Benito Rivera toca que toca la conga.
Se salvó del sida en los setenta.
Pero con tanta tecata se quedó con tres neuronas: con dos de ellas le pega al cuero de la conga, con la otra mira al público que recuerda sus pasados éxitos en una conocida banda de la isla de Manhattan.
Vive refugiado en una casa pagada con los chavos que ganó durante su bonanza.
Muebles no tiene la casa. Parece un templo zen.
Sólo muchas congas y un afiche enorme colgando de una pared del fondo con un retrato de Buda. Allí vive Rivera, en Nueva Jersey, rogando si de monje puede rejuntar los cables quemados por los cortocircuitos que se hizo junto a Lavoe en los tiempos más locos de la Fania.
Como es un virtuoso, o fama todavía le queda, Benito Rivera viene esporádicamente a la isla a tocar la conga en uno que otro evento para salvarse con un guiso.
Benito Rivera toca que toca la conga. Se salvó del sida en los setenta. Pero con tanta tecata se quedó ahora con dos neuronas: con una de ellas le pega al cuero de una conga, con la otra mira al público que lo viene a ver para recordar sus pasados éxitos en una conocida banda de la isla. Vive refugiado en un templo zen de Nueva Jersey, rogando a ver si de monje puede rejuntar los cables quemados por cortocircuitos de los setenta… entretanto Benito Rivera viene esporádicamente a la isla a tocar la conga…
Benito Rivera toca que toca la conga…
Benito Rivera ya no toca la conga…