Y así se va evidenciando todo con la materialidad del óleo que se transforma en carne o en piel en la pincelada. Es el pintor de hoy el que puede ofrecerle algo nuevo al óleo, y no al revés, y tiene que ver con esa experiencia pictórica táctil, manual y digital que es muy posmoderna.

A veces, no siempre, trabajás sobre sutilezas y veladuras dentro de una paleta muy acotada, al punto extremo de mantenerte en los límites de un mismo color. En todo caso, si uno mira todos tus cuadros, en conjunto, se descubre una paleta mucho más amplia. ¿Cómo entendés la función del color en tu obra?

AP: Me estimula menos pensar en qué color usar que en cómo llegar a la luz de la pintura. De alguna forma el color ya está atravesado por nuestras palabras, por valores simbólicos. Es una fábula, un fenómeno puramente subjetivo.

A veces tengo algún recorte, una idea de color de antemano, aunque generalmente elijo de modo automático y desinteresadamente. Puede que use el color por asimilación en respuesta a un color de una pintura previa. A veces comienzo con un color base, y lo activo con contrastes entre tonos, tintes para ver la imagen casi aparente desde la mezcla misma.

Pintar es una especie de ensoñación que invita a seguir viendo nuevos colores emerger de las mezclas, creando volumen y profundidad. En mis pinturas creo que todos los colores se desbordan de la línea y se mezclan como si fuera una especie de barro… y más hacia el final logro poner luz con retoques de color puro. Un amarillo ocre en la espalda de un cuerpo de piel color magenta percutido.

Como te digo, me estimula menos pensar en qué color usar que en cómo llegar a la luz de la pintura.

Ahora, si bien el origen de todo esta en Buenos Aires, también es verdad que hace varias décadas vivís en Los Ángeles. Sos un pintor muy argentino para los norteamericanos, pero tenés mucho de pintor norteamericano, si se te mira desde Argentina.

AP: El trabajo que hago es auto-referencial, basado en gran parte en mis experiencias divididas entre dos mundos: la infancia y adolescencia en Buenos Aires y la vida de adulto en Los Ángeles.

Si hay ambigüedad, tiene que ver con esas realidades paralelas, llenas de conflictos, viviendo entre idiomas, entre ficciones. Una disfunción esencial entre la memoria emocional y la percepción de lo actual. Ando siempre en busca de emociones diversas, caótico desfile de personajes en escenas cada vez más indescifrables.

Como en esa pintura “Veinte febreros de amor”. Ahora, el efecto en general es el de un tono sarcástico… ¿Te ves como un artista optimista o pesimista?

AP: En “veinte febreros de amor” también me enfrento con mis miedos, con mis fobias, con los estereotipos. Intenté que la imagen tuviera el peso visual y psicológico a un lado del recuadro, que sea de una asimetría difícil de escapar. La mujer voluptuosa que está sentada viste un bikini y mira con complicidad. Contrarresta en la parte opuesta del lienzo una pareja de recién casados.

Algo tan hermoso como un beso puede tener un lado absurdo e incierto. En una relación de poder el que ama se transforma en carne picada. Yo creo que, en términos generales, la obra es “bittersweet”. Siento que dentro del dramatismo y de imágenes de fuerte contenido, la pintura es optimista y mira hacia un futuro lleno de posibilidades.

Hay una cita que me encanta de un novelista estadounidense, Nicholson Baker, autor de la novela The Mezzanine. Según él todo texto literario intenta responder una única pregunta: “¿Vale la pena vivir?” Se podría decir lo mismo de todo cuadro. Y tus cuadros, ¿qué responden a esa pregunta…. O ¿qué pregunta intentan responder?

AP: Mis cuadros… no lo sé, creo que responden con más preguntas todavía. Creo que expongo conflictos entre el recuerdo y la proyección, lo complejo del vivir en constante movimiento entre lo íntimo y lo universal, lo carnal y lo racional. En definitiva, lo más importante… es vivir como puedas.

Pero pintando.

AP: …pintando

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En el sitio web de Atilio Pernisco se agrega la siguiente información:

«Atilio Pernisco tiene un BFA de Art Center College of Design y su MFA de Claremont Graduate University. Trabajó como ilustrador y diseñador durante más de una década para una diversa lista de clientes hasta que comenzó a exhibir su trabajo a nivel nacional e internacional. También enseña en su Alma Matter y en muchas otras instituciones locales».

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