Si camina como una pandemia, se expande como una pandemia y además nos dicen que es una pandemia… es muy probable que sea una pandemia. No actuar en el momento apropiado, no es simplemente falta de liderazgo sino que, aún más grave, puede ser interpretado como homicidio involuntario. La actuación de nuestro presidente en esta crisis, en mi opinión, es equivalente a un acto criminal. Su reticencia para actuar cuando se debía actuar, sus mentiras, sus distorsiones orwellianas y su adoración a Wall Street por encima de la salud y seguridad de las personas son las pruebas irrefutables con las que la historia juzgará a este payaso de tercera que ocupa la Casa Blanca.
Elimina agencia clave
No hay que olvidar que, para Donald Trump y los republicanos que exhaltan las instituciones militares y las corporaciones, la salud no es una prioridad. La colocan en el baúl de lo prescindible, como a la educación y a las artes. Prueba de ello es que, en 2018, la Administración Trump eliminó la Oficina de Preparación para Pandemias, que operaba dentro del Consejo de Seguridad Nacional, y, además, redujo el presupuesto del Centro de Control de Enfermedades (CDC) y de la Secretaría de Salud y Servicios de Humanos (HHS) de $7.6 a $6.5 miles de millones, entre 2018 y 2020.
Estas son agencias claves que ayudaron a monitorear el surgimiento de enfermedades como el ébola en 2014 y a establecer una estrategia de contención que evitara una difusión masiva.
Primeras alertas
El 1° de enero, las autoridades chinas clausuraron el mercado en Huwan donde, supuestamente, el Paciente Cero contrajo el virus. Pocos días después, el presidente Trump recibía informes de agencias de inteligencia que alertaban sobre el COVID-19. Más específicamente, el 18 de enero, Alex Azar, el secretario de HHS, habló con el presidente para informarle sobre la amenaza. Conscientes de lo que estaba ocurriendo, el Departamento de Estado evacuó a sus diplomáticos de Huwan.
Confirman virus
El 20 de enero se confirmó el virus en Estados Unidos. Lo mismo ocurrió en Corea del Sur. Pero mientras el gobierno coreano actúó inmediatamente ante la amenaza, Donald Trump inició una estrategia completamente diferente con la que demoraría la implementación de medidas de protección que costaron y siguen costando vidas. Esto fue, y es, inaceptable. Esto, en mi opinión, es lo equivalente a un acto criminal.
Corea del Sur consiguió que compañías privadas rápidamente produjeran un test que detectara el nivel de infección y, a partir de allí, aislaron a los infectados para contener al virus. Trump, simplemente, emitió un decreto prohibiendo el ingreso de extranjeros provenientes de China. A pesar de todo su poder, nada hizo para producir tests de manera masiva. Los pocos tests que la CDC llegó a enviar eran defectuosos.
El avestruz esconde la cabeza
En febrero ya había 14 casos de COVID-19 confirmados. Trump, como un verdadero avestruz, continuó tratando de minimizar la gravedad del momento.
“Mucha gente piensa que se va en abril con el calor… típicamente se va en abril. Estamos en buen estado”, dijo el presidente.
Cuando Anne Schuchat, la subdirectora del CDC, dijo que “las circunstancias globales sugieren que es probable que este virus cause una pandemia”, a Trump no se le ocurrió mejor idea que comparar al COVID-19 con la gripe que supuestamente causa entre 25 y 69,000 muertes por año.
Pero en uno de sus momentos alocados, que claramente reflejan la necesidad que tiene de asistencia psicológica, pasó a acusar que la pandemia era un engaño orquestado por los demócratas. Y, además, que no tenía intención de declarar una emergencia nacional.
Emergencia nacional
Pero al margen del mundo de fantasía de Donald Trump, la realidad era irrefutable. En Italia y España se veía el apocalíptico futuro que se confrontaba si no se tomaban medidas preventivas inmediatamente. En Estados Unidos ya había 1,896 infectados y 40 muertes reportadas. Pero eso no parecía determinante para el presidente y su equipo. Lo que finalmente lo hizo cambiar de idea fue la caída estrepitosa de Wall Street.
El terremoto financiero que lanzó en picada descendente al índice Dow Jones fue, evidentemente, lo que motivó que las neuronas monetarias del señor presidente se activaran y lanzaran señales de alarma. Con la turbulencia del mercado y las cifras de muertos creciendo, finalmente Mr. Trump declaró la emergencia nacional.
Dinero o vidas
Para quien piensa que el P/E de una acción bursátil y los reportes trimestrales al SEC son más importantes que un hombre infectado por el virus, por supuesto que la economía es esencial. Por eso es que cuando todavía estamos llorando a nuestros muertos, nuestro presidente ya habla de reactivar la actividad económica. Y lo hará de la manera que a él se le ocurra porque, en su megalomaníaca interpretación de rey absolutista, tiene todo el poder… así que los gobernadores, debe pensar, ¡mejor que no se atrevan a desafiarlo!
Lo único que le importa a este mentiroso patológico es el mercado y, por supuesto, su popularidad. Por eso en medio de la crisis, en medio de los números de infecciones que crecen, en medio de los muertos que se acumulan en morgues que no dan abasto, no se le ocurrió mejor forma de motivar a la nación que recordándonos que “soy el número uno en Facebook”.