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Corazón tan blanco, un análisis

El amor ha de ser juzgado entre la inocencia y la
 culpa en la magnífica creación de Javier Marías.
Victoria Berasaluce Guerra

Corazón tan blanco (1992) de Javier Marías nos incluye en las vicisitudes de un joven recién casado, Juan Ranz, que se entera al volver de su viaje de novios que la primera mujer de su padre se quitó la vida al regreso de su propia luna de miel. Esta noticia se suma a sus presentimientos de desastre anteriores y a la extrañeza que significa cambiar de estado civil.

“[…] mi matrimonio vino a suspender mis hábitos y aun mis convicciones, y, lo que es más decisivo, también mi apreciación del mundo”.

La pregunta que formula su padre después de la boda “¿Y ahora qué?” deja perplejo al protagonista que parece elegir sus pasos de vida según las convenciones sociales de una época. Ranz entiende el cambio de estado matrimonial como un velo sobre el futuro, difícil de divisar ahora que cada individuo de la pareja según él ha sido abolido.

“[…] ahora los pies no vacilan sobre el pavimento mojado, ni deliberan, ni cambian de idea, ni pueden arrepentirse ni elegir tampoco: ahora no hay duda de que vamos al mismo sitio, querámoslo o no esta noche, […]”.

Esta novela retorna sobre la espera de un hombre acechando o vigilando y una mujer que siempre espera al hombre. Esperan bajo ventanas y en calles oscuras con la intención de pasar desapercibidos o ir en busca de sus obsesiones. La narración se ramifica en varias ocasiones hacia cómo se conocieron Luisa y Juan; las intenciones de Berta, amiga de Juan, y la explicación sobre los distintos oficios de traducción.

La traducción aparece como punto central en la historia ya que es el oficio de ambos integrantes de la pareja, y el hecho de que Luisa haya sido contratada para verificar lo que el protagonista traduce nos lleva a pensar en que ella sabrá rectificar las lecturas de Juan y guiarlo en su camino, mantenerlo dentro de un determinado parámetro.

Cómo podemos traducir al otro cuando los silencios ocupan un espacio de por medio, esa traducción sin palabras, pero de gestos y que intenta perforar pensamientos prohibidos. Esa traducción que hacen todas las personas a veces, entre amigos, pareja o familiares. El intento por traducir y descifrar se convertirá en algo más que un oficio, será el motor de la historia ya que el padre de Juan esconde más de lo que dicen los rumores.

Los cruces entre el juego y la muerte, evocados en la canción que le cantaba a Juan su abuela funcionan como premonición de la alarmante codicia de otros cuerpos que llevan a devorar. Querer lo que no se puede tener es un aliciente para el goce y la destrucción; cómo se interpretan estas dos dependerá del personaje aludido.

El título escogido por el autor proviene de la célebre obra Macbeth de Shakespeare, cuando Lady Macbeth aún teniendo las manos ensangrentadas por el asesinato de Duncan, no ha cometido el acto en sí Mis manos son de tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco”. Esta famosa frase relaciona la inocencia interna con el reparto de la culpa por estar involucrado en el acto delictivo, aunque no se haya tomado acción directa sobre lo acontecido, todo con el deseo de que quizá se llegue al equilibrio entre la culpabilidad y la inocencia.

“[…] mancharse las manos con la sangre del muerto es un juego, un fingimiento, un falso maridaje suyo con el que mata, porque no se puede matar dos veces, y ya está hecho el hecho”.

La muerte en el lecho que introduce la canción popular alude a otra obra de Shakespeare: Otelo, donde el espacio consagrado para el amor es también el simbolismo de la traición y la muerte. El erotismo en la novela de Marías aparece sigilosamente a través de susurros por las paredes o imágenes con movimiento que fragmentan los cuerpos y llenan de deseo. Estas imágenes fragmentadas son como los videos que manda Berta a sus candidatos, animándose a la exponerse ante ojos ajenos que no conoce, o las miradas del enamorado que divisa partes sensuales del cuerpo desde su rincón.

Esta forma de narrar a un ritmo lento que se detiene en cada imagen busca exprimir los sentidos visuales que nos anticipan el deseo y el peligro. Javier Marías ha explicado que lo conyugal en su novela aparece como algo ominoso y peligroso, nunca ha estado casado y eso se traduce en el miedo que destila hacia el compromiso como el fin de todo. El temor lo trae la ignorancia hacia el cambio de estado, la misma ignorancia que tiene el hijo sobre la vida del padre, sobre el pasado y lo que vendrá. Proteger con la ignorancia es no querer manchar un corazón blanco e inocente con la verdad que una vez dicha no puede ser retractada ni puede disolver las manchas del delito.

Autor

  • Victoria Berasaluce Guerra

    Victoria Berasaluce Guerra es licenciada y profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y especialista y magíster en Tecnología Educativa por la Universidad de San Andrés (UDESA). Tiene amplia experiencia docente y se desempeña también como traductora, editora y redactora. Se especializa en alfabetización informacional y cultura digital. Actualmente reside en Virginia, EE.UU.

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