“Seguro que es un trumpista”, comentó alguien en un chat de internet. “No, debe ser un cristiano fundamentalista”, dijo otro. “Para mí seguro que es republicano…”
No sé lo que Caleb Wallace era, lo que sí sé es que obstinadamente estaba en contra de las vacunas, en contra de los barbijos y en contra de todo mandato. Y esto le costó la vida y, de paso, arruinó la de su esposa Jessica a la que deja con tres hijos y uno en camino.
“Caleb falleció en paz. Vivirá siempre en nuestros corazones y mentes”, escribió Jessica al anunciar su muerte.
El militante anti-vacuna
Wallace no era ningún desconocido en San Angelo, Texas, en donde organizaba campañas y manifestaciones en contra de medidas de prevención del coronavirus. Aparte de ser coordinador de la organización ultranacionalista West Texas Minutemen, también fue el fundador de los San Angelo Freedom Defenders que tienen la misión cuasi mesiánica de luchar contra la “tiranía del COVID-19”.
En julio del año pasado, por ejemplo, Wallace organizó una marcha en San Angelo contra el uso de barbijos y el cierre de los restaurantes y otros comercios. Los carteles no dejaron dudas que los participantes rechazaban toda evidencia científica sobre el letal virus. En definitiva, ecos de las media verdades y mentiras descaradas que el entonces presidente Donald Trump desparramaba en Twitter y Fox News.
Su mira también estaba enfocada en las escuelas. En abril, escribió una carta dirigida al Consejo de Educación de San Angelo demandando que se eliminaran todas las medidas que se habían implementado para controlar la epidemia.
El contagio
A fines del caluroso julio tejano, el hombre de 30 años, que tanto había desafiado al virus, comenzó a sentir síntomas de COVID-19. Lo razonable es que a este punto hubiese dejado de lado esas ideas anti-ciencia y que hubiese recurrido a atención médica. Pero, aún así, se negó a ir al hospital.
Guiado por su desinformación y atrapado en su dogmatismo, Wallace empezó a tomar grandes cantidades de vitamina C, píldoras de cinc y, aunque no se crea, ivermectina, el medicamento antiparásitos que se usa con vacas y caballos y que algunos desequilibrados vienen promoviendo a pesar que los médicos han alertado que no se debe usar para el COVID-19.
Quién vive y quién muere
A esta altura de la epidemia, como dijo el presidente Joe Biden, como lo dicen casi todos los epidemiólogos y otros expertos médicos, ya sabemos que esta es una epidemia casi exclusivamente de los no vacunados.
Un reporte del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de los EE.UU. (CDC) indica que, en julio de 2021, alrededor de 99.99% de las personas vacunadas, que se infectaban con COVID-19, no terminaban hospitalizadas o falleciendo.
Pues, que no quede duda alguna: los que terminan desarrollando complicaciones que los lleva a una cama de hospital, los que terminan entubados y padeciendo los horrores de esta enfermedad, los que mueren, son los que no se han vacunado.
Rezando por Caleb
A Caleb Wallace lo llevaron a la sala de emergencias el 30 de julio. Una semana después ya estaba inconsciente y conectado a esas máquinas que marcan rítmicamente la respiración de pulmones agotados, los latidos de corazones frágiles y, sobre todo, definen en ese mundo de tecnología fría y hombres enfrascados en uniformes espaciales, si se vive o si se muere.
“Era un hombre imperfecto, pero amaba a su familia y a sus hijas…”, escribió su esposa antes que falleciera. “Recé para que saliera de esto con una nueva perspectiva y un mayor aprecio por la vida”.
Wallace no cambió su “perspectiva” y parece que los rezos no fueron suficiente, pues falleció el 28 de julio. Falleció después de repudiar a esa vacuna que probablemente le hubiera salvado la vida, despotricando contra los barbijos e ignorando la ciencia.
Su esposa y sus hijas, necesitan ayuda. Han abierto una cuenta en GoFundMe en la que ya han colectado más de $69,000. Ellas, después de todo, son víctimas de este irresponsable que con esas ideas estrambólicas puso en riesgo a su familia, a la comunidad y pagó caro con su vida.
No importa si era trumpista, fundamentalista o republicano. Este virus es bien democrático; no diferencia ideologías políticas o religiosas. Mata a todos por igual. En particular, a los ingenuos que no creen en las vacunas. ¿Capisci?
OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS:
–¡A bombardear Agrabah!: sobre el ataque a la Verdad Factual y la creación de la Realidad Alternativa
–Máscaras versus libertad: ¿Cuántos niños están preparados a inmolar los republicanos?